Académico del Conicet opina sobre la continuidad de Barañao. Seguirá como ministro de Tecnología: ¿un puente en la grieta, continuidad de políticas o el paradigma de la ciencia neutral?
Esta semana se dio a conocer públicamente el Gabinete de Ministros que acompañará al presidente electo Mauricio Macri en el gobierno nacional a partir de diciembre próximo. Para sorpresa de muchos de nosotros, Lino Barañao, actual ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, es el único que seguirá en sus funciones en esta cartera creada en el 2007.
Barañao es la primera y única persona que ha ocupado ese cargo y, a partir de su designación, el Estado argentino ha destinado cada vez más presupuesto a la ciencia y a la tecnología, ha intervenido cada vez más en la definición de agendas y proyectos de investigación, ha repatriado cada vez más científicos y han ingresado cada vez más becarios e investigadores al Conicet.
El cambio de rumbo de este modelo de crecimiento con inclusión social que eligió la mayoría de nuestro pueblo en las urnas, junto con la continuidad del ministro Barañao, nos obliga a preguntarnos si esta decisión es realmente un puente en la grieta (como un gesto político para “unir a la Argentina”), es la continuidad de un camino (como una genuina intención de seguir avanzando con la agenda de políticas públicas de ciencia y tecnología), o no es ni más ni menos que la cristalización de un potente símbolo ya instalado en el imaginario colectivo, tanto dentro como fuera de la comunidad científica, estrechamente vinculado a la idea de una ciencia neutral, de una verdad científica objetiva, absoluta, universal y sin ideologías.
Son contados los pensadores que han estudiado en profundidad las relaciones entre Ciencia, Tecnología y Sociedad en América Latina (Renato Dagnino, Oscar Varsavsky, Jorge Sábato, para nombrar solo algunos). Todos muestran cómo las agendas de investigación en nuestros países siempre estuvieron, en gran medida, determinadas por los países centrales.
En este sentido, ante esta disyuntiva de “cambio o continuidad”, de ir a lavar los platos o seguir trabajando en el laboratorio con motivación de contexto; ante este eterno retorno del “sálvese quien pueda” y “con Barañao, los científicos estamos salvados”; en este “cambio” conservador que intenta frenar los verdaderos cambios que se vienen llevando adelante en la Argentina hace más de doce años, debemos recordar, hoy más que nunca, que no nos da lo mismo una investigación de calidad en nanotecnología convertida en patente nacional para ser aplicada directamente en el desarrollo de productos de consumo masivo en nuestro pueblo, para agregar valor a la cadena productiva de la industria nacional, que esa misma investigación de calidad convertida en un paper publicado en una revista internacional “prestigiosa”, para ser usufructuada por las industrias de países desarrollados.
No nos da lo mismo desplegar todas nuestras capacidades para el desarrollo de software en pequeñas aplicaciones, periféricas y secundarias, de programas privativos creados en un primer mundo que hoy parece ser el último, que desplegar esas mismas capacidades para el desarrollo de software libre nacional, para ser utilizado en las notebooks de las escuelas, en las PyMEs, en las tecnologías de información y comunicación locales.
No nos da lo mismo exportar nuestra creatividad como exportamos la soja (sin agregar valor a la materia gris como a la materia prima), que desarrollar nuestra industria de biodiesel, con procesos y tecnologías propias que contemplen las problemáticas ambientales, sociales y económicas de nuestro país.
No nos da lo mismo el avance de las energías renovables con pocas alternativas de gran escala y valores importados, que muchas opciones viables de pequeña escala que atiendan las necesidades y complejidades regionales. Nos nos da lo mismo la mano de obra informal y barata, por sólo unos meses, en la instalación de un parque eólico con aerogeneradores de gran potencia fabricados en grandes empresas de capital extranjero, que la profundización, diversificación y democratización de la producción de energía mediante la generación distribuida, con múltiples fuentes sustentables de energía que respondan a las necesidades de las economías regionales.
No nos da lo mismo una investigación en energía nuclear o un avance innovativo en la extracción de gas no convencional en manos de corporaciones económicas, que en manos del Estado.
Los ministerios, las secretarías, todos los cargos del Estado, hasta la mismísima primera magistratura, no son ni más ni menos que espacios de representación e instrumentos de poder. No se trata de un Estado ausente o un Estado presente. Porque el Estado ahí está: al servicio del pueblo o al servicio de los sectores concentrados de la economía; para ampliar derechos, promover la redistribución de ingresos e impulsar el trabajo digno de grandes mayorías o para apuntalar el capital financiero de pequeñas minorías y aumentar las brechas sociales, culturales y económicas; para aplicar la “ley de la selva” del Mercado o para restringirla y proteger al conjunto de la población de la misma; ahí está el Estado como una Nación más inclusiva, independiente, justa y soberana, o está como una Empresa donde miles y millones quedan afuera (con globitos amarillos esperando en la puerta), cuando los números no cierran.
No nos da lo mismo el ministro Lino Barañao en un país desendeudado, independiente, con recursos propios y margen para definir nuestras propias agendas de ciencia y técnica, con problemáticas sociales y demandas del sector productivo locales que definen y orientan investigaciones interdisciplinarias, que el mismo ministro Lino Barañao en un país endeudado, dependiente de los países centrales y los organismos multilaterales de crédito, con agendas, lineamientos, modos de producción y circulación del conocimiento definidos por intereses extranjeros.
La continuidad de Lino Barañao al frente de la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva no es un puente en la grieta, no es continuidad en las políticas. La continuidad de Lino Barañao es un gran desafío pendiente para la ciencia y tecnología nacional. Porque como dijo Varsavsky, “en pocos campos es nuestra dependencia cultural más notable que en éste, y menos percibida”. Y sin embargo ahora está a la vista de todos.
No es un problema de Lino Barañao, ni de Cristina, ni de Macri. Es un problema de hegemonía cultural que existe en el mundo. Depende de nosotros, no solo de los científicos, que esta grieta de horizontes se siga abriendo, que esta disputa por los sentidos y los valores culturales se siga profundizando, democrática y pacíficamente.
La continuidad de Lino Barañao deja, como una grieta más, una pregunta abierta: ¿nanotecnología para qué? ¿biotecnología para quién? ¿software libre o privativo? ¿cómo y dónde las energías renovables? Las investigaciones no siguen modelos lineales para ser aplicadas en la industria, no son verdades ajenas al espacio y al tiempo donde viven, no son independientes de los valores culturales y sociales predominantes en un país, una región o una institución. La continuidad de Lino Barañao no nos salva a los científicos argentinos. Todo lo contrario: nos desafía.
Lic. en Física Agustín Sigal: docente, investigador de la Universidad Nacional de Córdoba, y especialista en energías renovables y vectores energéticos.
Fuente: Cba 24
Comentar post