Miles de jóvenes ya viajan a Río de Janeiro. Unos 43.000 chicos de todo el país iniciaron su peregrinaje para asistir a la Jornada encabezada por el Papa; anoche, la Catedral fue el punto de partida para cientos de ellos, que celebraron el comienzo del periplo con una misa
En la Catedral de Buenos Aires no entraba una persona más. Anoche, poco antes de las 21.30, la iglesia desbordaba. En la entrada había bolsos, mochilas, adolescentes que no paraban de contar sus planes para los próximos días, padres emocionados y ansiosos. Estaba a punto de comenzar un viaje inolvidable. Luego de recibir la bendición del nuevo arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli, unos 400 jóvenes porteños se subieron a los ómnibus para viajar hacia Río de Janeiro y ser parte, tras unas 38 horas de viaje, de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que lo tendrá a Francisco como protagonista en su primera visita al continente.
La aventura arrancaba desde el minuto uno a bordo del ómnibus. Eso estaba en claro para los peregrinos. Así las cosas, decidieron viajar junto con uno de los grupos. Guitarras, panderetas, mate y mucha energía. Por delante había un viaje de casi dos días digno de ser contado.
Lo cierto es que por estas horas, las rutas de todo el país, terrestres y aéreas, desbordan de peregrinos que acaban de iniciar su viaje de encuentro con el Papa. Según estimaron los coordinadores nacionales de la Pastoral de Juventud, unos 43.000 jóvenes argentinos se inscribieron para viajar a Río y la mitad de ellos planeaba hacerlo por tierra. Muchos otros llegarán sin inscripción.
La emoción de comenzar este viaje era muy intensa anoche entre los jóvenes de Buenos Aires. «¡Somos la diócesis del Papa!», se arengaban unos a otros. Estaban presentes desde jóvenes de las villas de la ciudad, hasta alumnos de colegios de Barrio Norte. Todos con un mismo espíritu y objetivo: escuchar el mensaje que tiene el papa Francisco para ellos. De hecho, ayer, a través de su cuenta de Twitter el Papa les dirigió un mensaje: «Muchos de ustedes, queridos jóvenes, han llegado ya a Río y otros muchos están llegando en estas horas. Nos vemos allí dentro de tres días».
Martín Castaña, de 27 años, y Noelia Lombao, de 23, que pertenecen a la parroquia Cabrini, situada a una cuadra de la casa donde creció Bergoglio, contaron antes de subirse al ómnibus que de no haber sido Francisco el Papa, difícilmente hubieran participado. Por ahí andaba también Ricardo Quiñonez, un joven de 18 años, perteneciente a la parroquia Natividad de María, de Barracas, que cuando se enteró de que había obtenido media beca para viajar a Río se lo comunicó enseguida a su familia, que no dudó en apoyarlo para que pudiera realizar este viaje. «Para mí, tiene un significado muy especial porque soy scout y porque soy fanático de Francisco», dijo Ricardo, que viajaba con seis personas más.
Ser parte de este viaje no fue sencillo. Para los chicos de los barrios más humildes, reunir los 4000 pesos que costaba el periplo era una misión imposible. Sin embargo, cuando algunas de las parroquias que mejor habían conocido al cardenal en sus años de porteño habían decidido no mandar a sus jóvenes a Río, llegó la buena noticia. ¿Cómo no va a estar presente la diócesis del cardenal? ¿Y los jóvenes de su vicaría? El Arzobispado de Buenos Aires había organizado una campaña de padrinazgos para financiar el viaje de los jóvenes con menos recursos y dar becas para reducir el costo del viaje para aquellos que sí podían pagar una parte del costo.
Así fue como se organizaron rifas y eventos para juntar fondos y peso a peso, cada parroquia fue recolectando el dinero. Ayer, unos 400 jóvenes partieron en unos siete ómnibus desde la Catedral. Con ellos, viajaban tres vírgenes de Nuestra Señora de Luján. Una de ellas que se la llevará Francisco a Roma y otra que un grupo de peregrinos de asentamientos porteños llevará a una favela. ¿El total de viajeros? Unos 2000 jóvenes de la Capital, 6000 del Gran Buenos Aires y los 35.000 restantes del interior del país.
«Nervios, ansiedad, curiosidad, lágrimas de por medio. Hemos sido los elegidos para esta gran experiencia. Ojalá Dios nos ilumine a todos con mucha fe y esperanza para encontrarnos con nosotros mismos, con Jesús, para estar en paz. Llegó el gran día. ¡Hoy partimos hacia Río!», enfatizaba emocionada, María Sangoy, que pertenece a una iglesia de Paraná, Entre Ríos, minutos antes de subirse al ómnibus.
Los habitué de la Jornada saben que es una tradición llevar pequeños suvenires para intercambiar con peregrinos de otras partes del mundo. Algunas jóvenes hicieron pequeñas «vírgenes de Luján» con corchos, a las que llamaron viajeritas. Otros llevaban banderas, estampitas, remeras, escarapelas con la foto del Papa. «No saben lo que es esto. Todos quieres sacarse una foto con la bandera argentina -cuenta Leyla Mafud, que es de Tucumán y ya llegó a Río-. Gente, traigan globos y banderas chiquitas para regalar. ¡Estamos de moda!».
Fuente: La Nación
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