Cayó el consumo de productos nacionales y las importaciones ganaron terreno. La baja fue del 8,8% en el tercer trimestre del año. Esa reducción muestra dos cosas: menor poder adquisitivo e ingreso de producción extranjero.
El consumo de bienes industriales de fabricación nacional cayó 8,8% y, al mismo tiempo, la importaciones aumentaron 3 puntos su participación en el mercado interno durante el tercer trimestre del año.
Esa combinación, que golpeó centralmente la producción de alimentos, autopartes y textiles, expresa una baja en el poder adquisitivo de la población. También muestra cómo los productos importados ocuparon mercado que podrían tener las fábricas locales.
«No se trata de una caída limitada a un conjunto de actividades sino que es generalizada. La demanda de algunos sectores que abastecen a la producción, como los laminados metálicos o los minerales no metálicos, exhibe caídas de dos dígitos. La demanda de maquinaria y equipo de fabricación nacional acumula una baja de casi 9 por ciento.
También es sorprendente la contracción acumulada del 9% en el consumo de alimentos y bebidas nacionales», concluye el informe sobre desarrollo económico elaborado por el área de Economía de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
Esos resultados tienen su correlato en cada empresa local. Así lo detallaron para El Destape tres empresarios que conducen fábricas hace más de 50 años. Ambos sienten el impacto de la política económica que redujo sus producciones en torno al 40 por ciento.
El dueño del Taller Baigorria, que produce bulones para autos y maquinaria agrícola, es Aldo Lorusso. Tiene 26 empleados y mantiene en funcionamiento la fábrica que su padre fundó en 1958.
Es uno de los empresarios que sobrevivió a la desindustrialización de los noventa pero se sorprendió porque la caída de ventas fue abrupta este año: «En marzo, el primer mes de actividad económica, la baja fue del 20 o 25 por ciento. Nunca vi esto».
«En mi sector, las importaciones crecieron más del 60% este año y hubo una caída de ventas al mercado interno de entre el 30 y 35 por ciento por cantidades.
Al mismo tiempo estamos limitados en la suba de precios, subimos entre 10 y 12 por ciento. Eso significa que los pymes nos comemos los aumentos», explicó Lorusso, quien hasta ahora no realizó despidos pero la semana próxima comenzará a suspender personal.
Pese a que el Gobierno anunció que se vendieron más maquinarias agrícolas, eso no repercutió en la actividad de Lorusso. «No hubo aumenta de demanda porque esos tractores y demás maquinaria para el campo llegaron desde Brasil.
Vinieron completamente armadas», señaló y completó: «Produjeron una tormenta perfecta con el desmoronamiento del mercado interno y apertura de importaciones combinado con tasa de interés alta».
El mismo escenario negro observó el presidente de la Fundación Protejer, que reúne a toda la cadena de producción textil, Jorge Sorabilla. «El nivel de actividad del sector está un 30% abajo. Se importó muchísimo, se hizo stock de importación y cayó mucho el consumo y esto está afectando la producción nacional», señaló.
«Lo que veo es que el Gobierno está tomando real conciencia del problema que generó la caída en el nivel de actividad por la caída del consumo. En esta pelea por bajar la inflación enfriaron tanto la economía que se perdió nivel de producción y consumo.
En un esquema de falta de competitividad de la economía argentina abrir la importación terminó de golpearnos. Eso atenta contra el empleo y el nivel de actividad», agregó Sorabilla.
El dueño de la textil Scalter, que produce telas no tejidas desde hace 50 años y tiene cien empleados a cargo, Raúl Hutin, describió esa caída de la que habló Sorabilla: «La importación de productos textiles creció 20 por ciento en toneladas del año pasado a este pero la caída del salario real es del 10 por ciento. Por lo tanto, el sector que menos cae, cae 30 por ciento».
«Lo estamos soportando en función de que venimos con una mochila más o menos buena de la época de vacas gordas. Eso nos da cierto músculo para aguantar. Sin embargo, hay que buscar una solución para los costos estructurales, que no tienen que ver necesariamente con el salario sino con intereses bancarios, juicios laborales, transporte, impuestos.Eso hace inviable cualquier tipo de competitividad», consideró.
Pero Hutin dejó en claro que la política de reducción de costos no debería atacar el poder adquisitivo ni afectar, como ocurre hoy, al mercado interno. «Cuando hablamos de competir tenemos que tener en claro contra quién ¿Queremos competir contra un país con salarios de 20 dólares, con jornadas laborales de 14 horas seis días por semana? Yo no quiero eso. Ese no es mi modelo industrial», indicó.
Fuente: Ag. Noticias (DT)
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