EL DEBATE ENTRE LOS PAISES DEL BLOQUE SOBRE LA LLEGADA MASIVA DE NORAFRICANOS
El gobierno de Berlusconi piensa que el tema inmigrantes es una cuestión de toda Europa. Francia y Bélgica temen que la gran masa de tunecinos llegados a Italia quiera radicarse en sus países
Si la posición de los distintos países europeos y las negociaciones con la Comisión Europea sobre los inmigrantes del Norte de Africa siguen como hasta ahora, las bases de la Unión Europea corren riesgo de resquebrajarse.
La contraposición entre Italia –que recibe a la mayor parte de los inmigrantes desde que comenzó el cambio en los países árabes– y países como Francia, Alemania y Bélgica se hace cada vez más pronunciada. Los gobiernos de estos países se niegan a aceptar que los inmigrantes puedan tener libre circulación por el Viejo Continente una vez que entran a uno de los países de la Unión Europea (UE), como prevé el Código de Fronteras de Schengen que rige desde 2006. Critican a Italia por haber firmado un decreto que concede permisos de estadía provisorios a los inmigrantes y que les permitiría desplazarse a otros Estados.
Lo que temen Francia y Bélgica, principalmente, es que la gran masa de tunecinos llegados a Italia desde enero quiera a toda costa radicarse en países de lengua francesa, dado que Túnez fue colonia francesa hasta 1956. Estos países han ordenado a sus fuerzas de seguridad hacer controles estrictos en las fronteras y rechazar a cualquiera de ellos que intente pasarlas. En efecto, cientos de tunecinos están a la espera de lo que suceda en Ventimiglia, un paso italofrancés en la costa mediterránea. El sábado, sin embargo, unos pocos de ellos lograron pasar luego de un cuidadoso control de la policía francesa (ver recuadro). Pero el mismo día por la tarde, el gobierno de Nicolas Sarkozy emitió un comunicado advirtiendo que «ningún clandestino ha entrado en Francia con el permiso de estadía entregado por Italia». Todo parece bastante confuso, pero la rigidez de las posiciones no parece haber cambiado.
Refiriéndose a los inmigrantes días pasados, el ministro del Interior italiano, Roberto Maroni, habló de «tsunami humano», y tal vez no esté tan lejos de que sea verdad. Italia dice haber recibido desde enero 25.000 inmigrantes, mayormente de Túnez, pero últimamente también de Libia. De este país no vienen sólo libios sino también trabajadores de Eritrea, de Somalia, de Nigeria, de Bangladesh, de Sudán radicados en Libia y que ahora escapan de la guerra.
Después de dos viajes a Túnez, Maroni logró firmar un acuerdo son su homólogo tunecino para que se intensifiquen los controles en los puertos. Pero con Libia no hay ninguna conversación en este sentido. De hecho, el Tratado de Amistad que habían firmado Italia y Libia en 2008 y que preveía el control de las costas por parte de los libios, ha quedado sin efecto. Y hay quien piensa, como el general Giorgio Piccirillo, exponente de los servicios secretos italianos, que los inmigrantes podrían ser «el arma secreta del coronel Khadafi contra Italia», al sentirse traicionado por el amigo de Berlusconi desde que Italia aceptó la creación de la No Fly Zone. Según Piccirillo, Khadafi habría liberado unos 15.000 exiliados africanos que estaban detenidos en centros-cárceles de Libia, para dirigirlos a las costas italianas.
El gobierno de Silvio Berlusconi piensa que el tema inmigrantes no es una cuestión italiana sino de toda Europa. Maroni dice que de hecho, al impedir la circulación de todos ellos, se están anulando los acuerdos de Schengen. El primer ministro francés, François Fillon, por su parte, habla de que el único destino de los inmigrantes «es volver a su país». La ultraderechista francesa Marine Le Pen agrega que si es elegida presidente, pedirá renegociar los acuerdos de la UE, en particular, el tratado de Schengen. Y si no se da, propondrá un referéndum para que Francia salga de la Unión Europea. El presidente italiano Giorgio Napolitano, por su parte, espera que se encuentren soluciones acordadas a nivel europeo, y el ministro de Economía italiano, Giulio Tremonti, habla de que es necesario cambiar la Constitución europea para afrontar las dos emergencias actuales: la ola migratoria y el post Fukushima. «Si La UE paga los tests de calidad para las centrales nucleares debería también intervenir en la otra emergencia», dijo.
Mientras tanto, los inmigrantes siguen llegando a territorio italiano. Son desplazados a distintos centros repartidos por todo el país y unos 10.000 de ellos recibirán permisos de permanencia transitorios. Costo total de la operación, cerca de 110 millones de euros. Según algunos analistas, la unidad europea en crisis a causa de la inmigración, podría ser una de las temidas y presentidas consecuencias para la UE de las revueltas árabes. Pero no está dicho que sea la única.
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