Argentina ratificó el Acuerdo de París, pero ahora tiene que avanzar en medidas de mitigación y adaptación al calentamiento. Y debe mejorar su articulación interna y la diplomacia para presionar a las naciones ricas.
El cambio climático no fue un tema de la agenda política de la gestión kirchnerista, pero el presidente Mauricio Macri ha mencionado este problema planetario en casi todos sus discursos. Dos ejemplos extremos son su mención como argumento en el aumento en las tarifas de gas y luz, un asunto bien doméstico, y la alusión de este desafío global en un foro internacional como la pasada cumbre del G-20.
La señal política más fuerte en este sentido fue la reciente ratificación del Acuerdo de París en el Congreso de la Nación, a pedido de Macri.
“Es simplemente un gesto, que seguramente se practicará de manera rimbombante. El Acuerdo de París no tiene ningún compromiso sustantivo nuevo, sólo prevé que las naciones revisen sus contribuciones, algo que ya era un compromiso desde 1992”, advierte Raúl Estrada-Oyuela, un exdiplomático argentino de larga trayectoria en las negociaciones sobre cambio climático.
Para Christopher Kiessling, docente e investigador en gobernanza sobre cambio climático, la ratificación significa que el país acepta las metas del tratado para mantener el aumento de la temperatura global debajo de los dos grados.
Ag. de Noticias: La Voz
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