BERLUSCONI Y LA INMIGRACION. Los inmigrantes del norte de Africa, que llegan de a centenares a las costas italianas, se están transformando en una batalla clave para el gobierno de Silvio Berlusconi, que deberá librar tanto en la Unión Europea como ante sus electores que amenazan con quitarle el voto en las próximas elecciones administrativas si no lo resuelve rápidamente.
Berlusconi teme perder la influencia que hasta no hace muchos meses tenía en ambientes libios y perder para siempre el petróleo y el gas que compraba a buen precio. También teme perder los contratos que se estaban discutiendo con empresas italianas y las inversiones del ENI (ente petrolero italiano) en el país africano, así como las inversiones libias en Italia y, por qué no, las suyas personales en el canal árabe que controla con un amigo tunecino. Y sobre todo perder los acuerdos firmados con Khadafi a nivel de inmigración. El coronel se había comprometido a controlar la emigración hacia Italia y al parecer el acuerdo funcionaba.
Pero cuando se lanzó la ofensiva de la coalición para imponer la «No fly zone» de la resolución de la ONU, todo quedó en la nada y el líder libio no tuvo ningún problema en prometer venganza a los italianos, llamándolos «traidores». Pese a varias indecisiones desde el principio de la crisis y a que a Italia no le gustó el apurado bombardeo francés con el que debutó la operación –al parecer no se había informado previamente a los aliados–, la política exterior italiana parece estar tomando un nuevo rumbo. Están en juego muchas cosas, pero con esa capacidad de hacer malabarismos que tienen algunos políticos, el gobierno italiano estaría manejando varias alternativas para tratar de retomar su protagonismo. Para empezar, según la prensa italiana, se estaría preparando una propuesta de salida «honorable» para Khadafi –una suerte de salvoconducto para que pueda exiliarse– que al parecer el ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, llevaría el viernes a la reunión de los países africanos y la Liga Arabe que se realiza en Etiopía.
«Las imágenes de la casa bombardeada de Khadafi me han hecho sentir muy mal», dice Berlusconi, quien, según otras versiones, piensa hasta en la remota posibilidad de hacer un viaje relámpago a Trípoli para conversar con su ex amigo y de paso retomar su rol de «interlocutor válido» o iniciar uno de mediador. Los italianos querrían evitar que Libia termine dividida en dos, en la Cirenaica y la Tripolitania, lo que acabaría con todo lo que las relaciones bilaterales habrían construido hasta ahora.
¿Qué tiene que ver todo esto con los inmigrantes? Entre las muchas justificaciones que el gobierno italiano, en particular el ministro de Defensa Ignazio La Russa, dio para explicar la participación de Italia en la coalición, estaba la de que teniendo una activa presencia dentro, se podrá luego exigir que la Unión Europea tome parte activa en la cuestión de los inmigrantes, asunto que por ahora Italia está afrontando prácticamente sola. Los países miembros no han aceptado el traslado de parte de los inmigrantes a sus propios territorios, que es lo que pide Italia.
Según datos del ministro del Interior Roberto Maroni, desde enero llegaron a Italia 15 mil inmigrantes, en su mayoría tunecinos. En estos momentos en la isla de Lampedusa hay unos 5000, casi uno por habitante, cuando el centro de recepción de la isla tiene capacidad para sólo 800. Los demás duermen tirados por las calles o en el puerto, en condiciones de extrema suciedad y sin poder protegerse del frío o de la lluvia, sin un baño decente y a veces sin un plato de comida.
Hace dos días, en 24 horas habían llegado casi 1500 personas. Todo depende de las condiciones del mar, porque los inmigrantes llegan en grandes barcazas de pescadores llenas hasta el tope, en menos de un día de viaje si todo va bien. En la mañana del miércoles llegaron 107 más, entre ellos dos mujeres y seis niños. La noche pasada, 46 hombres, 12 mujeres y 12 niños en un catamarán, anclaron en la costa de Calabria –sur de la península–, lo que demuestra que los inmigrantes ya comienzan a intentar llegar a otros puntos de la costa italiana con tal de pisar Europa.
Como medida de emergencia, el gobierno envió a Lampedusa la nave San Marco de la armada italiana para que en varios viajes –puede cargar 700 personas cada vez– traslade a los inmigrantes a otros lugares de Italia, donde escuelas o edificios militares desocupados servirán para alojarlos. Por ahora, la situación es extremadamente precaria. Dado que se espera la llegada de varios miles de inmigrantes todavía en los próximos meses, el Ministerio del Interior ha preparado un plan de redistribución de hasta 50 mil personas en las distintas regiones. Por su parte, las regiones están comunicando cuáles son los lugares que tendrían disponibles.
Pero a todo esto se habla de acoger sólo a quienes sean reales «refugiados» –es decir, que no pueden volver a su país por razones de persecución política, de raza o religión– y no a los llamados «clandestinos» que escapan «sólo»en busca de una vida mejor y para poder mandar dinero a sus familias. Estos, que son la mayoría, serían deportados a sus países.
Y aquí viene a colación el otro tema ligado a los inmigrantes: las elecciones administrativas que se realizarán en mayo en varias ciudades importantes –Milán, Turín, Nápoles, Bolonia– y en decenas de otras menores repartidas por todo el país. Muchos votantes del Partido del Popolo della Libertà liderado por Berlusconi han dicho que no votarán por su líder si se permite el ingreso de todos esos inmigrantes que muchos de ellos consideran «peligrosos» para la seguridad pública o los acusan de «sacarles el trabajo», cosa que se ha demostrado repetidamente no verdadera. Un tema, la relación con sus electores, que Berlusconi no puede no tener en cuenta cuando las encuestas han venido mostrando que, por los tres juicios penales que tiene en curso pero sobre todo por el que comenzará el 6 de abril (el caso Ruby) por prostitución de menores y abuso de poder, su popularidad ha sido socavada.
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