Con inflación en baja y crecimiento tenue. Para una mayoría relativa de economistas, la percepción de una mejora sucederá a fin de año. En todo caso, empezará por el interior. Las inversiones productivas, demoradas por altas tasas financieras y por un dólar que se había planchado hasta hace una semana.
El yaguareté ha detectado al yacaré. Se acerca, se agazapa, tensa los músculos. El ataque es inminente. Pero no. Opta por mantener el sigilo y arrimarse otra vez a la presa. La operación se repite. Al final, se lanza. Se hunde en el agua. Hasta que sale y vemos al caimán apresado por el cuello, que intenta defenderse. Por un momento, parece que zafará. Pero no. Gana el yaguareté.
El segundo semestre del año acaba a despuntar, junto al flamante billete de 500. Si Mauricio Macri acierta su pronóstico –el 20 de marzo, a 100 días de inicio de su gestión, había dicho “la inflación va a bajar drásticamente en el segundo semestre” y todo el mundo entendió que comenzaría la recuperación– es probable que el yaguareté salte. Y se transforme en un símbolo.
A los especialistas (y a los no especialistas) les cuesta dar una definición contundente. Por ahora, la economía está ahí, agazapada. Y nadie sabe bien si se lanzará o si preferirá seguir esperando. Los datos económicos son difíciles de interpretar cuando se dan en un tembladeral, no son todavía muy creíbles o sencillamente se difunden con un atraso insoportable para las urgencias del momento.
Un ejemplo de lo primero son los datos fiscales. El gasto total del Estado nacional creció, pese a que, se supone, el Gobierno iba a ahorrar para no tener que seguir imprimiendo dinero y recalentando la inflación. Pero el déficit financiero se redujo en números absolutos. Si se tiene en cuenta la inflación o cómo se comportaron los ingresos, el déficit es aún menor en comparación (ver infográficos). El dato por definición aún no creíble es el de la inflación. El primer dato que publicó Indec después del apagón estadístico de enero fue el de mayo: 4,2 por ciento. Hay que verlo andar todavía. Las estadísticas laborales son las más resbaladizas. El Indec hace una encuesta apenas tres veces al año y son más que relativas. La Anses no hace encuesta: cobra los aportes de millones de empleados en blanco y sus datos –cantidad de empleos y nivel de los salarios– son exactos y los más importantes. Pero siempre han tenido una lentitud exasperante: los últimos son de junio del año pasado.
Con todas esas salvedades, aparece un mínimo de coincidencias entre una mayoría relativa de economistas. Es casi seguro que habrá una baja sensible de la inflación en el segundo semestre. Es muy probable que haya una mejora en los niveles de actividad. Pero esa mejora será tenue. En todo caso, se notará más a medida que se acerque el fin de año. Y 2017 es una incógnita plena.
Una coincidencia bastante generalizada: si hay arranque, comenzará por el interior del interior: será La Carlota-Río Cuarto-Córdoba-Buenos Aires, no al revés. Esto por el efecto combinado de la devaluación, la baja parcial de retenciones y la liberación de precios.
Alejandro Gay, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC, considera que el año podría terminar con un crecimiento del 1 por ciento. “El segundo semestre será algo mejor que ahora pero no muy perceptible. El año que viene sí mejora”, sostuvo.
El presidente del Ieral de la Fundación Mediterránea, Marcelo Capello, no tiene dudas: “Va a haber segundo semestre”, dice. “Pero aparecerá de modo muy paulatino, el verde se verá recién al final, y no compensará todo el rojo del año”, grafica.
Probablemente el PIB termine con un punto negativo, pero mejorando al final. Y empezará por el interior. “El campo ya retoma inversiones por las mejoras de los precios. Se nota en la venta de utilitarios, en la construcción agropecuaria”.
Capello también da por hecho que el déficit fiscal este año no va a bajar. “Bajó en el primer semestre, pero ahora con el mayor gasto previsional e inversiones en obra pública, el gasto se dejará de contener”.
“Pero, con igual déficit puede haber menos inflación, porque se financia menos con el Banco Central y más con endeudamiento”, sostuvo Capello.
Diego Dequino fue secretario de Economía de la Municipalidad de Córdoba y ahora es el director del instituto de investigaciones de la Bolsa de Comercio y dice que la economía arrancará. Y aclara: “Considerar que seis meses son suficientes para que arranque una economía técnicamente estancada hace cuatro años, es quizás ingenuo. Los tiempos de cualquier economía capitalista moderna para revertir variables reales son de dos a dos años y medio, aproximadamente”. Para Dequino, la percepción del arranque depende “del termómetro social, político y comunicacional”, y estima que en este caso se comenzará a percibir “de forma consistente en abril-junio” del año entrante.
El presidente de la consultora Economic Trends, Gastón Utrera, advierte sobre las especulaciones con los plazos sociales. “La economía no entiende de calendarios. Los procesos económicos son continuos. Gran parte de los problemas del primer semestre continuarán durante el segundo. Sí es razonable pensar que la inflación del segundo semestre será la mitad de la del primero. Pero el atraso cambiario y los problemas fiscales continuarán durante el segundo semestre. No hay nada en el calendario que influya sobre esas variables. También es probable que haya menos inflación que en el primer semestre, pero parecida a la inflación de los K. Probablemente deje de caer la actividad, pero para crecer falta”, afirmó.
Agustín D’Attellis, economista y profesor en la UBA, descarta que la economía vaya a arrancar. “No hay segundo semestre”, dice. En su análisis, ninguno de los motores de la economía está activo. “El consumo viene en caída por pérdida de poder adquisitivo; el sector externo está muy afectado por Brasil y la incertidumbre de fenómenos como el “Brexit”; el ajuste del gasto público va en contra de un aumento de la demanda agregada; y la inversión productiva no tiene incentivos frente a un mercado que los empresarios ven que se achica y frente a los retornos de la inversión financiera con estos niveles de tasas”.
El asesor financiero Lucas Croce dice que, en términos comunicaciones, el planteo del segundo semestre fue “una chambonada” que se planteó antes de que algunos tropiezos (la amenaza de la ley antidespidos, la reacción contra la quita de subsidios a las tarifas, por ejemplo) forzaran al gobierno a morigerar su estrategia. “Se asustaron y se peronizaron: aumentaron el gasto y entonces tuvieron que hacer política monetaria dura, con las tasa de Lebacs al 38 por ciento. Eso planchó al dólar y congeló la actividad: un mix ideal para frenar las inversiones que tanto pregonan y que se necesitan para volver a crecer”.
Dicho esto, Croce considera que las inversiones van a aparecer cuando baje la inflación y mejore la proyección de crecimiento, lo que en su opinión sucederá en el último trimestre de este año.
El campo vuelve a mover la rueda
420 dólares es el valor en el que ronda la tonelada de soja en el mercado de Chicago. Unos 100 dólares más que a comienzo de año.
Massa y el desafío de la economía
La gente “necesita que le cuidemos el trabajo, que se lo generemos y que tengamos un Estado que la ayude y no que la asfixie con impuestos”, dijo Sergio Massa.
Fuente: La Voz
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