La oscura relación entre la Familia Real Holandesa, Perón y Evita. Una historia de rumores y negocios turbios pocas veces contada
Faltan apenas tres días para que Máxima Zorreguieta se convierta en Reina de Holanda, tras la entronización de su marido. Pero este no será el único episodio histórico que una a la Argentina con la Casa reinante holandesa: seis décadas atrás, un príncipe holandés mantuvo una relación muy especial con Evita y Perón, una historia de rumores y negocios turbios pocas veces contada.
El príncipe Bernardo de Lippe Biesterfeld era el abuelo del príncipe Guillermo Alejandro, esposo de Máxima. Elegante, deportista, amante en igual medida de las mujeres y los sobornos, provenía de una familia alemana algo pobre y de tendencia nazi, y logró uno de los matrimonios más conveniente del siglo XX, al casarse en 1937 con la reina Juliana de Holanda. Fue el padre de la reina Beatriz, quien abdicará al trono.
Azares de la vida permitieron que este alemán transformado en príncipe holandés (uno de los fundadores del grupo Bildelberg y de la organización ecologista WWF) lograra una cercana amistad con el general Perón y su esposa en los años 50. En el marco de esa amistad -e impulsado por la necesidad del Gobierno holandés de reforzar las relaciones bilaterales-, Bernardo llegó a nuestro país el 4 de abril de 1951.
Muy agasajado por la pareja presidencial, el príncipe visitó la Fundación Eva Perón y asistió a la primera lectura del libro “La razón de mi vida”. El historiador Félix Luna recuerda que el príncipe quedó “maravillado por la belleza de Eva Perón y le hizo varios regalos”, entre ellos valiosas joyas y una importante condecoración holandesa. En la prensa europea siempre circuló el rumor -nunca comprobado- de que el seductor Bernardo fue mucho más que un amigo para Eva Perón. Perón, mientras tanto, recibió como regalo holandés un tren bautizado “El Líder”.
En Argentina, sin embargo, su misión era otra: Bernardo de Holanda vino para ayudar a la pareja presidencial en varias negociaciones empresariales cuyo contenido no fue nunca completamente aclarado. Según el historiador Norberto Galasso -en su libro biográfico sobre Perón- Evita “por intermedio del príncipe”, compró a Holanda 5.000 pistolas automáticas y 1.500 ametralladoras, “que serán entregadas a los obreros en caso de que se repita un alzamiento militar».
Otra parte de esta historia la cuenta el escritor holandés Harry van Wijnen, quien asegura que “el gobierno holandés le dio 15 millones de dólares como soborno al gobierno de Perón para construir una vía férrea a manos de una empresa holandesa, pero sin el conocimiento de Bernardo”. Algunos, sin embargo, afirman que el príncipe estaba perfectamente enterado de todo, y que fue él mismo quien “aconsejó” al Gobierno holandés que sobornase a Perón para que aceptase el negocio ferroviario.
Lo cierto es que Bernardo nunca desestimó jugar “sucio” cuando se trataba de conseguir negocios. En 1976, por ejemplo, tuvo que renunciar a sus cargos militares al saberse que cobró un soborno de 1 millón de dólares a la empresa aeronáutica estadounidense Lockheed para ejercer como intermediario para que el gobierno adquiriera aeronaves fabricadas por ellos.
Lo cierto es que, en 1951, el “consejo” de Bernardo le reportó a Holanda un negocio de más de 100 millones de dólares, y ganancias netas que, de acuerdo con el Partido Socialista holandés, oscilaron entre los 15 y 20 millones de dólares. El gobierno de Perón, sin embargo, cayó en la trampa: pensaban que la amistad del sagaz Bernardo era desinteresada y sincera.
En su libro «Eva Perón, viva o muerta», Alfonso Crespo cuenta que Perón quiso pedir ayuda a Bernardo de Holanda en 1955, cuando la Revolución Libertadora lo depuso y tuvo que exiliarse. Se llevó una gran sorpresa.
Estando en las Guayanas holandesas, Juan Domingo Perón le envió un mensaje urgente a Bernardo, que casualmente se encontraba de viaje en la región. “Ni siquiera me contestó”, se lamentó Perón.” Este hombre tenía obligaciones conmigo. Cuando fue a la Argentina, yo le traté con todos los honores”.
Pero Bernardo era un “empresario” que velaba por los intereses de su país, y ya no estaba obligado a relacionarse con líderes caídos en desgracia. «Esperaba que Bernardo fuese un caballero por su condición de alemán”, explicaba Perón, “pero vi que ni siquiera merecía ser alemán. ¿Quién es el príncipe Bernardo? ¡Una mierda, como decimos nosotros!».
Fuente: (*)Especial para Perfil.com.
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