En un año, los barrios más humildes de la ciudad santafesina sienten las políticas de ajuste del gobierno de Macri. En las escuelas, los chicos le piden de comer a las maestras y en los centros de salud se cuadruplicó la cantidad de historias clínicas familiares que piden atención.
Los barrios del Gran Rosario viven un momento crítico. Familias sin trabajo, producto de los despidos y suspensiones en fábricas afectadas por las políticas económicas aplicadas por el gobierno de Mauricio Macri, se ven obligadas a recurrir a los comedores populares y las copas de leche. Madres con hijos en brazos hacen fila para conseguir, en algunos casos, la única comida del día.
Economía Política recorrió la zona, donde las organizadoras y encargadas de asistir a los que piden alimentos contaron que la demanda creció más del doble en un año. En las escuelas, los chicos le piden de comer a las maestras y en los centros de salud se cuadruplicó la cantidad de historias clínicas familiares que piden atención.
En Rosario, una familia necesita 17.290 pesos para cubrir los gastos de la canasta básica de alimentos. La cifra surge de un relevamiento realizado del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO), en marzo de este año y advierte que el Salario Mínimo Vital y Móvil (8.060 pesos) no alcanza a cubrir ni la mitad de las necesidades básicas. Asimismo, el monto de la Asignación Universal por Hijo (AUH), no es capaz de cubrir las necesidades alimenticias de niños mayores de 4 años.
Claudia tiene un quiosco en el barrio Saladillo y a diario se acercan chicos a pedirle algo para comer. En diálogo con Economía Política, contó que a su marido le sacaron las horas extra y eso repercutió en la economía familiar, pero no les impidió colaborar con los que acercaban al negocio.
«Decidimos con mi marido que, cuando cobraba la quincena, comprar arroz y aunque sea dar esa porción de comida para que la gente coma en su hogar», apuntó. Y sumó: «Las familias me cuentan que no les alcanza la plata y por eso piden ayuda, en el barrio hay mucha gente desocupada». Claudia empezó cocinando para personas y, ahora, asiste a 57 familias. «Esto es igual y creo que peor al 2001 por la cantidad de chicos que hay y que pagan las consecuencias de los mas grandes», aseguró.
El panorama es el mismo en la copa de leche «La mami», en el barrio Moderno, donde Zulma hace un año le daba este alimento básico a 70 chicos y hoy ya son 150 los que se acercan religiosamente todos los días a las 17 con su vaso. «La situación en este momento es la más difícil porque no le alcanza a la gente para comer y yo no quiero que a estos chicos les falte una copa de leche», afirmó.
Las escuelas son una caja de resonancia de esta situación
Laura Bianchini es maestra en cuatro escuelas de Rosario y relata que «los problemas socioeconómicos que se ven en las escuelas se hicieron más evidentes en el segundo semestre del año pasado y se reflejó en el aumento de la demanda de los alumnos por repetir el almuerzo o la copa de leche». Otros indicadores, agregó, fueron que algunos alumnos no pudieron concurrir a la escuela por no poder pagar el colectivo o porque no tenían los útiles necesarios. La falta de trabajo y la caída del poder adquisitivo de los papás y mamás también repercute en sus hijos. Laura confesó que, en diálogo con sus alumnos, percibe que «hay una enorme angustia y preocupación en ellos».
Los centros de salud no dan abasto
Al perder el trabajo y, por ende, la obra social, o por el aumento del valor de las cuotas de las prepagas, muchas familias recurrieron a los centros de salud que hay en los barrios. Según la Secretaría de Salud Pública de Rosario, en 2015 había un promedio de dos ingresos de familias por semana y en 2016 este indicador aumentó a 10.
Se cuadruplicó la demanda en la Red de Centros de Salud, que es la que está en contacto con la población más vulnerable, y de las 16.500 nuevas personas que asistieron allí, un 30 por ciento llegó porque perdió la cobertura social al quedarse sin trabajo.
«En algunos centros se abren entre 10 y 15 historias clínicas familiares por semana», afirmó el presidente de la Asociación Santafesina de Medicina General, Juan Pedro Bonifazzi, y advirtió sobre la discontinuidad por parte del gobierno de Mauricio Macri de Remediar, el programa que permitía el acceso de la población más vulnerable a los medicamentos esenciales de manera gratuita.
«Hace varios meses que recibimos menos medicaciones y por el momento lo suplimos con lo que produce el laboratorio municipal y provincial, pero es un cóctel explosivo porque al haber cada vez más demanda y menos recursos, en algún momento eso va a escasear», resaltó Bonifazzi.
Futuro incierto y desesperanza
Este panorama, que algunos asemejan a lo vivido a fines de los 90 y tras la crisis del 2001 en el país, afecta a los jóvenes y sus aspiraciones. Así lo refleja Carolina del Fresno, educadora social e integrante del Centro de Convivencia Barrial de la Secretaría de Desarrollo Social de Rosario:
«En 2001 aumentaron el nivel de desocupación hubo un aumento de las depresiones, y hoy vemos en pibes y pibas que se veían que aparecía una proyección de su futuro laboral y de formación, que esto se está empezando a caer porque se dificulta cada vez más y hay una sensación de desesperanza».
Ag. de Noticias: El Destape
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