Francisco, el maestro en “Francisco. Vida y revolución”, la periodista Elisabetta Piqué relata el camino de Jorge Bergoglio hacia el papado y los desafíos que afronta. Aquí, parte de un capítulo de ese libro.
Corre el año 1964. Jorge Bergoglio todavía no es sacerdote, es maestrillo.
Así se denomina al estudiante de la Compañía de Jesús que ha cursado Filosofía y se desempeña como profesor en algún colegio de la Orden, en su caso en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, una suerte de Oxford latinoamericano. Aristocrático, pasaron por allí apellidos de alcurnia, futuros gobernantes y pensadores ilustres. (…)
Bergoglio llega a esta mítica institución santafesina –símbolo de una educación integral–, después de licenciarse en la Facultad de Filosofía del Colegio Máximo San José, de los jesuitas, en San Miguel, donde estudió tres años después de culminar su juniorado en Chile.
La estructura del Colegio tuvo en otros tiempos ciertos rasgos militares, a semejanza de san Ignacio. En tiempos no muy lejanos tenía prefectos, brigadieres, sala de armas y, de acuerdo con la tradición jesuítica, se alentaba la competencia, y los alumnos eran divididos en dos grandes bandos, Roma y Cartago, encabezados cada uno por
sus respectivos “cónsules”, según el primero y segundo promedios. La población es enteramente masculina, los alumnos van a misa todos los días, en ocasiones de riguroso uniforme: traje y corbata azul, camisa blanca, y a diario con un guardapolvo largo hasta las rodillas color caqui y con un cinturón marrón de cuero. Se practica mucho deporte, pero también, con espíritu jesuita, se inculca el amor al prójimo: al menos una vez por semana los alumnos se comprometen en tareas sociales llevando ayuda y comida a barrios pobres de Santa Fe –como el humilde Alto Verde– sobre la ribera del río Paraná y dictan catequesis. (…)
Bergoglio tiene 28 años. Es muy delgado, alto, viste sotana y cinturón negros, tiene aspecto juvenil. De ahí, el sobrenombre “Carucha”.
Desde el primer día como profesor de alumnos de cuarto y quinto año de Literatura y Psicología, con su don de saber llegar al corazón de la gente, con su ironía e inteligencia fina, conquista a todo el mundo.
A diferencia de otros profesores, Bergoglio no es tradicional ni solemne. “Era serio desde el punto de vista de la personalidad, pero juvenil y con sentido del humor. Tenía sentido de la autoridad, se hacia respetar y tenía mucha entrada con los alumnos. Su conocimiento de lo que enseñaba era enorme y sus clases de Literatura te atrapaban. Se veía que le gustaba dar clase y que estaba totalmente convencido de su vocación sacerdotal. No lo podías dudar. Era muy sobrio y uno lo sentía cura mas allá de que aún no lo era”, destaca De Carolis.
Un cura cercano
El maestrillo de Flores de origen italiano los seduce sobre todo por su sentido del humor. Un día le preguntó a un alumno poco aplicado quién había escrito El Cid Campeador. Ante la falta de respuesta, le da dos opciones: “¿Cervantes o Anónimo?” El alumno al azar contesta: “Anónimo”. “¡Muy bien! ¿Carlos o Juan Anónimo?”, “Juan”, contesta el alumno, haciendo estallar en carcajadas a toda la clase.
Además de ser profesor de Literatura y Psicología, en 1964 Jorge llega a subdirector de la Academia de Literatura Santa Teresa de Jesús e ingresa a la Academia de Oratoria que también hay en el colegio. Y en 1965 es nombrado director de la Academia de Literatura.
