El Festival Nacional de Folklore empezó anoche, a pesar de las amenazas de lluvia, con fuerte presencia de artistas jóvenes
Bajo un cielo cubierto y sobre una tierra expectante Cosquín comenzó a cantar. Anoche, la ciudad del valle de Punilla volvió a convertirse en el centro geopolítico de la canción, el vaticano de ese universo móvil y múltiple que con obstinación seguimos llamando folklore.
Fervor y emoción acompañaron la apertura de la 53º edición del Festival Nacional de Folklore La lluvia, tantas veces protagonista de las noches de festival y que de desde la siesta puso verdes grises a los colores serranos, era ya una anécdota, cuando a las 22, el párroco de Cosquín Alberto Álvarez dio la bendición. «Que el canto nos hermane», dijo el curita entre otras cosas.
Enseguida, las voces de Paola Bernal, Pelu Mecó, Mery Murúa, con Cecilia Fandiño el piano y Belén Ghioldi en danza, interpretaron el Himno Nacional. La voz del poeta tucumano Néstor Soria armó el silencio antes del estallido de la articulada ceremonia inaugural, que tomaba impulso en el Himno a Cosquín, con el Ballet Camín, y explotó en las campanas, el grito -este año a cargo del coscoíno Claudio Juárez- y la arenga de Marcelo Simón -que nombró al país de las pampas-, bajo el barullo luminoso de los fuegos artificiales.
Alma de Luna, consagración del año anterior, corrió con la responsabilidad de abrir el fuego cancionero. El cuarteto de venadenses aquerenciados en Córdoba salió al toro, con el vigor que lo caracteriza, ese que lo colocó en las listas de los conjuntos que ponen sus voces delante de las canciones. Comenzaron con una versión de Libertango, con bailarines y todo, y engancharon conMujer, niña y amiga y Luna cautiva, entre otras, para comenzar una actuación que terminó, como era de esperar, bien arriba y con muchos bailando.
La plaza, ocupada casi en su totalidad comenzaba a calentarse, eran alrededor de las 23 y Cosquín ya cantaba, en el escenario Atahualpa Yupanqui y en las peñas, formales e informales, que entibiaban la fresca noche del valle. La noche de apertura todavía tenía mucho que decir.
Tempranero
Antes del inicio formal, el festival ya había empezado a comenzar. Por la mañana, bajo el sol león de Punilla y con un marco importante de público, el tradicional desfile le impuso otro ritmo al trajín habitual de la ciudad.
Entre las dos plazas, la del folklore y la de las artesanías, por la central avenida San Martín se armaba la caravana de las agrupaciones gauchas, academias de danzas, comparsas, músicos, cantores y payadores; acentos de las distintas latitudes de un país que ante manifestaciones como esta vuelve a fundar su extendida riqueza humana y cultural.
El clima de festival, con el barullo y el asombro, comenzaba a instalarse. La siesta del río se frustró con la lluvia, pero había mucho por esperar. Entre otras cosas, una noche que seguramente se prolongaría hasta la madrugada, con Paola Bernal, Bruno Arias, Suna Rocha, Raly Barrionuevo, Peteco Carabajal, Laura Ros y Mavi Díaz, Claudia Pirán, Franco Luciani y muchos otros. Como debe ser.
Fuente: La Voz
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