Carmen tiene 48 años y 12 hijos. Alimentó y educó a su familia enfrentando la dureza de la calle. Hoy está feliz porque tiene su primer trabajo “en blanco”. Una historia de lucha y dignidad… A Carmen Campos se le llenan los labios de alegría.
Algo callada, no puede impedir que sus gestos digan más que sus palabras medidas. Es que cuando la vida cumple una promesa, ya no importa estar pisando los 50. “Nunca me imaginé lo feliz que iba a ser teniendo un trabajo”, repite una y otra vez, exorcizado un pasado de lucha callejera.
“Ahora estoy aprendiendo un montón. Me enseñan y voy tratando de aceptar lo que me dicen, aprender aunque no es fácil admitir que te corrijan. Pero cada día vengo feliz a trabajar”, relata esta cordobesa que desde hace pocos meses tiene un trabajo estable como maestranza. Para cuidar a sus hijos ella vivía vendiendo bolsas y golpeando casa por casa mendigando la generosidad de quién le abría.
Patear la calle
“No quiero mirar para atrás. Pero no me arrepiento de mi vida porque siempre busqué salir adelante sin tocar nada que no era mío”, dice Carmen, que a los 14 años fue mamá por primera vez. Junto a su marido Hugo describen tiempos difíciles, sin dinero y abrigándose en casas con otras familias. Pero la vida no los amedrentó y salieron a hacer changas, a vender en las esquinas y pedir alguna mano “sin vergüenza”, como repiten.
“Nos hicimos muchos amigos que nos fueron ayudando. Hay gente buena que siempre estaba dispuesta a darnos algo”, apunta, rescatando a los vecinos de barrio Jardín.
Los hijos fueron llegando y actualmente tienen 12 (7 varones y 5 mujeres). También 11 nietos agrandaron la familia. Esa familia que enfrentó la adversidad y mendigó oportunidades.
La lista de amigos se llena de nombres e historias como la de Nelly, que hace 33 años todos los martes los espera con el pan que alimenta sus bocas y corazones: “Merece el cielo”, se los escucha reconocer.
Tiempo de aprender
“Ahora sé lo que cuesta conseguir la plata. La valoro un montón y también trato de invertir en mi casita poniéndola linda”, cuenta ella, detallando lo que ha mejorado su hogar en barrio San Jorge. Y de la mano de Carmen, en esta familia entró la alegría junto con la cultura del trabajo: “Estamos felices y muy orgullosos de ella. La animamos y la acompañamos”, reconoce Brian uno de sus hijos que actualmente está desocupado y desea la misma suerte.
Con la sabiduría que deja la experiencia, Hugo desnuda lo que verdaderamente es necesario: “Nosotros, como muchas personas pobres, no queremos que nos den bolsones ni subsidios. Darnos un trabajo es la mejor ayuda”, concuerdan ahora que ambos pueden vivir gracias a sus sueldos.
Desafiando al tiempo, los sueños de Carmen se despertaron. Ella tiene obra social y más adelante contará con una jubilación, pero ansía aprender más; también piensa en mejorar la casa y ayudar a sus seres queridos.
De ese encuentro una última pregunta: ¿Qué hubiese pasado si hubieses tenido este trabajo antes?. “Uhhhh”, responde cerrando los ojos para repasar lo andado. Y tras darle tiempo al suspiro, reconoce: “Seguro hubiese sido todo muy distinto”.
1° de mayo
Luego del Día del Trabajador, cuando el futuro del empleo vuelve a ser incierto, quisimos revalorizar la historia de una mujer que buscó durante años un trabajo digno, y al final lo consiguió. Carmen es un ejemplo claro de todo lo que representa el trabajo para cualquier ser humano.
Fuente: Dia a Dia
Comentar post