Las mamás de sectores vulnerables ponen muchas expectativas en la escuela. Y cuando hay desencuentros, aparecen los ataques.
Las carencias socioeconómicas y, especialmente, las afectivas influyen en el desarrollo de los niños y adolescentes y en el desempeño escolar.
¿Cómo se explican
los recurrentes casos de violencia que ocurren en las escuelas? ¿De qué manera influyen las concepciones de maternidad, crianza, relaciones y pobreza
de las familias en la trayectoria escolar?
Nora Dolagaray, psicopedagoga y magíster en Salud Materno Infantil, explica que las condiciones de vida de las familias influyen en las trayectorias escolares de los niños. Y, en especial, cuando la familia y la escuela o las madres y las maestras (las figuras más significativas para los niños) protagonizan episodios de violencia.
En el trabajo “Maternidad, género y pobreza”, que forma parte del proyecto “Familia, escuela y aprendizaje” de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Dolagaray analiza las relaciones entre maternidad y pobreza a lo largo de la historia para entender cómo se originaron las condiciones del ejercicio de la maternidad.
“Notamos que en las dinámicas familiares, especialmente en los sectores desfavorecidos, permanecían vigentes características que provienen de procesos socioculturales de tiempos en que el patriarcado definía las relaciones en la familia, el lugar de la mujer-madre, el ejercicio de la maternidad y la crianza”, explica Dolagaray.
“Ese es el contexto en el que se establece el poder del hombre frente a la mujer y los hijos creando grandes desigualdades dentro del seno familiar lo que podría ser una condición común a madres y maestras cuando pertenecen a sectores socioculturales semejantes”, agrega.
Carencias
Las condiciones de pobreza, falta de estímulos y recursos materiales y emocionales pueden condicionar el aprendizaje de los niños.
El último informe del Observatorio de la Maternidad (2014) sobre oportunidades y barreras para el desarrollo de los jóvenes en la Argentina, indica que si la infancia va acompañada de carencias nutricionales, familiares y educacionales es probable que el niño pobre sea un joven pobre y un adulto pobre. En muchas ocasiones ni el sistema educativo ni el mercado de trabajo contribuyen a la movilidad social.
Estadísticas del Observatorio muestran que siete de cada 10 madres jóvenes habitan en el 30 por ciento de los hogares de los sectores más populares. “Esta es una de las principales características de la realidad socio familiar en la que nacen y crecen muchos de las niñas y niños en este país, pues son precisamente las mujeres y los hombres de los sectores populares los que tienen en promedio mayor cantidad de hijos”, indica el informe.
Pautas de crianza
Investigaciones realizadas en sectores pobres de países latinoamericanos coinciden en que hay pautas y prácticas de crianza que se repiten y que se transmiten de generación en generación.
“La pobreza estructural no se define sólo por factores económicos”, subraya Dolagaray. Y agrega: “La mujer, la maternidad, la infancia, la función del padre, las relaciones familiares son categorías que contienen realidades de riesgo permanente para unos y oportunidades para otros, opuestas según la pertenencia a un sector social u otro”.
En este punto, Dolagaray explica que los niños de los sectores populares comparten sus actividades con los adultos: el juego, el trabajo y hasta la actividad sexual, “o porque viven hacinados en una sola habitación o porque la hija de 12 años puede ser ‘la novia del padre’, según el comentario de una niña”. Son adultos muy rápido y carecen de estímulos culturales y afectivos.
Las mujeres madres y pobres, muchas veces, deben asumir solas la maternidad. En estas condiciones, apunta la especialista, la mujer es considerada como una propiedad, no como una compañera. Por ende, adopta un papel de sumisión.
“Cuando ni el Estado ni el cónyuge ofrecen garantías para hacer de la maternidad algo más que un acto meramente biológico, la mujer asume en absoluta soledad la tarea de mayor trascendencia social que es la de ‘maternar’ a un hijo”, dice el trabajo citado.
Vínculos en la escuela
Dolagaray sostiene que cuando la mujer pobre lleva a su hijo a la escuela lo hace con la ilusión de generarle mejores condiciones de vida futura y muchas veces la maestra le exige higiene, horarios, materiales, controles médicos y derivaciones a la psicopedagoga; lo que resuena en la madre como una nueva sumisión, de la que buscará defenderse.
Madre y maestra son, dice Dolagaray, dos mujeres en pugna por ofrecer lo mejor a esos niños: buscan que progresen, sean autónomos y se socialicen.
Para los niños son dos figuras significativas. Lo que queda demostrado cuando los chicos defienden a las docentes como palabra autorizada frente a sus mamás. De algún modo, comprenden que la escuela representa su oportunidad de progreso e inclusión social.
En la escuela, en tanto, a veces se cree que con las orientaciones o “mandatos” a la madre sobre lo que se debe o no hacer, es suficiente para generar un cambio. Pero no. “Cuando la madre ve amenazada la ilusión de que su hijo tenga otras oportunidades, reacciona, no sabe hablarle a la maestra, no sabe si la va a entender o intuye que no y, entonces, le pega. Esto la devuelve y devuelve a su hijo al círculo de la pobreza, de la violencia”, puntualiza Dolagaray.
Las maestras, por su lado, suelen contar con pocos recursos de consulta y sostén para sus propias dificultades con esos niños, que aprenden de sus padres qué es lo aceptable y qué no lo es. Pero “lo aceptable” varía en cada familia: para algunas puede ser la consideración y el respeto, y, para otras, la violencia.
Un niño pobre será un adulto pobre. Es la probabilidad cuando la infancia va acompañada de carencias nutricionales, familiares y educacionales.
Indicadores
El porcentaje de chicos que sufre violencia verbal. Y se produce en todas las clases sociales. En tanto que “se incrementa el clima de violencia físico a medida que desciende el estrato social”, declara el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, que elabora la Universidad Católica Argentina (UCA).
Ag. de Noticias: La Voz
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