“Lo que enseñaba me atraía no sólo porque me hacía descubrir placer y posibilidades infinitas en el escribir y el leer, sino porque también me estimulaba a pensar. Insistía en que exploráramos todo con la cabeza, incluso en materia de religión, cuya enseñanza no era su principal responsabilidad pero obviamente estaba muy presente en todo lo que hacía. En este terreno, transmitía seguridad y alegría”, evoca Rogelio Pfirter, diplomático que se destacó como embajador argentino en Londres en el período de la reconciliación argentina-británica. (…)
En el curso de 1964 el maestrillo Bergoglio enseña literatura española y cubre un amplio espectro: los juglares, Cervantes, Fray Luis de León, (…) los barrocos, la disputa entre Góngora y Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, el modernismo, los Machado. Ese mismo año, al acercarse la Semana Santa, dedica una clase a leer a un análisis médico de los pavorosos dolores físicos sufridos por Cristo en la Cruz, desde el primer clavo hasta su muerte.
El curso de 1965 lo dedica a
la literatura argentina. Una buena parte, al Martín Fierro y la literatura gauchesca en general, temas que le interesan especialmente.
En este marco y como el colegio tiene como política alentar experiencias de tipo universitario, comienza a invitar a algunos escritores a dar cursillos de dos o tres días, abiertos a todo publico, sobre autores y temas literarios varios. Así, pasan por la Inmaculada, como profesores temporarios, María Esther Vázquez (que habla sobre Borges, Mallea y Mujica Lainez), María Esther de Miguel (que diserta sobre narrativa argentina) y el mismo Borges (que expone sobre literatura gauchesca).
“Borges llegó a Santa Fe en agosto
de 1965, solo, con bastante frío y ya casi ciego. Bajo la conducción de Jorge, los alumnos nos repartimos y desvivimos en atenderlo; tengo muy grabada su gran accesibilidad, así como su inconfundible y pausada voz”, afirma Pfirter. (…)
Bergoglio se manejaba en estas ocasiones con mucha sencillez, bajo perfil y nula búsqueda de protagonismo, no muy común en los jesuitas de aquellos tiempos”.
De la visita de Borges –cuya obra Bergoglio les hace leer extensamente a sus alumnos– nace la publicación de un libro titulado Cuentos originales (Santa Fe, Castellvi, 1965), experimento bergogliano que reúne 14 relatos escritos por siete alumnos, todos ellos miembros de la Academia de Literatura Santa Teresa.
Él mismo idea y lleva adelante el proyecto, incluso recluta a Borges para que lo ayude a seleccionar a los autores y a escribir el prólogo. El breve libro se agota rápidamente y se publica una segunda edición; favorece su éxito una faja de papel, más ancha que el titulo, que lo envuelve y anuncia en grandes letras: “Prólogo de Jorge Luis Borges”.
Misionar, una vocación
El ano 1965 marca el final de la época clásica para la Inmaculada Concepción. Culmina el Concilio Ecuménico Vaticano II y se elige al padre Pedro Arrupe como superior general de la Compañía de Jesús. Arrupe visita el Colegio de la Inmaculada ese mismo año y conoce al joven Bergoglio. Este sueña con irse a misionar a tierras lejanas. De hecho, le escribe a Arrupe para pedirle ir a Japón. Pero, debido a sus problemas de salud, le dicen que no. Es un golpe duro. (…)
“Fue muy bueno el padre Arrupe porque me dijo: ‘Usted no es tan santo para convertirse en misionero’. Y lo que me dio mucha fuerza para convertirme en jesuita fue la misionariedad: ir afuera, ir a la misión a anunciar a Jesucristo, y no quedarnos encerrados en nuestras estructuras, muchas veces caducas. Es eso lo que me movió”, revela.
En Córdoba
Elisabetta Piqué presentará en Córdoba Francisco. Vida y revolución el próximo viernes 22 de noviembre a las 19. Será en Galileo, espacio multicultural, Gauss 5700, Villa Belgrano, Córdoba capital. Acompañarán a la autora José Oreste Gaido (por Galileo) y Julio Perotti, prosecretario de Redacción de La Voz del Interior.
Fuente: La Voz
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