Esta importante Cumbre del día de hoy, en Bruselas tiene un aspecto decisivo para Grecia.
PARIS.– El futuro de Grecia y de la zona euro se juega hoy en Bruselas en una reunión de vida o muerte, que, según su desenlace, puede desencadenar una nueva crisis financiera de imprevisibles consecuencias.
La carrera contra el reloj para evitar el default griego se aceleró anoche, con un encuentro crucial entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en Berlín, en el que se consensuó una posición al respecto, aunque ambos mandatarios evitaron informar en qué consiste.
Sí trascendió que el plan para evitar la cesación de pagos de Grecia incluiría una participación del sector privado, tal como pedía Berlín. La reunión bilateral fue preámbulo de la cumbre de hoy «decisiva» para el futuro de la unión monetaria.
Durante la extensa reunión en la capital alemana, Sarkozy se esforzó en tratar de moderar la posición cada vez más intransigente que mantiene la canciller. Hace algunos días, irritado con la inflexibilidad de Merkel, al parecer dejó escapar su exasperación. «El egoísmo alemán es criminal porque prolonga la crisis», dijo off the record, según el semanario satírico-político Le Canard Enchaîné.
«Están en juego la estabilidad de la eurozona y la totalidad del proyecto europeo», reconoció ayer Luc Frieden, ministro de Finanzas de Luxemburgo.
Las divergencias son tan importantes que los jefes de Estado y de gobierno demoraron una semana en ponerse de acuerdo sobre la fecha y hasta último momento subsistían dudas sobre la hora de apertura de las deliberaciones.
Durante la cumbre de hoy, los 17 países de la eurozona deben imperativamente tranquilizar a los mercados financieros sobre su capacidad de evitar el contagio de la crisis, en momentos en que un eventual estallido de la moneda única ha dejado de ser tabú.
Los mercados, que hacen vacilar el euro desde hace semanas, esperan una respuesta firme y más ambiciosa que el segundo plan de rescate que se estudia para Grecia. Al mismo tiempo, Estados Unidos se inquieta por las consecuencias potencialmente devastadoras que podría tener la crisis europea para su economía.
El presidente Barack Obama llamó por teléfono a Angela Merkel: «Ambos estuvieron de acuerdo en la necesidad de tratar la crisis con eficacia para apoyar la reactivación económica en Europa y en el mundo», dijo la Casa Blanca.
Por su parte, el FMI hizo saber que su flamante directora, Christine Lagarde, estará presente en la cumbre. En ese contexto, todas las miradas convergieron sobre Alemania, primera economía del bloque, que se niega a pagar por los demás.
Símbolo de las profundas divergencias que enfrentan a Merkel con el Banco Central Europeo (BCE) y con los países del sur de Europa, Sarkozy tomó ayer la iniciativa de ir personalmente a Berlín a negociar con la canciller alemana el tiempo que sea necesario hasta desbloquear la situación.
Dos puntos trabaron durante semanas el acuerdo al que ambos mandatarios llegaron anoche: la participación de los bancos privados en el plan de rescate griego y la aceptación o no de un eventual default de la deuda, que podría ser provocado, según la forma que adopte esa participación privada.
Merkel exige esa contribución convencida de que -sin ese aporte- no podrá convencer a sus electores de aceptar nuevos préstamos. Esa posición es compartida por los gobiernos conservadores de Austria, Holanda y Finlandia, mientras que el resto de los europeos, así como el BCE, temen el efecto «bola de nieve» que podría provocar un default griego.
La cumbre de hoy debe definir un segundo plan de rescate para Grecia de unos 110.000 millones de euros, cuya mayor parte será financiada por préstamos europeos y por el FMI.
Hasta anoche, los diplomáticos examinaban cuatro hipótesis para montar ese plan: la compra de la deuda por parte de la misma Grecia, con dinero prestado por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FESF); la compra de la deuda griega directamente por el FESF, que la transformaría en obligaciones europeas para revenderlas a los acreedores de Grecia; la creación de un impuesto a los bancos europeos; la reestructuración de la deuda.
El gran desafío será escoger el sistema que evite el contagio de la crisis a otros países de la eurozona, como Italia o España, y no ponga en peligro la existencia misma de la moneda única. Consciente de que el éxito o el fracaso de la cumbre reposa sobre sus hombros, Merkel intentó ayer aportar una nota de optimismo y se declaró «muy esperanzada» en llegar a una posición común con Nicolas Sarkozy.
LAS POSIBLES SALIDAS
Reescalonamiento. Alemania quiere que los tenedores privados de bonos griegos intercambien sus títulos por otros nuevos, con un vencimiento a más largo plazo. Francia propone que, en el momento de su vencimiento, los inversores reinviertan sus créditos en nuevas obligaciones, lo que se conoce como roll over. El problema es que las agencias de calificación considerarían estas operaciones como un default parcial, por lo que el Banco Central Europeo se opone tajantemente.
Recompra. El objetivo de esta opción es reducir el volumen de la deuda pública griega, que asciende a más del 150% del PBI. Una posibilidad sería que la recompra la realice Grecia tras recibir un préstamo de dinero del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). Otra es que el FEEF sea el que compre directamente deuda griega devaluada. Esta opción podría considerarse también como un default parcial. Alemania ve en esta posibilidad el inicio de un inaceptable proceso de mutualización de la deuda en la eurozona.
Tasa bancaria. Francia propone la imposición de una tasa especial a la banca en la eurozona. Así quedaría satisfecha la demanda alemana de que el sector privado coopere en el segundo rescate de Grecia sin provocar un default. Sin embargo, el sector bancario se muestra reacio.
Nuevos préstamos. La eurozona podría concederle a Grecia nuevos préstamos. Otra idea es darle al FEEF los mismos poderes que al FMI , para que provea fondos a países en dificultad sin necesidad del visto bueno previo de los gobiernos de la UE.
Reestructuración. Grecia renunciaría unilateralmente a reembolsar parte de su deuda, como hizo la Argentina en 2001. Oficialmente, los gobiernos europeos se oponen tajantemente, porque temen que los mercados luego apuesten contra la deuda de otros países, como Italia.
Eurobonos. Se trataría de préstamos contraídos conjuntamente por la zona euro, para mutualizar los riesgos de los distintos países. Alemania se niega, porque gracias a su sólida posición fiscal goza de intereses más bajos.
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