Desde el año 2009 el sector público nacional está en déficit
El Gobierno nacional volvió a explicitar su intención de reducir los subsidios a empresas públicas y privadas. En esta oportunidad se apeló a un mecanismo voluntario cuya eficacia depende de la «responsabilidad solidaria» de la población. En concreto, se abrió un registro para que la gente renuncie a los subsidios.
Pedir a la población de mayores ingresos que renuncie voluntariamente a los subsidios desnuda una debilidad extrema en la gestión pública.
Mientras tanto, según datos de la Secretaría de Hacienda, el sector público nacional pasó de un superávit fiscal equivalente al 1,7% del PBI entre los años 2004 y 2008, a un déficit promedio del -0,3% del PBI en el período 2009 a 2011. Esta degradación financiera se produjo aun cuando se elevó la presión tributaria a niveles récord y se apeló a instrumentos de alto contenido confiscatorio. Por ejemplo:
• Con la negación de la movilidad previsional a los haberes superiores al mínimo y la vuelta al sistema de reparto, el sector público nacional obtiene 0,6% del PBI.
• Con las rentas del Fondo de Garantía de Sustentabilidad, formado por los ahorros previsionales confiscados, el sector público nacional obtiene otro 0,6% del PBI.
• Con la rentabilidad de las reservas del Banco Central, que son elevadas gracias a la alta inflación, el sector público nacional obtiene otro 1,2% del PBI.
Los datos oficiales muestran que con estas confiscaciones entre la ANSES y el Banco Central financian al sector público con 2,4% del PBI lo que representa un promedio del 8% de los ingresos públicos, y aun así la situación fiscal sigue siendo deficitaria. Esto pone al descubierto una gestión pública poco responsable donde posiblemente el factor más maligno son los subsidios.
Desactivar los subsidios es tan urgente como necesario. Pero, al igual que en las políticas anteriores, la eliminación de los subsidios impone apropiaciones. La gran diferencia en esta ocasión es que la apropiación se hace explícita a través de un ajuste de tarifas que repercute de manera directa en las familias.
Se trata de otra manifestación de improvisación y falta de profesionalismo. Sin responsabilidad política para sincerar los costos de los servicios públicos, ni la idoneidad técnica para implementar tarifas sociales, se apela al voluntarismo mediático.
El problema de fondo es que en la verborragia del populismo, el Estado ha ganado en tamaño pero perdido en calidad. Ejemplos contundentes son la destrucción de los entes de control de los servicios públicos y del INDEC. En la misma línea, luego de 10 años de haber dilapidado recursos fiscales subsidiando a la población de ingresos medios y altos, cuando decide cortar con el subsidio no es capaz ni siquiera de montar un mecanismo de tarifa social. El registro voluntario explicita la ausencia de un Estado capaz donde se llega al extremo de dejar la administración de los fondos públicos librada a la «ética» de la población.
FUENTE: IDESA
Comentar post