Un día de protestas, huelgas y saqueos agita la tensión social en Brasil. Miles de manifestantes tomaron las calles del país en la jornada de «lucha contra la Copa»; alivio en el gobierno, que esperaba una mayor movilización.
Marchas, huelgas, saqueos… Una agitada jornada de movilización convocada por diversos grupos en todo Brasil agudizó ayer la tensión social que suplantó el clima de fiesta en el que debería estar envuelto el país cuando faltan 27 días para que comience el Mundial de fútbol.
Los organizadores del Día de Lucha contra la Copa -sindicatos, agrupaciones estudiantiles, asociaciones de maestros, partidos de extrema izquierda, anarquistas y los movimientos de trabajadores sin techo y sin tierra- esperaban resucitar el espíritu de indignación masiva que, en junio del año pasado, llevó a millones de personas a las calles en rechazo al multimillonario gasto público en estadios para el Mundial y en reclamo de mejores servicios públicos.
Si bien miles de personas participaron de los actos y marchas en una veintena de ciudades, incluidas las 12 que serán sede de los partidos que comienzan el próximo 12 de junio, no se trató del «día de furia» tan temido por el gobierno de Dilma Rousseff.
En San Pablo, por la mañana, cientos de militantes del Movimiento de Trabajadores Sin Techo y del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra bloquearon las principales vías de acceso a la ciudad. Por la tarde, fueron grupos de estudiantes y maestros quienes cortaron la emblemática avenida Paulista; hubo algunos tumultos, neumáticos incendiados, corridas en medio de gases lacrimógenos, y por lo menos 20 jóvenes fueron detenidos por la policía, que estimó en 7000 personas el tamaño de la manifestación.
En Río de Janeiro, fuertemente custodiados por policías, unos 1300 cariocas se reunieron frente a la Estación Central de trenes, sobre la avenida Presidente Vargas. En Brasilia, cientos de manifestantes invadieron la sede de la empresa Terracap, responsable por la construcción del estadio Mané Garrincha, hasta ser desalojados por las fuerzas de seguridad. Manifestaciones menores se realizaron en Belo Horizonte, Porto Alegre, Curitiba, Salvador, Fortaleza, Natal, Manaos y Cuiabá.
Ya en Recife, donde la policía militar está de huelga desde anteanoche en reclamo de un ajuste salarial, la situación se tornó más violenta. Durante la madrugada, ocurrieron 11 homicidios y se registraron varios saqueos a comercios de electrodomésticos, ropa y supermercados, en los cuales hubo 48 detenidos. Ante el temor generalizado, muchas escuelas y comercios decidieron no abrir sus puertas. Para garantizar el orden, el gobierno central envió efectivos del Ejército y de la Fuerza Nacional.
«No negamos los conflictos, tenemos que aprender a convivir con ellos. No hay ninguna vergüenza en eso, pues vergonzoso sería no reconocerlos y no buscar soluciones», señaló, con cierto alivio, la presidenta Rousseff sobre el final del día, en alusión a los manifestantes que demandaban más inversiones en educación, salud, transporte y vivienda, además de aumentos salariales específicos.
Para el gobierno, que consideraba la jornada como un termómetro de lo que puede suceder durante el campeonato, al final hubo más tranquilidad. El Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) de la Presidencia tenía previsto alterar sus planes para el Mundial si la movilización de ayer alcanzaba la magnitud de las de junio último, justo antes de la Copa de Confederaciones.
Pero sin la adhesión de la clase media, como sí ocurrió el año pasado, la ola de protestas parece estar contenida en grupos organizados, como los que se manifestaron ayer, o los sindicatos que ya hicieron huelgas, como los conductores de ómnibus, maestros, agentes policiales, trabajadores metalúrgicos y empleados públicos.
Según los organizadores del Día de Lucha contra la Copa, la menor convocatoria de las protestas de ayer se debe a que desde junio del año pasado la policía reprimió violentamente muchos de los actos realizados.
«Es cierto que hubo casos de vandalismo, pero la mayoría de las veces fue la propia policía la que inició la violencia. Y eso ahuyentó a mucha gente de las manifestaciones», comentó el estudiante de Administración Rafael Dias, de 21 años, integrante de la Asamblea Nacional de Estudiantes (ANEL).
Gran impulsor de la Copa, ni el excrack futbolístico nacional Pelé se salvaba de las críticas ayer: en uno de los carteles que los manifestantes cargaban se podía ver su foto con la leyenda «traidor del siglo».
«El pueblo brasileño tiene el fútbol en su ADN y sabe diferenciar entre el juego y la utilización política que se está haciendo. La presidenta habla mucho del legado de la Copa, pero al final la mayoría de las obras prometidas están inacabadas o fueron canceladas; ¡hasta los estadios fueron inaugurados sin terminar!», señaló Cyro García, presidente del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) en Río de Janeiro, para quien Rousseff pagará en las elecciones de octubre por las fallas organizativas, el despilfarro de dinero y la corrupción que minaron este Mundial.
Fuente: La Nación
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