El líder sindical de la CGT celebró el paro. Dijo que la adhesión alcanzó «casi un 85%» y relativizó los piquetes y la actividad del transporte; Barrionuevo anunció otra protesta.
Hugo Moyano no le alcanzaban los ojos para pispear las cinco pantallas. El quinto piso de Azopardo 802 se había transformado en una suerte de comité de campaña. Gerónimo Venegas recibía las cifras de adhesión que le llegaban desde las seccionales del interior y el resto de los dirigentes seguía el paro con la mirada estampada en la televisión. La sala se alteró cuando Moyano comprobó que tres de las cinco señales televisivas habían levantado su transmisión en vivo desde la CGT para exhibir al ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo.
Apenas unos minutos después, Moyano irrumpió en la planta baja y desplazó a su ladero Omar Plaini del eje de la conferencia de prensa. «La adhesión es de casi el 85%, el paro es contundente en todo el país», lanzó cuando todavía no era el mediodía. Fue una réplica al ninguneo con el que había tratado a la huelga el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que sostuvo que el 75% de la gente fue a trabajar.
Al margen de la guerra de cifras, Moyano, como el resto del sindicalismo opositor, no se mostró tan eufórico como el 10 de abril pasado, cuando había activado un paro nacional con la adhesión total de los gremios del transporte.
«La adhesión fue muy alta a pesar de que el Gobierno utilizó todo el aparato estatal para impedir esta jornada. Hasta presionaron y exigieron a dirigentes», acusó Moyano. Su mensaje aludía a Roberto Fernández, jefe de los colectiveros de la UTA, quien le quitó a último momento el apoyo a la huelga.
Pero el camionero tensó aún más el vínculo con los gremios que se mantienen alineados con la Casa Rosada: «Coinciden con los reclamos, pero dicen que no es el momento. Pero ¿cuándo es el momento? La inflación y el impuesto a las ganancias devoran ahora los salarios, y la inseguridad es cada vez más amenazante y temerosa. Yo ya no hablo con ellos».
Como casi todos los días, Moyano salió de su casa de Barracas con las primeras luces del día. Ordenó ir directamente a la CGT. Montó allí su búnker y recibió a sus aliados con un asado en la terraza. Siempre se mostró triunfalista y designó diferentes voceros para mantener abierto el fuego retórico con los funcionarios del Gobierno. Su hijo Facundo cuestionó al ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que no sólo relativizó el impacto de la huelga, sino que aseguró que la inflación «está bajando». También fueron blanco de críticas Capitanich y Randazzo.
Pero nadie mejor que Luis Barrionuevo, otro de los grandes impulsores del paro, para agilizar el intercambio de chicanas. Filoso, como siempre, el jefe de la CGT Azul y Blanca dijo que Tomada «vive en otro planeta», enumeró una serie de episodios en los que el kirchnerismo está bajo sospecha por actos de corrupción y calificó de «sumisos» a sus colegas de la CGT oficialista.
Barrionuevo logró gobernar su ironía para referirse a Cristina Kirchner: «Presidenta, queremos ser escuchados y queremos que termine bien en diciembre de 2015». Y le envió un mensaje a la numerosa lista de aspirantes para la Casa Rosada: «Cuando llegan al poder se olvidan de los sindicatos. Pero preelectoralmente [sic] nos buscan y después se olvidan. Usaron nuestra agenda de plan de lucha, pero nunca nadie nos dio respuestas».
No en vano Moyano enumeró las organizaciones que apoyaron el paro. En orden, mencionó a la central de Barrionuevo, la Federación Agraria, la Federación Universitaria y CTA.
Omitió nombrar al jefe ceteísta, Pablo Micheli (ver aparte), y a las agrupaciones de izquierda, que reforzaron la medida de ayer con piquetes y bloqueos en las grandes urbes. «Los trabajadores tienen miedo de ir a trabajar todos los días, no hoy [por ayer] por los cortes y el paro», minimizó el efecto de los piquetes.
Nuevas medidas de fuerza
A pesar de sus diferencias y de su vieja rivalidad, la alianza entre Moyano y Barrionuevo avanza, independientemente de lo que defina el resto de los actores que participaron del paro. Ambos pronostican que el escenario de despidos y suspensiones laborales continuará y que la escalada inflacionaria no alcanzó aún su techo. Por eso, advirtieron que si no encuentran una respuesta a sus reclamos, activarán una protesta en las narices de la Casa Rosada o debatirán realizar un nuevo paro nacional. Lo resolverán en dos semanas, según acordó el último plenario de la CGT.
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