Los desafíos que enfrentan y los temores que surgen tras la muerte del sacerdote tucumano…. La noticia de la muerte del cura Juan Viroche, en la comuna tucumana de La Florida, causó una gran conmoción que se trasladó a distintos ámbitos del país.
El párroco, comprometido en la lucha contra el avance del narcotráfico, había denunciado la venta impune de drogas en esa zona de su provincia…. La misma bandera que flameaba Viroche es levantada en Córdoba por un grupo de sacerdotes.
“Es tiempo de recuperar nuestra palabra, y esta vez puntualmente sobre el narcotráfico y los efectos nocivos que provoca en los jóvenes y vecinos de los barrios populares de Córdoba. Este negocio de la muerte está avanzando de manera escandalosa y aterradora”, se lee en el último manifiesto de “Común Unión”, un conglomerado de sacerdotes y organizaciones sociales que el primer viernes de cada mes se moviliza en la plaza San Martín, de la ciudad de Córdoba.
Ellos participaron en la histórica misa que se celebró el 23 de mayo último en Müller y que fue oficiada por e l arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez, y los sacerdotes de la Arquidiócesis.
En la parroquia Crucifixión del Señor se manifestaron en solidaridad con “las familias y comunidades atravesadas por el flagelo del narcotráfico y la drogadependencia”. Se trató de mucho más que una señal de apoyo al cura Mariano Oberlin, que desde hacía meses venía denunciando la proliferación narco en ese sector, en especial de la venta de paco.
Aquella misa obligó también al Gobierno provincial a sumarse a las muestras de apoyo.
Ahora, al conocerse la muerte del cura Viroche, en Tucumán, Oberlin no duda de los riesgos a los que se enfrentan cuando deciden contar lo que ven a diario.
“La invisibilidad, el silencio, son el caldo de cultivo para que el narcotráfico, la exclusión y las injusticias crezcan. Y mostrar y denunciar estos temas en los medios brinda una exposición que, de alguna manera, protege”, agrega.
Oberlin recordó que, cuando habló de que hay chicos que fuman paco, las madres de ellos fueron amenazadas. Y surgieron en el barrio comentarios sobre la “seguridad” del propio cura y de los que colaboran con su obra.
“Si nadie habla del narcotráfico estamos fritos, porque es como si no existiera… Pero también hay que decir que lo que tracciona el narcotráfico es el tema financiero: siempre alguien se hace rico con el drama por el que se matan los pobres”, apunta, para ampliar el debate sobre esta problemática.
Consultado acerca de si tiene miedo, responde: “Yo no estoy buscando el martirio; no soy un kamikaze ni un suicida; pero no dejo de tener en el horizonte que por algo hay que morir, y cuando yo veo que nuestros chicos se están muriendo, no me queda otra que denunciarlo”.
El párroco aclaró que varios curas trabajan en este tema, pero no sólo en contra del narcotráfico.
“El problema del narco existe, pero si desapareciera y nuestros chicos siguieran siendo excluidos del mercado laboral, cuestionaremos a ese mercado laboral; si el problema son los malos policías que maltratan y persiguen a los chicos, los denunciaremos. Nuestro propósito es que todos tengan una vida digna”, subraya.
Escuchar
En el mismo sentido se expresa Pablo Viola, asesor de la Pastoral Diocesana de Adicciones y cura de la parroquia Jesucristo Salvador del Mundo, de barrio Comercial, que abarca Villa Angelelli I y II, Nuestro Hogar III y Villa Rivadavia, al sur de la ciudad.
“En las parroquias hay servicios de escucha y de orientación. Viene la persona con adicciones o un familiar (madres, abuelas o hermanos), y lo que hacemos es escuchar y acompañar”, cuenta.
La idea consensuada con curas de Buenos Aires, con amplia experiencia en el trabajo social en las villas, consiste en crear un dispositivo de prevención que ofrezca a los chicos y adolescentes espacios de deportes, de música y de arte.
“Nuestro diagnóstico es que esto es un problema de amor y de vínculos, por eso intentamos ofrecer una respuesta desde los vínculos”, agrega.
Al igual que Oberlin, Viola subraya que las problemáticas en sus barrios son más amplias.
“El problema del consumo es de gran complejidad ya que a veces también están indocumentados, viven en la calle, están sin trabajo, no terminaron la escuela o hace 10 años no van al médico. Y además pueden tener problemas con los dealers del barrio”, cuenta.
Sobre los riesgos a los que se enfrentan en esta tarea, Viola apunta: “La denuncia al narcotráfico hay que asumirla como cuerpo eclesial, como ocurrió en la misa Müller. Es importante no quedarnos solos; cuando quedamos solos es más complicado”.
No obstante, es cauto sobre los límites. “No es tarea de los curas ni de las comunidades la persecución del narcotráfico, es una tarea del Estado, de las fuerzas de seguridad y de la Justicia”, cierra.
La muerte del Padre Juan generó conmoción
El fiscal Diego López Ávila dijo que “todo indicaría que se trató de un suicidio” respecto de la muerte del sacerdote Juan Viroche (47). En tanto, el fiscal federal Antonio Gómez aseguró que el cura había recibido amenazas de muerte. Viroche fue hallado muerto ayer a la mañana en su casa de La Florida, ubicada a 70 kilómetros de la capital tucumana. Pese a que sus pertenencias estaban desparramadas, no se advierten signos de violencia. Desde hacía tiempo, el cura venía denunciando a los traficantes.
Ag. de Noticias: La Voz
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