Los incondicionales hermanos del cura Grassi dicen que él «no está bien». Los familiares del sacerdote preso aseguran estar preocupados por su salud y reclaman que sea liberado. El negocio que los une.
La imagen de la Virgen de Luján con la firma de la Fundación Felices los Niños decora el frente de una de las casas de los hermanos del cura Julio César Grassi (57). Seguidores de la fe y compañeros entre ellos, la familia defiende al párroco, se preocupa por su estado emocional en la cárcel y reclama Justicia. “Nunca lo vamos a dejar, su familia siempre va a estar con él”, coincidieron los hermanos.
La decisión del lunes pasado del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Morón de ordenar la detención del cura Grassi y que continúe su condena en prisión, sorprendió a su familia. “Estamos muy apenados con todo lo que pasó. Es una injusticia lo que hicieron con mi hermano”, confiesa a PERFIL Osvaldo (59), el mayor de los Grassi. Tanto él como sus hermanos se muestran “apenados” con el encierro del cura.
El lunes pasado Grassi pronunció sus últimas palabras ante el Tribunal. Habló de una campaña mediática en su contra y pidió que lo dejen en libertad argumentando que “no hay ninguna razón fáctica o concreta para quitarle los beneficios actuales” con el objetivo de continuar “trabajando por los que más necesitan”. Sin embargo, los jueces no dieron lugar a su pedido y ordenaron que cumpla su condena a 15 años de prisión (dictada en 2009) por dos hechos de abuso contra un menor, conocido como “Gabriel”.
“Ese día mi hermano habló con el corazón. Respaldo cada una de sus palabras y no tengo mucho más que agregar. Estamos todos muy apenados y confiamos en su inocencia”, completó Osvaldo. Por su parte, María del Carmen (54), la única mujer de los cinco hermanos, sostuvo: “No podemos creer lo que pasó. Hablamos con él y está muy mal, igual que los chicos de la Fundación. Los nenes hicieron un gran cartel reclamando Justicia. Su familia siempre va a estar con él, nunca lo vamos a dejar. Nos hicimos fuertes por tantos golpes, pero eso no quiere decir que vamos a aflojar”.
Los Grassi se criaron en el partido de Lanús, al sur del conurbano bonaerense. Sus padres Tomás Osvaldo y Adelina Estela Alzúa desarrollaron una empresa de fundición. “Fundymec” Ahora Alejandro (52), el menor de la familia, continúa al frente con la empresa. Todos formaron familia y tuvieron hijos. Julio César, desde muy joven, decidió volcarse al mundo religioso. En 1987 se ordenó sacerdote y en 1993 creó la Fundación Felices los Niños, en Hurlingham.
“En 15 hechos fue absuelto y nadie habla. Esos sinvergüenzas están en la calle. Y por dos hechos que no se demuestran están haciendo un show mediático para verlo ensangrentado en la calle. No hay nada comprobado, es todo una mentira. Con palabras condenaron a una persona que luchó toda la vida. Lo condenaron por una palabra de un chico apoyado que ahora está disfrutando de una vida totalmente libre”, dijo con vehemencia Juan José (58), en una entrevista que brindó en radio Vorterix.
Siguiendo esa misma línea, su esposa y cuñada del sacerdote, fue contundente ante este diario: “En este país son todas injusticias. ¿Para qué vamos a hablar si ya lo condenaron mediáticamente?”.
El lunes pasado todo cambió para la familia Grassi. El Tribunal de Morón, que lo había citado para notificarlo por la decisión de la Suprema Corte bonaerense, y pocas horas después ordenó su inmediata detención. Este revés judicial no fue el único cambio para la vida de Grassi.
Con esta resolución del TOC 1, el Obispado de Morón (al que pertenece el párroco) informó que al cura se le aplicó la “medida disciplinaria de la prohibición del ejercicio público del ministerio sacerdotal” hasta que se resuelva “definitivamente esta situación” (ver aparte).
“Grassi se creía un poderoso intocable y durante trece años estuvo instigando a sus víctimas”, manifestó poco después de su detención el abogado Juan Pablo Gallego, representante de la Convención Internacional de los Derechos del niño.
El cura perdió sus facultades como sacerdote y la libertad. Desde entonces pasa sus días en la cárcel de Campana.
El negocio que une a la familia
Poco cambió la fachada de la metalúrgica Fundymec, donde los padres del cura Julio César Grassi fundaron su empresa, la misma que hoy administran y comandan cuatro de sus cinco hijos. La venta de cocinas industriales y hornos es el principal motor de un tradicional negocio que abrió sus puertas en la década del 40.
El emprendimiento familiar comenzó fundiendo piezas para veredas y calzadas. Alejandro Grassi, el hermano menor del cura, lo cuenta así en su página web: “Nuestro padre Tomás Osvaldo Grassi no perdía ninguna exposición sea de gastronomía como de fundición y siempre buscaba nuevos mercados en todo el interior del país y en el exterior, como Chile, Bolivia, Perú, Panamá, Cuba, Miami, España”.
En ese mismo lugar también funciona otra empresa familiar: “Impulsora Gastronómica”, que también está a cargo de Alejandro. En su sitio web se ofrecen los distintos productos que están a la venta, pero también tiene su espacio un banner en el que invitan a votar acerca de la culpabilidad del cura en la “Causa Grassi”. El 71 por ciento considera que es “inocente”, mientras que el 24 lo elige “culpable”. Y sólo el 5 por ciento restante “no tiene opinión”.
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