Prisión perpetua por matar a su marido. Mirta Susana Acuña fue hallada culpable por todo el tribunal popular. Llegaron a la conclusión de que asesinó al policía retirado Juan Villalba mientras dormía. Su amante, acusado de coautor, terminó condenado a cinco años de cárcel por encubrimiento.
En prisión perpetua deberá pagar Mirta Susana Acuña (37) por haber matado a su marido mientras dormía en la cama matrimonial. El crimen se produjo en Río Segundo entre la noche del 15 de mayo de 2009 y las primeras horas del día siguiente. La víctima, el suboficial mayor de policía retirado Juan Manuel Villalba (64), se había casado dos meses antes con ella, a quien por entonces doblaba en edad.
El juicio por jurados populares concluyó ayer en la Cámara 2ª del Crimen y ventiló una oscura trama que incluyó la codicia de la mujer que mantenía una relación sentimental con otro hombre, el remisero Walter Gustavo Torres (hoy, de 44), quien terminó condenado a cinco años de prisión.
En el debate quedó expuesta la relación extramatrimonial entre la mujer y su amante, quien llegó acusado de ser coautor del crimen, pero consiguió primero que el fiscal de Cámara Raúl Gualda lo acusara de partícipe no necesario y luego que los jurados lo responsabilizaran sólo por encubrimiento.
Todo el peso de la condena recayó sobre ella, quien quedó muy comprometida por los testigos y pruebas que plasmaron un contundente veredicto científico, como los cruces de llamados telefónicos entre los acusados y la prueba del luminol que varios meses después detectó rastros de sangre en el domicilio del matrimonio y en el del amante.
Como correlato de esta triste historia familiar, los jueces técnicos –presididos por Ítalo Vitozzi, junto a José Pueyrredón y Eduardo Valdés– condenaron civilmente a la viuda a pagar 857 mil pesos a los hijos del primer matrimonio de Villalba, querellantes representados por Carlos Nayi: Yanina, Rosana, Juan Manuel y Marcos.
Premeditación y alevosía
La figura penal por la que Acuña recibió perpetua fue homicidio doblemente calificado por el vínculo (marital) y por alevosía, debido a que mató sin riesgo, sobre seguro y con la víctima indefensa, dormido en la cama de ambos.
Pero, además de la alevosía, podría decirse que hubo premeditación en los movimientos (al menos) de la mujer. Ella y Villalba se conocieron en la comisaría de Río Segundo en 2003, cuando él estaba en actividad.
Al poco tiempo ya convivieron y a algunos les llamó la atención la diferencia de edad, él casi tenía 60 y ella no llegaba a los 27. En enero de 2009 se produjo la primera muestra clara de infidelidad: la Policía intervino un vehículo estacionado en la ruta C45 en cuyo interior había una pareja desnuda, nada menos que Acuña y Torres.
Siempre según el debate oral y público al que asistieron familiares de la víctima y los acusados, también las hijas mayores de Villalba habían señalado en cámara Gesell que cuando “papá Juan” se iba, “llegaba Torres y se daba besos” con la mujer.
Según se escuchó en el juicio, la mujer insistió para que Villalba se divorciara, al punto que encargó el trámite a un primo de ella que es abogado. Una vez que consiguió la disolución, también fue Acuña quien puso énfasis en un nuevo matrimonio. En marzo de ese año, se produjo la unión civil, y sólo dos meses después, el crimen.
En el ínterin de esos dos meses, fue preciso que el seguro de vida de Caruso SA, por 19.500 pesos, tuviera como beneficiaria a Acuña. Para cobrarlo, era necesario que el cuerpo apareciera, por lo que –según quedó probado– un llamado anónimo muy probablemente realizado por Torres advirtió a la Policía que el cadáver estaba en un descampado, cerca de Coronel Olmedo, a metros de la ruta C45.
Este y otros movimientos de los amantes fueron comprobados por los cruces telefónicos entre ellos. La mujer cobró el seguro y recibió una pensión de siete mil pesos. El cadáver fue hallado cinco días después. La cabeza tenía una funda de cama luego identificada por el ex de Acuña y su cuñada. La prueba del luminol también fue contundente, en especial en los baños de ambas casas y en el Ford Ka en el que habrían transportado el cuerpo.
La mujer había denunciado su desaparición un día y medio después, y dijo que el policía salió a fumar un cigarrillo y no volvió más. Una vecina la contradijo sobre la vestimenta de la víctima y declaró que fue presionada por Acuña por contradecirla. Para apoyar su versión, Acuña dijo que su marido se había deprimido porque no la correspondía sexualmente y que por eso se había ido.
Un año y medio después del crimen, recién fueron detenidos los dos condenados ayer. Ella siempre se mantuvo fría y pasiva, al igual que cuando le leyeron la condena. Antes, al pronunciar la última palabra, dijo que era inocente y que amaba a su marido.
Algunos familiares del policía insultaron a la viuda-asesina. Le desearon que se pudriera en la cárcel, y un hombre le gritó al remisero que lo esperaba cuando saliera de prisión. Los policías intervinieron para evitar enfrentamientos. Los hijos de la víctima manifestaron, a través de su abogado, Nayi, que estaban “totalmente conformes” con la decisión unánime del jurado popular.
El veredicto
Asesina: Mirta Susana Acuña fue condenada a prisión perpetua por homicidio calificado por el vínculo y por alevosía. La víctima era su marido.
Encubridor: El remisero Walter Torres estaba acusado de partícipe necesario, pero en el juicio no pudieron confirmar las pruebas y logró que sólo lo culparan de encubrimiento. Deberá pagar con cinco años de cárcel.
Resarcimiento: Por daño moral, la viuda tendrá que afrontar el resarcimiento civil a los hijos del asesinado. El monto asciende a 857 mil pesos. Le embargaron un Toyota Corolla y una casa.
Fuente: La Voz
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