Los presidenciables del kirchnerismo empiezan a jugar sus últimas fichas. Los siete aspirantes buscarán posicionarse durante el verano y pelear la interna con Scioli
Ninguno admite una baja anticipada en la carrera hacia 2015, pero el grupo de presidenciables oficialistas trabaja para escalar posiciones durante el verano y potenciar sus figuras con el propósito de tallar en el nuevo armado electoral que, admiten, no contemplará una grilla abultada de postulantes.
Es un enigma cómo jugará la Presidenta en su propia sucesión, aunque el grueso de los siete aspirantes kirchneristas cree que hay que explotar el sistema de primarias y dar batalla contra Daniel Scioli, el postulante del Frente para la Victoria que aparece hoy mejor instalado en las encuestas y, más allá de la tregua actual, siempre fue resistido por el núcleo duro del oficialismo.
Cuando en los distintos búnkeres se trazan planes para el último tramo de la precampaña, el dilema en análisis es cuántos y qué competidores deberían quedar en pie. Y, más difícil aún, cómo encaminar ese proceso que no se amasará sin aval de Olivos.
En los próximos días, el Movimiento Evita, principal bastión de apoyo de Jorge Taiana, podría formalizar una idea que conversa de manera informal: organizar instancias de discusión política entre todos los candidatos oficialistas con ejes temáticos y que se podría encuadrar en congresos por distintos puntos del país. Habrá que ver, entre tanto recelo, cómo repercute la convocatoria.
La propuesta pretende poner en el centro de la escena un debate programático y motorizar a la militancia. Es, además, una especie de contraoferta al planteo de Sergio Urribarri, el primero en transitar el asunto hace dos semanas. El gobernador de Entre Ríos deslizó la opción de una «convergencia» y mencionó diálogos con el ministro de Defensa, Agustín Rossi; el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el ex canciller Taiana
Para bronca de varios, luego de pedir limpiar de candidatos la interna, Urribarri sostuvo que sólo dos arribarán a la final: Scioli y, obvio, él. «Yo no me bajo», se apuró a decir a el senador Aníbal Fernández. «Voy a seguir fortaleciendo mi candidatura», aseguró Rossi, ante la consulta. Lo mismo hizo el ministro del Interior, Florencio Randazzo, rankeado segundo en la mayoría de los sondeos y cada vez más crítico de Scioli. «La que va a definir es Cristina. No hay que apurar los tiempos; es como querer marcarle la cancha a ella», interpretan cerca del funcionario.
Los kirchneristas le otorgan a la Presidenta un peso clave en las urnas, si es que opta por bendecir a un postulante. Algunos, con estudios en mano, aseguran que ella define seis de cada diez votos del Frente para la Victoria y, así, ofrecería una potencialidad enorme a un eventual bendecido. También consideran que una primaria competitiva podría acumular mayor caudal de electores que la opción de un solo delfín.
«No descarto que ocurra, pero sería un error. El candidato único obedece al objetivo de algunos intendentes y gobernadores que piensan más en ganar en sus territorios que en el interés de la Nación, en una visión de país», argumentó a LA NACION Fernando «Chino» Navarro, presidente del bloque de diputados oficialistas en la Legislatura bonaerense y referente del Movimiento Evita.
En esta etapa, claro, todos descartan que estén pujando para quedarse con otro premio que no sea el mayor. Ni la vicepresidencia, ni la gobernación, ni la jefatura de gobierno. El único que compite por anticipado y está sujeto a un score es el salteño Juan Manuel Urtubey, que ahora está encerrado en su campaña provincial. Sólo una buena performance y un estancamiento del resto, cree, le permitirían intentar participar en primera.
Como el más joven del lote, Urtubey mantiene intacta su ambición presidencial. Por eso, descarta completar una fórmula con un ejercicio pragmático: si el mandato que lo tiene como segundo fuera exitoso, el presidente querría ir por una reelección, lo que lo coloca fuera de carrera; si es un período mediocre, tampoco le serviría a él de plafón en su lugar de vice.
Además de la estrategia nacional, un desafío extra que se cuela por lo bajo es el territorio bonaerense, determinante por su peso en el padrón. Sin postulantes fuertes para suceder a Scioli, en las usinas circulan ensayos extremos -como que vaya un Kirchner, sea Máximo o Cristina, en la boleta- o enviar a un presidenciable al ring bonaerense para traccionar votos.
Otros, en cambio, esbozan la teoría contraria: consideran que el candidato presidencial es concluyente en el arrastre. Sostienen esa premisa en que casi siempre el presidente tuvo un gobernador con su mismo signo político. La única excepción fue Carlos Ruckauf, en 1999, cuando logró que el peronismo permaneciera en el poder provincial, a través de un pacto con el ex ministro Domingo Cavallo, mientras la Alianza ocupó la Casa Rosada. Aun así, no pocos temen perder, después de 28 años de hegemonía ininterrumpida, el manejo de esa comarca estratégica.
Fuente: La Nación
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