Un clima enrarecido por los rumores adelantó una citación que Lijo ya tenía preparada, el juez maduraba la indagatoria desde hacía meses; esperó a que Casación confirmara su investigación; lo decidieron los trascendidos sobre su apartamiento.
El jueves a la noche, cuando el gigantesco edificio de Comodoro Py 2002 estaba desierto y a oscuras, en un despacho del tercer piso se terminaba de redactar la resolución más trascendente de los últimos tiempos: el primer llamado a indagatoria de un vicepresidente en funciones por un hecho de corrupción.
Fue una decisión que se concretó en el más estricto secreto. A nadie sorprendió que Ariel Lijo firmara la citación de Amado Boudou, pero no se esperaba que lo hiciera ahora. En los pasillos de Tribunales apostaban a que lo decidiría después del Mundial y de la feria judicial de invierno.
Empleados y secretarios guardaron el secreto toda la noche y antes de las 8 de ayer la noticia apareció publicada en el sitio web del Centro de Información Judicial (CIJ), la agencia oficial de noticias judiciales de la Corte. No hubo ningún aviso previo a los abogados de Boudou ni a ningún funcionario del Gobierno, juraban ayer en el juzgado de Lijo.
La decisión se precipitó por el clima enrarecido de los últimos días, dijeron fuentes judiciales a LA NACION. Esta semana trascendió en Comodoro Py, con una fuerza poco común, que uno de los jueces de la Cámara Federal, Eduardo Farah, tenía listo su voto para anular declaraciones testimoniales tomadas en la causa y apartar a Lijo del expediente.
Las diputadas opositoras Laura Alonso y Patricia Bullrich denunciaron una campaña contra el juez, y medios financiados por el Gobierno publicaron que esa campaña la había armado el propio Lijo, en sociedad con el diario Clarín. El clima se ponía denso.
A eso se sumaron las peleas, cada vez más notorias, de la Sala I de la Cámara Federal, que tenía en sus manos la decisión del futuro de Lijo en el caso Ciccone. Todo indicaba que la mayoría no estaba dispuesta a apartarlo, pero conocedores de la justicia federal advertían que se volvió un tribunal impredecible.
«El clima estaba cada vez más enrarecido. No tenía sentido demorar una decisión que estaba tomada», lo explicaba ayer un hombre de Comodoro Py, cercano a Lijo. Ayer por la mañana, el juez estaba lejos de mostrarse exultante, cuando varios de sus vecinos, jueces y fiscales, se acercaron a saludarlo. Los teléfonos de Lijo no paraban de sonar. Pasado el mediodía, la secretaria de otro de los jueces se acercó con un sobrecito de papel madera que llevaba un mensaje de aliento. «De parte del juez y de todos sus empleados que lo felicitan y le mandan un gran saludo», dijo la secretaria al entregar el mensaje.
Tres jueces federales, Norberto Oyarbide, Daniel Rafecas y Claudio Bonadio, tienen causas abiertas -y en pleno trámite- en el Consejo de la Magistratura. Más allá de las simpatías o antipatías personales, la mayoría de los jueces creen que es una época para cerrar filas.
Lijo llegó al cargo en 2004, nombrado por Néstor Kirchner, como uno de los magistrados de la nueva camada, de los llamados a renovar el fuero después del menemismo. Poco propenso a la duda, desarrolló una ascendencia sobre algunos de sus colegas y su despacho se convirtió en centro frecuente de reuniones pseudo gremiales, cuando alguno cae en desgracia.
Pero la cintura política la adquirió desde pinche, cuando creció en tribunales bajo el ala de la fallecida camarista Luisa Riva Aramayo, reconocida como la conexión del menemismo en el fuero.
Pícaro, sabe llevar causas sensibles, y tiene entre sus más cercanos en el fuero a la jueza María Servini de Cubría, experta en trascender a los poderes de turno. Casi no se habla, en cambio, con su vecino de enfrente, Oyarbide. Se indignó con él cuando Oyarbide transcribió en un fallo una escucha en la que aparecía el hermano de Lijo, Freddy, un abogado influyente del fuero.
El plan original de Lijo era escuchar a una larga lista de testigos hasta mitad de año. Después, todo indicaba que llamaría a indagatoria al vicepresidente. De esas declaraciones, la mayoría ya se cumplió y otras se suspendieron.
Pero lo que Lijo estuvo esperando los últimos meses fue el fallo de la Sala IV de la Cámara de Casación, que debía decidir si mantenía vivo el caso o sobreseían al vicepresidente, postura que contaba con el aval del fiscal Javier De Luca. Por dos votos contra uno, la Casación sostuvo la causa y le pidió al juez celeridad. Ayer, Lijo les hizo caso. Recordó en su citación, además, que la propia defensa de Boudou le había reclamado «reiteradas veces» que se apurara.
UN JUEZ QUE SABE DEL PODER
Ariel Lijo – Juez federal
Edad: 45 años
Llegó a juez federal en 2004, con el kirchnerismo. Juró junto con Daniel Rafecas, Julián Ercolini y Guillermo Montenegro. Había salido quinto en el concurso del Consejo de la Magistratura. Fue el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, quien le anunció que iba a ser juez federal.
Se formó en Tribunales a la sombra de la camarista Luisa Riva Aramayao, cercana al menemismo. Se le reconoce viveza política para los casos sensibles.
Campeón de truco con su hermano Freddy, su pasión son los canarios, que lleva a competir por el país.
Fuente: La Nación
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