BASHAR AL-ASSAD CAMBIO EL GABINETE PARA CALMAR LA SITUACION
Mientras la Casa Blanca le exige una apertura política, el presidente gana tiempo, promete hablar al pueblo y levantar el estado de sitio que lleva décadas. Masivas manifestaciones a favor y en contra del gobierno.
El presidente Bashar Al-Assad le aceptó ayer la renuncia al gabinete sirio. Las autoridades intentan frenar las protestas que hace semanas se realizan para demandar cambios políticos, en las que ya participaron cientos de miles de ciudadanos. Los sirios siguen esperando un discurso del presidente Assad, quien permaneció en silencio durante los once días que lleva la crisis, pero prometió reformas como el levantamiento del estado de emergencia, que estuvo vigente durante los últimos 50 años. Se espera que hoy se pronuncie el gobernante al respecto. Los manifestantes quieren ver una verdadera reducción del poder arbitrario que ostentan las fuerzas de seguridad y que les concedan garantías de mayores derechos políticos y civiles. La Casa Blanca volvió a exigir apertura.
El presidente tiene apoyo, a lo que se le suma el miedo de importantes sectores, que piensan que las divisiones sectarias pueden terminar en violencia. La asistencia a las manifestaciones de ayer se reforzó. Hubo «marchas de lealtad a la nación», en las que los manifestantes cantaron a favor de Bashar Al-Assad. «El pueblo quiere a Ba-shar», entonaban. Las escuelas y las instituciones estatales permanecieron cerradas para que la convocatoria fuera masiva.
La renuncia del gabinete es sobre todo simbólica, ya que sus 32 miembros tienen poco poder, que está concentrado en las manos del presidente, de sus parientes y de los funcionarios que se desempeñan en el aparato de seguridad. Naji al Otari, primer ministro desde 2003, se quedará en el cargo hasta que se conforme el nuevo equipo gubernamental. Según Al Jazeera, deberá formarse un nuevo gobierno en las próximas 24 horas. Se espera que el presidente Al-Assad se dirija hoy a la nación y éste será su primer discurso en las casi dos semanas que llevan las manifestaciones.
El gobierno se muestra dividido y no se sabe cómo va a responder a los disturbios sin precedentes, que dejaron unos 61 manifestantes asesinados, en su mayoría en la ciudad sureña de Deraa. También hubo violencia en la ciudad portuaria de Latakia, que da a la costa mediterránea. Allí, la población está dividida entre sunnitas y alauitas, la secta minorita chiíta a la que pertenecen la familia Assad y otros miembros de la elite dominante. Las tropas están patrullando las calles del centro de la ciudad, mientras que las patrullas ciudadanas levantaron barricadas en las afueras.
En Deraa, la gente está exigiendo insistentemente un cambio de régimen. Pero es poco probable que el aparato de seguridad estatal permita que su poder se diluya. El presidente Assad, un médico de 45 años formado en el Reino Unido, parecía ser más proclive a las reformas cuando sucedió a su padre, Hafez Al-Assad, tras su muerte en 2000. Pero los cambios que introdujo fueron cosméticos, en su mayoría. Aquellos que pudieron beneficiarse de la atmósfera más liberal para criticar al régimen más tarde se convirtieron en el blanco gubernamental.
Las autoridades sirias tienen un largo historial de oposición a realizar concesiones y de luchar vigorosamente contra todos sus opositores. Hasta ahora, esta estrategia les permitió soportar la presión de Estados Unidos y de Israel, y los dejó aplastar a los movimientos domésticos opositores, como fue la guerrilla de los fundamentalistas sunnitas a principios de la década de 1980 y el malestar severo entre la comunidad kurda en 2004.
En un intento por aprovechar la iniciativa por parte de los manifestantes, el régimen está sacando a relucir el nacionalismo sirio y un supuesto complot contrario a la unidad del país. ¡Ultimas noticias: la conspiración fracasó!», se leía en una de las pancartas que llevaba un manifestante en una movilización en Damasco. Pero también estuvieron los más tradicionales cánticos de «Dios, Siria y Bashar». En Deraa, los manifestantes cambiaron el lema y gritaban: «Dios, Siria y libertad».
El gobierno también está atacando a los medios extranjeros y expulsó a tres periodistas de la agencia Reuters. En todos los países árabes que se vieron afectados por las protestas, los gobiernos lucharon para mantener el control de la información y de las comunicaciones.
Desde Londres, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, pidió que Siria termine con la represión a los ciudadanos que piden reformas. «Depende del gobierno sirio, de sus líderes, empezando por el presidente Bashar Al-Assad, probar que pueden responder a las necesidades de su propia población». En una conferencia de prensa, la ex primera dama dijo que para Washington los acontecimientos de Damasco seguían una lógica común a los que desde enero vienen sacudiendo al mundo árabe. «Esperamos que se conviertan en oportunidades de reforma en todos esos países. Queremos ver transiciones pacíficas, así como democracias que representen la voluntad de sus ciudadanos», afirmó. «Apoyamos la implementación de reformas que coincidan con las demandas de los ciudadanos a su gobierno, como la eliminación inmediata del estado de emergencia», agregó la secretaria de Estado.
* De The Independent de Gran Bretaña.
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