LA UNION EUROPEA SE MOSTRO SORPRENDIDA POR LA POSTURA DE PARIS DE CONSIDERAR INTERLOCUTOR AL CONSEJO NACIONAL LIBIO. Francia reconoció a los opositores a Khadafi
Sarkozy propondrá en Bruselas una serie de «ataques aéreos contra blancos precisos» en Libia, según trascendió. El dictador lo amenazó con develar un secreto que tiene que ver con su campaña electoral. La UE, dividida sobre cómo actuar.
Nicolas Sarkozy avanzó en solitario en el terreno minado de la revolución libia e hizo de Francia el primer país en el mundo que reconoce al Consejo Nacional Libio de Transición, CNLT, la estructura que reúne a la dispar oposición a Muammar Khadafi. Contrariamente a sus colegas de la Unión Europea, que apenas se asoman a la puerta, Sarkozy anunció que reconocía al Consejo Nacional Libio «como el único representante del pueblo libio». Al mismo tiempo, el presidente decidió enviar un representante diplomático de Francia a la localidad de Benghazi donde los rebeldes instalaron su sede. En respuesta a ese gesto, Muammar Khadafi reaccionó como un felino incontinente y amenazó con revelar «un secreto grave que acarreará la caída de Sarkozy» y que concierne «al financiamiento de su campaña electoral».
Sarkozy tomó la decisión de hacer de la oposición libia el interlocutor legítimo y exclusivo luego de entrevistarse en París con dos representantes del Consejo Nacional Libio de Transición, Ali Essaoui, el ex ministro de Economía de Khadafi y renunciante embajador del régimen en la India, y Mahmud Jebril, responsable de la célula de crisis del Consejo. Según los dos hombres, Sarkozy les adelantó que hoy, durante la cumbre especial sobre Libia que se celebra en Bruselas, el presidente presentará un «plan global» sobre el país a sus socios de la Unión Europea. Responsables cercanos al dossier dejaron filtrar a la prensa una información de peso: según estas fuentes, Sarkozy propondrá en Bruselas una serie de «ataques aéreos contra blancos precisos» y «extremadamente limitados», así como la «intercepción» de los sistemas de transmisión de Khadafi. Esta información, sin embargo, no fue confirmada por la presidencia francesa. Hay que tomar todas estas especulaciones y decisiones con una distancia casi budista. Occidente nos ha acostumbrado a las grandes palabras y a los hechos de corto alcance.
Las divisiones en el seno de la Unión Europea con respecto a la forma de impedir que Khadafi aplaste la revuelta libia son además consistentes. La UE dijo estar «sorprendida» por los anuncios de Sarkozy. De hecho, la Unión Europea vive de sorpresa en sorpresa y con cada una de ellas –Revolución de los Jazmines en Túnez, caída de Mubarak en Egipto, etc., etc.– se descascara un poco más su máscara de falsedades y la oprobiosa colusión de intereses entre los valores que defiende –democracia, derechos Humanos, derechos cívicos– y los negocios que hace a espaldas de esos valores.
Por lo pronto, las opciones que maneja el jefe del Estado francés incluyen la instauración de una zona de exclusión aérea, aunque bajo condiciones. París antepone una resolución de las Naciones Unidas y la intervención en los operativos de los países árabes. Sarkozy no se suma a la idea de una intervención militar en Libia orquestada por Washington o la OTAN. Según revelaron diputados de la mayoría gobernante que participaron en una reunión con Sarkozy, el presidente les dijo: «No vamos a enfrascarnos en otro Afganistán». Los europeos sí están enfrascados en sus antagonismos. Mustafá Gheriani, portavoz del Consejo Nacional Libio de Transición, saludó la decisión de París de reconocer a esa entidad: «Es el primer clavo en el ataúd de Khadafi. Esperamos que toda Europa lo siga». Nada es, sin embargo, más improbable. Catherine Ashton, la estratosférica representante de la UE para la política exterior, dijo que no había que precipitarse «de manera unilateral en el reconocimiento de algunos grupos. Según nuestro punto de vista, todo reconocimiento debería ser defendido por la Liga Arabe y discutido en la ONU. No debe ser una decisión unilateral». Cabe advertir que la señora Ashton no es un ejemplo ni de audacia ni de acierto diplomático. Sarkozy le salió al paso junto al primer ministro británico, David Cameron. Ambos hicieron pública una carta remitida al Consejo Europeo que se reúne hoy en la cual escriben «Khadafi y su camarilla deben partir». Cameron y Sarkozy instan a sus socios europeos a «enviar una señal política clara» diciendo que «nosotros consideramos» al CNLT «como un interlocutor político válido y una voz importante para en pueblo libio en esta fase».
Entre apurones diplomáticos, divergencias y contradicciones los cañones emergen de la bruma. Ayer, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, declaró que la Alianza Atlántica estaba «unida y lista para actuar». Acto seguido, Rasmussen aludió a una serie de «medidas adicionales» para hacer tangible la zona de exclusión aérea si la ONU lo decide y luego anunció el envío de barcos adicionales al Mediterráneo con el fin de supervisar el embargo sobre las armas aprobado por Naciones Unidas. Los analistas europeos ponen de relieve una paradoja sustancial: aunque Khadafi gane la guerra contra la oposición está políticamente muerto. Hace unas tres semanas su situación era exactamente contraria.
El semanario satírico francés Le Canard Enchaïné, especialista de las revelaciones turbias, citó en su edición del miércoles un elogioso informe del FMI sobre Libia publicado en la página Internet del Fondo el pasado 15 de febrero. El semanario escribe que en ese informe el FMI «no cesa de felicitar al coronel Khadafi y su gobierno por la calidad de la gestión presupuestaria y por las reformas emprendidas». El único reproche que se le hace a Khadafi es «no privatizar lo bastante rápido los bancos y el mercado local de capitales». El FMI incurrió en las mismas felicitaciones con respecto a Túnez y Egipto. Las revueltas democráticas enterraron a esos buenos gestores como ahora lo están haciendo con Khadafi.
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