El sostén de la economía de los últimos años está tambaleando. El consumo interno registra desde hace tres meses una desaceleración notable, que en sectores industriales sensibles se transformó en caídas de hasta 20 por ciento. La industria frigorífica informó a mitad de semana que la demanda de carne retrocedió 7,2 por ciento en enero respecto de igual mes de 2015.
La evolución negativa en las ventas impactó en la producción, con un descenso del 6,1 por ciento interanual. Otra cámara empresaria que describió el mismo cuadro preocupante fue la Asociación de Fabricantes de Cemento, que agrupa a las grandes empresas del sector: el mes pasado verificaron una baja de la demanda del 8,7 por ciento.
Este es un rubro que el año pasado alcanzó niveles record de comercialización. El cambio abrupto en el comportamiento del consumo empezó en noviembre, antes del ballottage, con el anuncio de la devaluación de Mauricio Macri y Alfonso Prat-Gay, cuando decían que el dólar oficial no afectaba a nadie, y se profundizó en diciembre luego de concretada esa medida.
Referentes pymes de los sectores de alimentos, textiles, calzados, marroquinería, electrodomésticos, metalmecánica y el comercio minorista aseguran que sufren una disminución de los pedidos de producción y un achicamiento en las compras que ronda entre 15 y 20 por ciento.
El cuadro recesivo no se configuró de la nada, sino que es consecuencia directa de las medidas económicas del Gobierno. Antes de la devaluación, la eliminación de controles estatales sobre la formación de precios, la quita de retenciones, el aumento de tarifas, la disparada inflacionaria, la suba de tasas y los miles de despidos la actividad económica y el consumo iban en alza, en tanto que la inflación venía descendiendo, según coinciden todos los consultores y bancos de la city.
La explicación que dio la vicepresidenta, Gabriela Michetti, y el ministro de Producción, Francisco Cabrera, en una reunión anteayer con cámaras de empresas pymes (Apyme, Cgera, Protejer, Aiera y la UIA de Escobar) fue que el ajuste era inevitable y que durará seis meses, tras la cual, no explicaron cómo, la economía volverá a repuntar.
El diagnóstico entre aquellos y otros empresarios es distinto, y sus proyecciones muestran diferencias de matices entre los muy pesimistas y los moderadamente pesimistas. La experiencia aún fresca del estallido de 2001, tras cuatro años de recesión, y la debacle industrial de los 90, que dejó tierra arrasada, enciende señales de alarma en los tableros de las empresas pymes. Atraviesan una situación que empieza a ser angustiante tanto por el veloz deterioro de las expectativas como por factores muy concretos: enfrentan un cuadro de aumento masivo de costos con declive de los ingresos, en un contexto internacional sombrío que inhibe también la salida exportadora.
Por el lado de los costos, el panorama es el siguiente:
– Subieron los precios de los insumos para la producción, en especial los que incluyen componentes importados. Los sectores de calzado y marroquinería, por ejemplo, sufrieron un encarecimiento del metro de cuero de 300 a 420 pesos desde la devaluación, un 40 por ciento. Otros insumos básicos como el acero, el vidrio, el cartón y los plásticos registran una evolución similar, impactando en la mayor parte del entramado industrial. En el rubro alimentos, la harina trepó más de 100 por ciento.
– Aumentó más de 30 por ciento el costo del financiamiento bancario y más del 50 por ciento el descuento de cheques en el circuito informal, por el que se están pidiendo tasas de hasta el 60 por ciento. Las pymes se quejan de una restricción en el acceso al crédito para capital de trabajo, en tanto que el Banco Central y la Superintendencia de Seguros bajaron o anularon la obligación de bancos y compañías de seguro de financiar al sector.
– El tarifazo energético multiplicará de tres a seis veces la factura en ese servicio. Será un golpe difícil de sobrellevar para actividades que requieren un uso intensivo de electricidad, tanto en la producción como en el área comercial. Una imprenta que venía pagando 1344 pesos recibió la nueva factura por 5190 pesos, 380 por ciento más.
