PJ: unidad forzada dilata inevitable duelo de 2015. Fernando Espinoza abandonó el despacho de Carlos Zannini en la Casa Rosada rumbo a la sede del PJ en Matheu 130.
Llegó a las 19.25 y al rato, lo que durante 72 horas era una certeza de boca en boca, adquirió dimensión formal: el alcande de La Matanza será el candidato oficial a presidir el PJ bonaerense.
En los últimos diez días, Espinoza padeció una implacable lluvia ácida: el cacicazgo del conurbano postuló para el cargo a Daniel Scioli, la diputadora nacional que reporta a Julián Domínguez patrocinó a Carlos Kunkel y un clan peronista anotó en el aire a Martín Insaurralde. Hubo hasta una picardía de café: se mencionó, en una pirueta mágica, el nombre de Julio De Vido.
Al final, Espinoza logró lo que pretende desde hace un año: convertirse en potencial continuador de Alberto Balestrini en la butaca mayor del peronismo de Buenos Aires. En ese tránsito se desayunó del sordo recelo de sus colegas y asumió, en silencio, que la unidad que lo entronizó al frente del partido está lejos de ser un mérito propio. Simple: si la interna supera el trámite judicial -está pendiente un pedido de nulidad de la elección- y la lista oficial arrasa previsiblemente con Mario Ishii (ver aparte), Espinoza deberá maniobrar para hacer funcionar el Consejo del PJ. Lo sabe Hugo Moyano, que trepó a la cima del partido pero, inhábil en el oficio de la conducción política -diferente a la destreza gremial- descarriló en la segunda curva.
El otro factor es a mediano plazo: los espadones del PJ le avisaron a Espinoza pero en paralelo se avisaron entre sí, que ninguno tiene por ahora ventaja ni preferencia en la carrera de 2015. Las negocaciones ensangrentadas fueron el indicio de que todo está, hacia adelante, en veremos. La precondición de la unidad, reclamada por la Casa Rosada y también promovida por Scioli -la amenaza de una ruptura era lo único que forzaría a jugar al gobernador- dilata, en principio, el armado de una pole position para la sucesión bonaerense.
Con el hacha judicial pendulando sobre el pescuezo, la discusión se entorpeció en algunas secciones y sobre la hora la Junta Electoral deslizó que podría extender el plazo del cierre para dar más tiempo a que se suturen los pactos. Fue el debut de Espinoza como futuro jefe: la solución fue prometer que el futuro consejo, en vez de 4 delegados por sección, tendrá 6. De esa manera los dos que en las listas figurarán como primeros suplentes, se incorporarán como titulares. Éste fue el recurso para evitar rupturas internas.
Hasta anoche, al cierre de la edición, el dibujo de las secciones reflejaba alto protagonismo del peronismo territorial -una emulación de lo que fueron las listas de candidatos-, la permanencia de las tribus clásicas y variables presencias de sectores K puros. Aunque no se descartaban cambios de último momento, el esquema era el siguiente:
• La jerarquía territorial se quedaba no sólo con la presidencia -Espinoza- sino también con al menos 22 de las 47 butacas del consejo partidario. Vía Martín Insaurralde se anotaba también la comandancia del Congreso PJ. En la tira figuran Raúl Othacehé (Merlo), Alberto Descalzo (Ituzaingó), Mariano West (Moreno), Juan José Mussi (Berazategui), Jorge Paredi (Mar Chiquita), Juan Pablo de Jesús (Partido de la Costa), Juan Gasparini (Roque Pérez), Néstor Alvarez (Guaminí) y Eduardo «Bali» Bucca (Bolivar), entre muchos otros.
• Los espacios de Florencio Randazzo y Julián Domínguez, dos bloques que cruzan la provincia, también mantienen presencia. En partes iguales se reparten la Cuarta Sección: Randazzo, Domínguez, María Celia Gianini y José María Medina. El randazzismo se queda con dos en la Sexta (Alejandro Dichiara y Fisher), y cobraba en la Segunda vía Eduardo «Lalo» Di Rocco, un territorio incendiario. Domínguez pone en la Quinta a Adrián Mircovich.
• El esquema K anota a Diego Bossio (ANSeS), por la Quinta y a Juan M. Abal Medina por la Tercera, mientras aparecía María Teresa García por la rama femenina, Carlos Castagnetto por La Plata y el neocamporista César Valicenti por la Séptima. Anoche, Sergio Berni forcejeaba por un sillón por la Segunda con el anhelo de entrar en la mesa chica. El armado juvenil era coordinado por José Ottavis, Eduardo «Wado» De Pedro y Andrés «Cuervo» Larroque, que visitaron a Zannini.
• El sciolismo puro encabeza la rama femeninta con Cristina Alvarez Rodríguez con la promesa de ser vice del partido mientras que el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, reingresa por la Octava mediante un acuerdo con Pablo Bruera que pone en la tira a Luis Lugones. El sciolismo se nutre, además, de Alvarez, de Guaminí e integrante de la Junta Electoral, que entra por la Sexta.
• La rama femenina lleva a Dulce Granados, esposa del ministro de Seguridad de Scioli, Alejandro Granados y renueva, a su vez, Adela Segarra, de la Quinta pero con vínculos con el Movimiento Evita que ponía anoche a Gustavo Di Marzio por La Plata.
• La rama sindical la coordinó Antonio Caló, de la CGT Balcarce, y repartió los cinco casilleros entre Gerardo Martínez (UOCRA), Oscar Romero (SMATA), Carlos Quintana (UPCN), Juan Belén (UOM), y Julio Castro (Obras Sanitarias).
Fuente: Ambito
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