Macri ratificó el rumbo y fustigó al kirchnerismo, en clave preelectoral, en su segunda apertura de sesiones legislativas, puso énfasis en la lucha contra la corrupción y la pobreza; realzó sus logros económicos y pidió celeridad a la Justicia para esclarecer la muerte y la denuncia de Nisman; no realizó anuncios
Sin formular anuncios grandilocuentes, el presidente Mauricio Macri utilizó ayer en su discurso ante la Asamblea Legislativa un tono que pareció de campaña electoral. Despachó duras críticas al kirchnerismo, sector al que claramente identificó como su contrincante político, y abundó sobre dos ejes en los que, está seguro, será juzgado al fnal de su mandato: la reducción de la pobreza y el combate contra la corrupción.
«La corrupción es un mal que envicia lo político. Detrás de la corrupción hay millones de argentinos sin cloacas, rutas destrozadas, y tragedias que se pudieron haber evitado, como la de Once. Hoy la obra pública dejó de ser un sinónimo de corrupción», enfatizó Macri en el arranque de su discurso en el Congreso, donde inauguró el 135° período de sesiones ordinarias. El Presidente fue incluso más allá y aseguró que el Gobierno ahorró «30.000 millones de pesos en transporte» desde que se instrumentaron licitaciones transparentes.
Salvo sobre el final, Macri no improvisó. Dejó en claro, a lo largo de la hora que duró su discurso, que no habrá virajes en el rumbo del Gobierno. En esta línea, buscó marcar un contraste claro con la gestión anterior, a la que le achacó falta de transparencia, ineptitud y corrupción. Fue en estos pasajes en los que su tono, alejado de la moderación habitual, se tornó enérgico y vehemente.
«Nuestro desafío más grande es sacar a millones de argentinos de la pobreza. Para hacerlo necesitamos más acuerdos y más realidades, menos exaltación y menos símbolos, menos relato y más verdad», exclamó, en clara alusión a la manipulación de las estadísticas durante el gobierno kirchnerista.
En esta táctica de marcar contrastes con la gestión anterior, Macri anunció el pronto dictado de dos decretos para regular el conflicto de intereses entre funcionarios y empresas privadas y exhortó a los legisladores a que sancionen el proyecto de responsabilidad penal que presentó el año pasado para sancionar a los empresarios que cometan actos de corrupción. Estaba claro, aunque evitó toda mención explícita, que aludía a la polémica por el acuerdo por el Correo Argentino entre el Gobierno y el Grupo Macri.
«¡Correo, Correo!», azuzaban los kirchneristas desde sus bancas. «¡Sos un cínico, Macri!», bramó, desde el fondo del recinto, la camporista Mayra Mendoza, mientras su colega Edgardo Depetri alzaba, para la vista de todos, la foto con el rostro de Milagro Sala, dirigente kirchnerista detenida en Jujuy. El resto de la oposición, en cambio, se mantuvo impasible, pero no aplaudió ninguna de las palabras presidenciales.
«Fue un discurso provocador y electoralista», fue la crítica unánime de los opositores -incluso los más moderados-, una vez finalizado la ceremonia.
Chicanas y críticas
Si bien Macri se mantuvo fiel al libreto, en determinados momentos improvisó chicanas y críticas, siempre con el kirchnerismo como destinatario. Como cuando apuntó contra el sindicalista docente Roberto Baradel.
Sucedió cuando, al abundar en el tema educativo, Macri exhortó a que se sancione una ley para castigar la agresión a los docentes.
«¡Mejor cuidá a Baradel!», espetó Depetri desde su banca. Horas antes, el dirigente sindical había denunciado amenazas contra su familia en medio de la tensa negociación por la paritaria docente.
«No creo que Baradel necesite que nadie lo cuide», respondió Macri, frase que desató una ovación en la bancada oficialista.
La mención de la muerte del fiscal Alberto Nisman fue otro momento de efusivos aplausos, tanto oficialistas como opositores.
«A más de dos años de su muerte, queremos saber qué pasó con el fiscal Nisman y con su denuncia. Es una de las tantas heridas a curar para empezar a construir un país unidos», enfatizó el Presidente.
Más enojado se lo vio cuando reprendió a los legisladores del peronismo por la frustrada sanción de la ley de reforma electoral, por la cual el Presidente pretendía instaurar la boleta electrónica en todo el país en las próximas elecciones de octubre.
«Es una vergüenza que en el siglo XXI sigamos votando con un sistema arcaico que se presta a la trampa -reprochó-. Esforcémonos para que en 2019 alejemos la trampa de la política.»
En otro tramo del discurso, Macri ratificó las líneas vertebrales de su política económica: insistió en las metas de reducción del déficit fiscal y celebró la salida del cepo cambiario y del blanqueo de capitales. «Al 31 de enero recaudamos casi 115 mil millones de pesos, lo que nos permitirá hacer los pagos de la reparación histórica a los jubilados», sostuvo.
Fiel a su estilo optimista, enfatizó que este año y los dos siguientes la Argentina «estará mejor», ya que, insistió, «estamos sentando bases sólidas y duraderas» en la economía.
No eludió el problema de la inflación, que, durante su primer año de gestión, trepó al 40% anual.
«La inflación es tóxica. Destruye el salario de los trabajadores, dificulta ahorrar, paraliza la inversión y nos impide mirar a largo plazo. Los gobiernos anteriores la fomentaron y la quisieron esconder. Nosotros la enfrentamos y hoy está en un claro camino descendente», exaltó.
En esta línea, el presidente exhortó «a empresarios y trabajadores» a no excederse de la pauta inflacionaria anual de este año a la hora de negociar el alza de salarios.
«La tendencia es clara. Empresarios y trabajadores deberían tener en cuenta las nuevas metas que se ha impuesto el Banco Central para 2017 de una inflación entre el 12% y el 17%», aleccionó.
Fuente: La Nacion
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