En otro caso, el salto fue de 2047 a 8411 pesos, 310 por ciento de suba. Los sectores de la metalmecánica, los plásticos, las fábricas con líneas de montaje mecanizadas, los frigoríficos, entre muchos otros, soportarán una disparada de la tarifa eléctrica. A nivel comercial, también llegará a panaderías, heladerías, autoservicios, fábricas de pastas y negocios con grandes vidrieras, dentro de una lista mucha más amplia.
– Las renovaciones de alquileres se plantean con subas del 30 al 60 por ciento, con ajustes semestrales.
– Servicios contables o de seguridad que contratan numerosas pymes tuvieron incrementos de entre 20 y 30 por ciento.
– Impuestos provinciales o municipales como el ABL están teniendo una actualización que va del 20 al 50 por ciento, según el distrito.
– Se encareció el plan de la AFIP para regularizar pagos de impuestos y aportes atrasados.
– Se espera un aumento del gas que llegaría a 250 por ciento.
– Los costos de transporte y logística están aumentando por arriba del 20 por ciento.
– Los trabajadores anticipan pedidos de recomposiciones salariales con un piso del 30 por ciento.
Para responder al desafío de un incremento generalizado de costos, las pymes se encuentran ante un decaimiento por el lado de los ingresos. En enero las cámaras sectoriales constataron bajas de consumo en unidades vendidas en una gran mayoría de sectores: electrodomésticos (-4,8 por ciento), golosinas (-4,2), perfumería (-3,9), bazar y regalos (-2,9), indumentaria (-2,7), muebles de oficina (-2,7), muebles de hogar (-2,6), alimentos y bebidas (-2,5), calzados (-2,5), deportes (-1,9) y ferreterías (-1,9). A nivel de fábricas, los despachos están cayendo a un ritmo superior. En indumentaria la estimación es de 20 por ciento, y en otros rubros como electrodomésticos y autopartes las bajas superan ese nivel.
La combinación de mayores costos con menores ingresos pone en peligro la situación laboral. Empresarios pymes advierten que los próximos 45 días serán decisivos. “Desde el 1º de marzo habrá fila en el Ministerio de Trabajo para pedir el procedimiento preventivo de crisis y el acceso al plan Repro”, señala un referente pyme, en referencia al programa creado durante el kirchnerismo para que el Estado cubra una parte del sueldo del personal privado.
El mismo empresario sostiene que “nadie que haya vivido los 90 va a esperar a perder su patrimonio, el que tenga que despedir lo hará y el que vea que no se sostiene va a cerrar antes de llegar a la quiebra”. Durante el verano muchas empresas evitaron medidas sobre sus trabajadores, como reducción de la jornada de trabajo o suspensiones, por la menor actividad en vacaciones, pero en dos semanas esa situación cambiará y quedarán expuestos nuevos conflictos, avisa. “Si una empresa tiene que echar a un trabajador lo va a hacer antes de las paritarias, porque después se le encarecen las indemnizaciones”, alerta la misma fuente.
Los sectores pymes más afectados tienen una fuerte incidencia en el mercado de trabajo. La producción de indumentaria emplea de manera directa a unas 48.000 personas, en calzados y marroquinería son 42.000, en línea blanca llegan a 17.000, en maquinaria agrícola son 11.800 y en juguetes suman 1500, entre los rubros sensibles.
La perspectiva en esos y otros sectores pymes es que la recesión, la caída del consumo y el avance de costos dejarán a muchos por el camino. Por ahora los empresarios sostienen que no se ha producido una avalancha importadora, pero señalan que grandes tiendas y supermercados bajaron –por ejemplo– los pedidos de textiles nacionales ante la perspectiva de mayores compras al exterior. Lo mismo ocurre en el mercado de reposición de repuestos de autos.
Más allá del relato oficialista, el gobierno con sus medidas está poniendo en riesgo el consumo interno, la producción y el empleo, mediante un ajuste que implica una enorme transferencia de recursos a sectores concentrados. La alianza Cambiemos había prometido recuperar el crecimiento económico, generar empleo y bajar la inflación. Sobre esto último, Macri avisó el miércoles, en un acto junto al supermercadista Alfredo Coto, que habrá que esperar hasta tres años. En los otros objetivos se observa la misma tendencia: en lugar de crecer, la economía empezó a caer, y lejos de haber más empleo, se multiplicaron los despidos y creció la conflictividad social.
Fuente: Pagina 12
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