El Papa Benedicto XVI celebró ayer la misa del Domingo de Ramos ante 40 mil fieles en la Plaza de San Pedro del Vaticano y con ello dio inicio a las festividades de la Semana Santa católica.
La ceremonia comenzó con una larga procesión que duró más de media hora y que estuvo conformada por cardenales, obispos, sacerdotes y feligreses que, ramo de olvido en mano, acompañaron al obispo de Roma que se trasladó a bordo del «papamóvil».
La caminata recordó el pasaje bíblico del ingreso de Jesús en Jerusalén aclamado por una multitud antes de ser apresado y condenado a morir en la cruz.
Durante el sermón de la misa Benedicto XVI aseguró que el hombre desea «ser como Dios» y alcanzar «las alturas» pero en realidad el mal lo tira para abajo, para la tierra.
«La humanidad realizó tantas cosas: somos capaces de volar, podemos vernos, escucharnos y hablarnos de una parte a la otra del mundo. Aún así la fuerza de gravedad nos tira para abajo, junto con nuestras capacidades no creció solamente el bien», dijo.
«También las posibilidades del mal aumentaron y se ponen como tempestades amenazadoras sobre la historia. No siempre las grandes conquistas de la técnica nos hacen libres y son elementos de progreso de la humanidad», agregó.
Según el obispo de Roma, pese a todos los avances el ser humano mantiene sus límites; puso como ejemplo de esas limitaciones las catástrofes que han afligido y continúan a afligir, en los últimos meses a la humanidad.
«Todos los elementos del crecimiento son eficaces solamente si, con humildad, reconocemos que debemos ser tirados hacia el alto, si abandonamos la soberbia de querer nosotros mismos hacernos como Dios y nos confiamos a la verdad de su amor», estableció.
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