La aspiradora funciona de nuevo a pleno. La entidad revirtió la corrida y ya compró más de 2000 millones de dólares en el mes.
«No se puede ignorar que hubo una operación desestabilizadora, pero los que la llevaron a cabo no entendieron que la Argentina cambió», afirmó Marcó del Pont.
El Banco Central concluirá diciembre con un record histórico de compra de dólares. Cuando aún restan cuatro ruedas cambiarias para finalizar el mes, registra un monto de absorción de más de 2000 millones de dólares, lo que supera ampliamente la marca anterior, de mayo último, con 1389 millones. La situación actual contrasta con la corrida que se exhibió a mediados de año y que se extendió hasta noviembre, fogoneada por operadores financieros, que buscaron torcerle la muñeca a la autoridad monetaria. La presidenta del Central, Mercedes Marcó del Pont, explicó a Página/12 que la salida de capitales, a diferencia de lo que algunos analistas proclamaron en esos días, se inició previo a la implementación de nuevos controles a la compra de moneda extranjera. «Lo que uno no puede ignorar es que hubo una operación desestabilizadora respecto del tipo de cambio, bajo la excusa de que el dólar estaba barato, pero los que la llevaron a cabo no se dan cuenta de que la Argentina cambió, por eso fracasaron», aseguró la funcionaria. La divisa estadounidense se encuentra actualmente en 4,31 pesos, cerrando el año con una apreciación del 8 por ciento. El volumen de reservas finalizó ayer en 46.265 millones.
«La corrida no derivó de la decisión de coordinar entre el Banco Central y la AFIP mayores controles a las operaciones, sino que se inició mucho tiempo antes, con el tema del tipo de cambio atrasado», recordó la presidenta de la autoridad monetaria. La fuga de divisas tuvo dos momentos claramente identificables. El primer signo de salida de dólares se inició en agosto, último mes en que el volumen de reservas dejó de pivotear en los 52.000 millones de dólares. En ese momento, la argumentación de los economistas comprometidos con el discurso dominante fue la incertidumbre preelectoral, en referencia a los comicios presidenciales de octubre. La falta de rigurosidad de esa premisa quedó en evidencia tras el resultado de las elecciones primarias, que dio una holgada ventaja al oficialismo. Fue entonces que comenzaron a pronosticar una devaluación abrupta del peso para aumentar la competitividad del sector exportador, poniendo como ejemplo la política cambiaria adoptada por Brasil.
La sangría de reservas, resultado de la venta de dólares que el Central debió realizar en la plaza cambiaria para sostener el precio de la divisa, se fue intensificando. Luego de los comicios, el Gobierno dispuso una serie de medidas para equilibrar al mercado de cambios. El paquete contempló la obligatoriedad de que las empresas mineras y petroleras liquiden en el mercado local la totalidad de las divisas que generen sus exportaciones, bajo el mismo tratamiento que se da a las ventas del complejo agroexportador. Esta medida implica un ingreso cercano a los 3000 millones de dólares anuales. Por su parte, las firmas aseguradoras tuvieron un plazo de 50 días para repatriar sus inversiones y disponibilidades en moneda extranjera. Este conjunto de medidas fue paulatinamente equilibrando el mercado, pero la sangría de reservas no fue detenida. «El principal problema era que la gente se estaba yendo al dólar, impulsada deliberadamente por los grandes grupos económicos», según recuerda Marcó del Pont.
Las medidas se focalizaron entonces en las compras informales. Junto con un relevamiento exhaustivo de la city en busca de «coleros» o «prestanombres», se dispuso –el 31 de octubre– que toda persona y empresa que desee comprar moneda extranjera en casas de cambio y bancos, sin importar el monto, deba demostrar la capacidad económica para hacerlo. Dio comienzo a un segundo momento de corrida, el cual se cristalizó en una fuerte salida de depósitos del sistema bancario mediante la cancelación de cajas de ahorro o la no renovación de plazos fijos en esa moneda. El momento de mayor tensión se registró en las semanas subsiguientes a esta medida: a los 1500 millones de dólares que el Central vendió en el mercado se sumó una salida de 2878 millones de dólares de los bancos (ver aparte).
Bajo ese esquema se especuló con la posibilidad de un deterioro mayor de las reservas. Sin embargo, en diciembre se inició un fuerte proceso de recomposición. «Los que llevaron a cabo la corrida no se dan cuenta de que la Argentina cambió, por eso fracasaron esas operaciones de desestabilización. La gobernabilidad del tipo de cambio es potestad del Banco Central», sentenció la titular del organismo monetario. A una semana del cierre de mes, el Central acumuló un volumen de compras en la plaza cambiaria de 2082 millones de dólares, colocándose casi como único demandante de divisas, frente a la liquidación de las mineras, petroleras y cerealeras. El cambio de tendencia no tuvo la misma repercusión mediática ni mereció nuevos análisis por parte de los gurúes de la city como cuando se inició la fuga. «Se lo trata de minimizar, afirmando que se planchó la demanda de dólares y que por eso compra el Central. Pero, lo cierto es que muchos hicieron un mal negocio comprando dólares», manifestó la titular del BC.
Esta semana la mesa de cambios del Central aceleró el ritmo de compra de dólares en el mercado, registrando el jueves pasado un máximo histórico de 413 millones, superando la marca anterior –miércoles previo– con 278 millones. Ayer, en media rueda (por el asueto) adquirió 106 millones. Esta intervención se dio además bajo un contexto de crecimiento en el volumen operado. «Esto demuestra que la administración del comercio no implica que estemos planchando las operaciones, sino que ahora se negocia con las empresas un cronograma de pagos entre las que importan y las que exportan, para estabilizar la demanda y oferta de dólares», destacó Marcó del Pont. El Central dispuso que los bancos informen con diez días hábiles de anticipación la venta de dólares a sus clientes, para organizar el volumen de transacciones del sistema.
De mantenerse este ritmo de acumulación de reservas, el Gobierno estaría en condiciones de afrontar buena parte de los vencimientos de deuda del año próximo con fondos propios. Durante 2012 el Estado deberá cancelar vencimientos con acreedores privados, locales e internacionales, por una cifra cercana a los 7000 millones de dólares. La aprobación del Presupuesto 2012 habilitó el uso de hasta 5674 millones de dólares de reservas internacionales del Banco Central para cancelar esas obligaciones. Sin embargo, el monto que efectivamente se utilice de la tercera edición del Fondo de Desendeudamiento estará sujeto a la existencia de reservas de libre disponibilidad, guarismo que surge como excedente de los dólares requeridos para cubrir la base monetaria, un resabio de la ley de convertibilidad. «En algún momento estuvimos por debajo de ese mínimo requerido; hoy estamos por encima», concluyó Marcó del Pont.
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