Cada caso extremo de violencia de género despierta nuevos debates sobre las políticas de protección, como restricción de acercamiento y botón antipánico.
Situaciones de violencia extrema con víctimas que ya habían denunciado a su agresor, como el caso de Micaela Gutiérrez –asesinada este semana en barrio Observatorio–, vuelven a poner en el eje de la discusión a las medidas que se activan para cuidar a mujeres en riesgo.
Las mismas son progresivas, y se determinan en función del análisis que los agentes judiciales hacen cuando receptan la denuncia.
Los últimos datos del Poder Judicial son de 2014, y reflejan que frente a 38.841 denuncias por violencia familiar registradas ese año, se dictaron 36.063 medidas, siendo la predominante la restricción o prohibición de presencia del agresor (64%), seguida por la exclusión del hogar (13%).
¿Sirve la restricción? “Nuestra experiencia es que la restricción, como medida cautelar es eficiente siempre y cuando el agresor la respete. Pero como los agresores suelen ser personas sin ley, esas cautelares son frecuentemente violadas”, explica Ruth Ahrensburg, presidenta de la Asociación Civil Con Voz.
A su vez, remarca que otras veces la restricción lleva al victimario a buscar otros modos de intimidación: “A lo mejor no va hasta el domicilio, pero sí a otros lugares que ella frecuenta, o intimida por teléfono o a través de otras personas”.
La secretaria de Lucha contra la Violencia a la Mujer y Trata, Claudia Martínez, asegura que por tratarse de una problemática atravesada por factores culturales profundos, se han propuesto “replantear todo, desde los protocolos de atención hasta los indicadores de riesgo”.
Botón. A medida que aumenta el índice de riesgo, se adoptan medidas más drásticas, como la entrega de un botón antipánico, una custodia policial o la detención del agresor. “Es una herramienta más, pero no puede ser la solución, porque alguien decidido a matar busca la forma de burlar este tipo de medidas”, explica Martínez respecto del botón antipánico. Según datos de la Secretaría, hay 670 botones entregados en Capital y 500 en el interior.
Ahrensburg destaca el botón como un “muy buen recurso”, y considera que no hay tantos dispositivos como mujeres que los necesiten. “Hemos comprobado que funciona, que actúan rápido, que ha salvado a mujeres, aunque también sabemos que hubo veces en que las víctimas no tuvieron ni tiempo de activarlo”, argumenta.
Martínez, en tanto, asegura que la cantidad de botones está determinada por la demanda.
Propuestas. La psicóloga y fundadora de Con Voz considera que hay medidas urgentes de prevención para mejorar la calidad de asistencia a las mujeres, e intentar que los diferentes fueros judiciales se mantengan en comunicación. “Tiene que haber en las unidades judiciales y en tribunales profesionales entrenados para ser empáticos, respetuosos, con capacidad de escucha y predisposición a creer en la mujer”, apunta, y aclara que son reclamos frecuentes de las víctimas.
“Llevamos 25 años asistiendo mujeres, cuidándolas, haciendo trabajo de campo, y uno escucha sobre las peregrinaciones y las directivas contradictorias: a veces en el fuero Penal les impide el contacto, pero en Familia los mandan a revincular”, ejemplifica, y considera grave que no se dé esta comunicación cruzada.
En este sentido, Martínez destaca el nuevo enfoque del Polo Integral de la Mujer (Entre Ríos 680), espacio que unifica distintas áreas de asistencia y denuncia, como la atención del 0800-888-9898, consultorios médicos, psicológicos, espacios educativos y, desde agosto, también las unidades judiciales de Violencia Familiar y Delitos Sexuales.
“Las mujeres tienen que saber si vienen al Polo alguna respuesta se les va a dar, y además de asistencia tenemos que tratar de darles herramientas para que salgan fortalecidas”, detalla. Y aclara un dato importante para las mujeres del interior: “Que llamen al 0800 y pregunten, porque estamos a metros de la Terminal de ómnibus y tenemos convenio con el Ministerio de Transporte para que puedan viajar sin cargo”, lanzó.
Restricción, pero no con la nena
Su hija tenía casi 4 años cuando el padre la reconoció. “Habíamos estado tres años de novios, pero cuando nació la nena se borró. Siempre había sido violento, y el día que decidió reconocerla, fue cada día peor”, cuenta J., una joven mamá que recuperó la calma hace pocos meses.
Amenazas, amedrentamientos, malos tratos y visitas intimidatorias hicieron que J. denunciara a su ex una y otra vez. Le dictaron restricciones, le dieron el botón antipánico –que activó en tres ocasiones–, y terminó con una restricción por parte del hombre hacia ella, pero no hacia su hija. “A la nena sola con él no la iba a dejar, así que obligadamente teníamos que seguir viéndonos. Y seguían las agresiones y los malos tratos, y la niña veía y escuchaba todo”, recuerda.
En una de las detenciones, ambos terminaron cara a cara en la unidad judicial de Violencia Familiar. “Nos llevaron en distintos patrulleros, nos dejaron horas y horas en un mismo lugar, y después nos soltaron al mismo tiempo, una burla”, rememora.
Su paz llegó cuando la relación con el agresor se enfrió definitivamente. “La cortó conmigo, pero también con la nena. Ya no la ve, porque en realidad nunca le interesó”, concluye.
Golpiza. M. está internada desde el sábado en Villa del Rosario, con graves lesiones en el cuerpo, principalmente en el rostro (foto). Su ex marido la molió a golpes en la madrugada, tras sorprenderla escondido en el cuarto, abusó sexualmente de ella e intentó asfixiarla. “Él quiere la mitad de la casa, porque es casa en común, pero todavía no he podido venderla a un precio razonable”, cuenta M, todavía internada.
La violencia era moneda corriente y la llevó a la separación, pero recién esta vez, cuando la golpiza fue inmensa, se animó a denunciarlo, aún amenazada.
Comentar post