Lara recibió una serenata en la clínica. Es esa música que sana cada vez que te eriza la piel., te penetra por los oídos, da varias vueltas en el estómago y sale despedida en forma de escalofrío.
Son esas estrofas que suenan a través de un coro celestial: ángeles que no portan alas ni corona, sino zapatillas y pantalones cortos. Que tienen miradas de distintos colores (azules, café y miel) pero llevan el mismo mensaje: “Lara, queremos que te cures. No podemos tocarte pero te abrazamos con esta canción. Somos tus médicos del alma, tus doctores del corazón”.
Un grupo de cerca de 60 alumnos de quinto y sexto grado del Instituto de Niños Músicos Herbert Diehl protagonizó una de las serenatas más hermosas que se hayan cantado jamás. Eran los compañeros de Lara Rencini, una niña de 10 años que se encuentra internada hace 33 días en el primer piso de la Clínica Reina Fabiola, de la ciudad de Córdoba. La chiquita fue diagnosticada con leucemia y desde entonces se encuentra internada con las más estrictas medidas de seguridad. Una de ellas es la del aislamiento, porque sus defensas andan bajas. Sus amigos no pueden entrar a verla a la habitación. Por eso decidieron abrazarla, con una canción, sin siquiera tocarla.
Más que un pasatiempo
Todo comenzó el jueves al mediodía. En el internado de pediatría de la clínica, Lara almorzó como lo hace todos los días. Comió pollo con muchas ganas. Luego se preparó para la entrevista de este diario. Ella ya estaba avisada de que iba a venir la prensa. Aunque ni sospechaba la sorpresa que recibiría después.
Dos grandes ojos oscuros sobresalían de unos anteojos de marcos igualmente negros. Llevaba el pelo atado con una colita de caballo, remera gris con detalles en azul brillante. Saludó con una sonrisa de oreja a oreja y reconoció que no estaba nerviosa. “Después de tantos días de estar internada, comenzás a buscarle la vuelta para que no te agarre el bajón. Yo decidí tomármelo bien, porque si no es peor”, comentó la niña minutos después de haber saludado.
Lara lleva 33 días internada en la institución. Pero antes de eso, sus papás nunca sospecharon del diagnóstico. Ella siempre fue una chica fuerte. Solista en el coro de fin de año, alegre y de mucho empuje. Pero un día le dio fiebre y no había nada que se la hiciese bajar.
Así estuvo 15 días hasta que, en una sala de esta clínica de barrio General Paz, su mamá Natalia escuchó unas palabras que nunca habría imaginado. “‘Tu hija tiene leucemia’, me dijeron. Y en ese momento ya no recuerdo más. Esas palabras sonaron tan fuertes que no vi más nada. La vista se me nubló”, contó la mujer.
No hubo tiempo para lamentar. La niña ingresó al internado. Recibió una medicación primero y quimioterapia después. A medida en que iban pasando los días, fue probando con distintos artilugios para serenar su mente y no pensar pavadas, como ella lo define. Así fue cómo se encontró con su salvación: el origami, un arte japonés que consiste en formar figuras en papel, sin usar tijeras ni pegamento.
Mil grullas y un deseo
“Mi escuela hace hincapié en el arte. Y yo me aproveché de eso para hacer más fácil la internación. Como no se puede cantar, porque hacemos mucho ruido, me acordé de una clase de origami que me habían dado en el colegio. Perfeccioné la técnica con un curso acelerado que vi en Internet. Y después sentí muchas ganas de seguir haciendo”.
Así fue cómo la niña encontró su pasatiempo. A cada persona que entraba a visitarla le enseñaba cómo formar figuras. Ese día no fue la excepción. Con mirada atenta, doblaba un papel plateado hasta formar una hermosa artesanía.
Un buen día se enteró de que los japoneses tenían un truco: haciendo mil grullas se te cumplía un deseo. El trato de Lara con su mamá fue hacer 100. No tuvo que meditar mucho tiempo para saber qué es lo que añoraba de corazón. “Yo quiero curarme lo antes posible para volver a la escuela. No tener problemas con el tratamiento y ver a mis amigos, que es lo que más quiero”.
Como una premonición, la voz de sus compañeros comenzó a escucharse desde la habitación. Era la felicidad que tiraba piedritas por su ventana.
Como reina
Porque el truco había sido abrazarla sin tocarla. Por eso a una de sus maestras se le ocurrió improvisar un coro frente a su ventana. Una serenata de amor.
A las 13.50, los chicos salieron de clase. Se subieron a un colectivo que los dejó justo en frente de la Reina Fabiola. Por ese entonces, la Policía ya había cortado la calle. Y unos cuantos curiosos hacían el aguante afuera.
Llevaban camiseta blanca y pantalones verdes. Con alfileres, se habían enganchado unos corazones de cartulina que llevaban un mensaje alentador. Obedientes esperaron la orden de su maestra para empezar.
De lo que siguió, mucho no recuerdo. Más que lloré desde el comienzo hasta el final. Las voces de los niños eran celestiales y el mensaje iba a parar –sin escalas– directo al corazón. Uno de los docentes acompañaba con la guitarra. Poco a poco las estrofas fueron subiendo de intensidad. Las canciones se adueñaron de la calle, ganándole en su justa ley a los bocinazos y al ruido intenso de una obra en construcción.
Luego no hubo más que silencio, de ese que cura. Por la ventana del primer piso, una manito saludaba como si fuera la reina del carnaval.
Su cumple, en casa y con fiesta grande
Lara Rencini cumplirá 11 años el 29 de diciembre. Unos días antes, será dada de alta provisoria para que pueda festejar las fiestas en su casa. Ella le pidió que sus padres organizaran un evento a lo grande.
Hace poco más de un mes, fue diagnosticada con leucemia. El tratamiento consistió en quimioterapia y apoyo de medicación. En el primer piso de la Reina Fabiola, todos la reconocen por su alegría.
Comenzó a armar grullas como terapia. Cuando menos se dio cuenta, había llenado su habitación de figuras de papel. Los médicos le pidieron que las retirara porque podían llegar a juntar ácaros, unos bichitos que provocan alergias. El día del concierto, decidió tirarlas por la ventana. Fue el mejor regalo que pudo entregar a sus amigos cantores.
Fuente: Dia a Dia
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