Dos semanas después del terremoto que asoló el noreste de Japón y causó más de 27.000 muertos y desaparecidos, la planta de energía atómica de Fukushima sigue siendo el epicentro de una crisis nuclear que hoy dio nuevos sobresaltos.
El devastador seísmo de 9 grados Richter y el tsunami posterior dañaron el sistema de refrigeración de la central de Fukushima Daiichi, donde desde entonces trabajan día y noche operarios, militares y bomberos para mitigar el peligroso sobrecalentamiento de sus seis reactores de agua en ebullición.
La unidad 3, considerada la más peligrosa porque además de uranio contiene plutonio, disparó hoy las alarmas al detectarse en ella agua con un elevadísimo nivel de radiación, 10.000 veces superior al que tiene el agua en el interior de un reactor en funcionamiento.
La Agencia de Seguridad Nuclear de Japón admitió hoy que el agua podría haberse filtrado desde el núcleo del reactor por un posible daño en su vasija, en sus válvulas o en las tuberías que lo conectan a las turbinas.
Un portavoz de ese organismo dijo que es posible que el reactor esté dañado, aunque consideró prematuro emitir un juicio y apuntó a que los datos muestran que aún hay presión en su interior, lo que apunta a que mantiene al menos en parte sus funciones de contención.
Ayer, dos operarios tuvieron que ser hospitalizados al resultar expuestos a elevados niveles de radiación cuando trabajaban en el depósito de turbinas de la unidad 3 con los pies cubiertos por ese líquido.
En los análisis posteriores, se confirmó que el agua tenía una concentración de 3,9 millones de becquerel de material radiactivo por centímetro cúbico.
Según la agencia local Kyodo, hoy se detectó agua también altamente radiactiva en los edificios de turbinas de las unidades 1 y 2 de la central nuclear, que llevaba cuatro décadas activa cuando ocurrió el desastre.
Las elevadas radiaciones se presentan como el principal obstáculos para los trabajos de los operarios, 17 de los cuales ya se han visto expuestos a niveles que superan el límite normal de 100 milisievert establecido para situaciones de emergencia.
Para el caso concreto de Fukushima, en vista de la gravedad de la situación, el límite se ha establecido en 250 milisievert.
La larga crisis en la central nuclear ha dejado en segundo plano buena parte de la tragedia humana causada hace dos semanas por el temblor, el mayor en la historia de Japón, y el fuerte tsunami que lo siguió.
Al menos 10.066 personas murieron y otras 17.452 están desaparecidas, según el último recuento de la policía, mientras que cerca de 250.000 evacuados residen en 1.900 refugios temporales.
Hay al menos 18.000 casas destruidas y más de 130.000 edificios dañados, sobre todo en las zonas costeras del noreste japonés, y las estimaciones iniciales hablan de daños en viviendas y carreteras por entre 16 y 25 billones de yenes (139.000 y 217.000 millones de euros).
Una parte de los evacuados ha tenido que abandonar sus viviendas por el fantasma de la radiación, que hizo sonar las alarmas en un radio de 20 kilómetros en torno a la central nuclear cuando la zona todavía se estaba reponiendo de los efectos del seísmo.
Hoy, el ministro portavoz, Yukio Edano, dijo que el área de evacuación se mantiene en 20 kilómetros, pero animó a los residentes de entre 20 y 30 kilómetros a desplazarse a otros lugares para mejorar su calidad de vida ante los problemas para hacerles llegar alimentos, gasolina y otros suministros básicos.
Edano evitó referirse al riesgo de la radiación en ese perímetro, pese a que residentes y municipios de las zonas afectadas han criticado la «lenta respuesta» del Gobierno ante la crisis en la central.
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