El prestigioso economista argentino sostiene que en América del Sur hay motivos para tener esperanza, porque aplica modelos heterodoxos que han demostrado ser exitosos y que muestran que otra economía es posible.
«La ortodoxia ha sido derrotada intelectualmente», sostiene desafiante Bernardo Kliksberg al referirse al rebrote de ideas neoliberales en América latina. De paso por la Argentina, desde su residencia actual en Nueva York, el prestigioso economista destacado por sus trabajos sobre pobreza y desigualdad en la región recibió a Página/12. Elogió los «programas que llegan al universo de los pobres, desde un enfoque de derecho. No es una asistencia, sino reintegrar el derecho violado», afirmó. Kliksberg presentó un nuevo libro, Escándalos Eticos, en el que analiza las principales contradicciones que dejó la crisis financiera internacional. «La ética no es una concesión gratuita de los empresarios, sino que responde a una demanda histórica», aseguró. Sobre el tratamiento de los medios del tema de la inseguridad, dijo que «el nivel de debate es de muy baja calidad».
–Usted suele criticar a países como Estados Unidos por hacer más de lo mismo y esperar resultados distintos. ¿Considera que América latina, y en especial Argentina, hace más de lo mismo?
–En América del Sur hay motivos para tener esperanza, porque son modelos heterodoxos que muestran que otra economía es posible, y con resultados positivos que les han valido la revalorización electoral permanente de sus poblaciones. Brasil sacó a 30 millones de personas de la pobreza, Chile creó hogares estatales de cuidado de niños para las mujeres trabajadoras, Uruguay habilita el acceso a Internet para los estudiantes primarios y secundarios, y en la Argentina está la Asignación Universal por Hijo y el programa de protección a las mujeres embarazadas. Son medidas que llegan al universo de los pobres, y desde un enfoque de derecho. No es una asistencia sino reintegrar el derecho violado.
–Para algunos, volver a la ortodoxia es la única alternativa posible.
–La ortodoxia ha sido derrotada intelectualmente. El fundamentalismo cayó en Wall Street. La ortodoxia es sinónimo de mala economía; donde se implanta, destruye. Destruye en el corto plazo y en el mediano, y concentra la economía en pocos beneficiarios. Sucede que perdió intelectualmente, pero no su posición de poder económico. Es así que éstos que se benefician buscan coartadas, como hablar de desajustes pasajeros, para mantener esas ideas.
–Una preocupación que se plantea desde los medios es la delincuencia, como algo divorciado de la exclusión. ¿Puede pensarse una sin la otra?
–La gente en Argentina, como en buena parte de América latina, está desorientada. El nivel de debate es de muy baja calidad. La delincuencia está creciendo y la gente tiene derecho a quejarse y a reclamar seguridad. Pero el debate no se basa en sus causas profundas, sino en mostrar episodios de violencia extrema y ver si se pone presos a los chicos o si se aumentan las penas. Una cosa es el crimen organizado. Sobre éste debe caer todo el peso de la ley. El resto son chicos con delitos menores. En este caso, la variable ligada a su disminución es la igualdad de oportunidades. No hay relación entre meter presos a los jóvenes pobres y bajar la delincuencia.
–Otro debate que la ortodoxia se niega a dar es la redistribución del ingreso.
–Uno de los escándalos éticos en América latina es que produce alimentos para tres veces su población, siendo el mayor productor per cápita de alimentos del mundo, y el 16 por ciento de sus chicos está desnutrido. No es un problema de producción de alimentos, sino de acceso, lo cual viene mediado por la distribución del ingreso y la posibilidad de comprar alimentos y por los circuitos especulativos en la comercialización de los alimentos.
–Fue designado para asesorar a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los determinantes sociales de la salud. ¿En qué consistirá su rol?
–El tema de la salud siempre fue tratado de consultorio hacia adelante: llegan las personas enfermas a los consultorios y a partir de allí se organiza el sistema para atenderlos. Estamos cambiando de paradigma. El nuevo se basa en los determinantes sociales de la salud, donde las personas llegan a un consultorio como el producto de un historial previo que no tiene que ver con el sistema de salud sino con el sistema económico-social, el cual produce la enfermedad.
–¿Cuáles son esos determinantes sociales?
–El agua potable es un determinante fundamental y básico. Hoy hay dos millones de muertes de niños por ingerir agua contaminada. La mitad de las camas hospitalarias en todo el mundo están siendo ocupadas por personas que se enfermaron por esta causa. Otro es la instalación sanitaria, como así también la desnutrición y las villas miseria.
–¿Es un problema de recursos o de decisión política?
–Los economistas ortodoxos lo plantean como un tema de recursos y postergable. Consideran que primero debe crecerse a tasas importantes y después habrá posibilidades presupuestarias para mejorar las redes vitales. Discrepo hace 30 años con eso. Es un tema básicamente de prioridades. Por más limitados que sean los recursos, siempre hay prioridades. Y no es postergable. Sólo puede postergarse dejando muertos en el camino.
–En su libro habla de ética empresaria.
–La ética desde el punto de vista de los neoliberales ortodoxos es una perturbación para el modelo económico que ellos aplican. Y, desde esa óptica es verdad, ¿cómo se discute éticamente un paquete de ajuste? No resiste el análisis más elemental. Sin embargo, no se ha visto en todo el mundo un lugar donde esas recetas curen una economía. sólo favorece a los rentistas.
–Pero, sin un Estado que las controle parece imposible.
–La ética no es una concesión gratuita de los empresarios, sino que responde a una demanda histórica. La responsabilidad social empresaria aparece como respuesta a una demanda de los principales actores. La sociedad civil hoy pide una calidad de mundo mejor. La posibilidad de que el Estado regule la responsabilidad social empresaria no está madura en la sociedad latinoamericana. No está madura para discutir el reparto de beneficios, mucho menos para esto. Hay que ganar otras luchas previas.
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