Este viernes se cumple el segundo año del pontificado del primer Papa argentino, Jorge Mario Bergoglio que le dio nueva vida y dinamismo a la iglesia.
El humo blanco y el anuncio de «habemus papam» antecedieron el 13 de marzo de 2013 a la primera aparición de Jorge Bergoglio como Francisco, a secas, no Francisco I como tuvo que salir a aclarar el Vaticano a las pocas horas.
Con ese gestio se dio inicio a un papado que en sus primeros dos años estuvo signado por la reforma interna de la Santa Sede, un contacto informal y transparente con los fieles y una intervención directa en pos de la paz ante diversos conflictos internacionales.
Un día después de ser elegido, el primer papa jesuita ofició su primera misa en la Capilla Sixtina, al cuarto día ya presidió su primer Ángelus ante 150.000 personas que le dieron la bienvenida en la Plaza San Pedro y al quinto recibió a la primera autoridad extranjera en su rol de jefe del Estado del Vaticano: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Al poco tiempo comenzaron los llamados «gestos» que atraviesan hasta hoy su papado: abandonó el papamóvil blindado por un vehículo descubierto que le permitió un contacto directo con los fieles, recibió un anillo del pescador hecho de plata en lugar de oro y decidió que la Casa de Santa Marta sea su residencia, un lugar mucho más austero que el suntuoso Palacio Apostólico.
Durante su primera Semana Santa Francisco ya inició sus discursos de denuncia contra el poder del dinero, la guerra y la corrupción y conmovió a muchos cuando realizó el tradicional lavado de pies en un reformatorio de menores en vez de en la tradicional Basílica de San Juan de Letrán.
Su primer viaje fue a un lugar lleno de simbolismo: la isla de Lampedusa, desde donde denunció la «indiferencia» frente a los miles de inmigrantes africanos que ponen en riesgo su vida para llegar allí y pelear por un mejor futuro.
Fuera de Italia y el Vaticano, su primer traslado al extranjero fue en julio de 2013 a Río de Janeiro para participar de la Jornada Mundial de la Juventud, donde le pidió a los jóvenes que «hagan lío», encabezó el cierre ante más de tres millones de personas en las playas de Copacabana y se ganó el apodo del «papa de la gente», tal como tituló la revista Time.
Sus otros viajes fueron a Tierra Santa (del 24 al 26 de mayo de 2014), a Corea del Sur (del 13 al 18 de agosto de 2014), al Parlamento Europeo en Estrasburgo (el 25 de noviembre de 2014), Turquía (del 28 al 30 de noviembre de 2014) y Filipinas y Sri Lanka (del 12 al 16 de enero de 2015).
En el plano internacional, como jefe del Estado vaticano, en estos dos años Francisco se reunió con los líderes más importantes del mundo: Barack Obama, Vladimir Putin, Angela Merkel, Ban Ki-Moon, Mahmoud Abbas y Benjamin Netanyahu, entre otros.
Se destacó en tener un rol preponderante en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba después de permanecer 53 años congeladas, en buscar acercar a Israel y Palestina en un acuerdo de paz y en instar a la comunidad a lograr que cesen las hostilidades en Siria, Irak, Nigeria y Ucrania.
En el interior de la Santa Sede Francisco se ocupó de instaurar un mayor control a las cuestionadas finanzas al crear un nuevo Consejo, integrado por religiosos y laicos, para coordinar todas las actividades económicas y aprobar un Motu propio (decreto papal) para profundizar la lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo.
Una de las reformas más importantes fue la institucionalización del Consejo de Cardenales, un nuevo órgano que aconseja al papa y que trabaja en la reforma de la Curia (gobierno del Vaticano) y de la Constitución apostólica.
Igual de relevante fue la decisión del pontífice de crear una comisión para investigar los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia Católica, un tema que Francisco no esquivó como demostró al reunirse con seis víctimas y pedir «perdón» a todos los que sufrieron los acosos de curas pedófilos.
Otra de las acciones clave de estos dos años de papado fue la convocatoria en octubre de 2014 de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos que se centró la familia y que dio cuenta de las dificultades que existen entre los religiosos para lograr un consenso en temas como los divorciados con nueva unión, las parejas de hecho, el matrimonio igualitario, la adopción en parejas homosexuales y el alquiler de vientre.
Francisco también trabajó en la unión de las diversas iglesias cristianas como demostró sus reuniones con los líderes de las Iglesias anglicanas, copta, siro-malabar y apostólica armenia, además de los reconocimientos internos en la histórica doble canonización de sus antecesores Juan XXIII y Juan Pablo II en la que también participó el papa emérito Benedicto XVI.
Los desafíos a futuro tampoco son pocos con la continuidad del sínodo que debate temas de familia, profundizar el trabajo de la red mundial de escuelas Scholas Ocurrentes que encabeza e instalar la discusión de tópicos polémicos como el celibato sacerdotal, que reconoció hace poco que está en su agenda.
En cuanto a viajes está pautado que en septiembre de este año se traslade a México y Estados Unidos (donde hablará ante el Congreso en Washington) y en 2016 vaya a Sudamérica en un itinerario que quizás en la primavera podría incluir a Argentina en el marco de los festejos por el Bicentenario de la independencia.
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