Papá sin tiempo de luto Edgar se quedó viudo con 7 hijos y necesita ayuda. Los mellizos necesitan cunas, coches, pañales y leche
Edgar Palacio no tuvo ni tiempo para el luto. El sábado se murió su mujer, y tiene 7 hijos: tres del corazón que le dejó ella, y cuatro biológicos. Los mellizos tienen 3 meses y uno de ellos padece de una malformación compleja. Tiene todo el amor, pero le falta casi todo para criarlos.
Griselda Vivas era su compañera desde hacía casi 6 años. La conoció cuando ella tenía tres hijos: Nahuel (que hoy tiene 9), Tiziana (7) y Leandro (6). A pulmón y con changas como albañil fueron construyendo una relación. Y así sumaron a Lisandro (4) y Valentín (2). Hace más de un año ella se quedó embarazada y todo fue un festejo, pero los picos de tensión alta empezaron a ser un problema. A los 8 meses de embarazo, en medio de un cuadro complicado por esta situación, dio a luz. Y fue la mayor de las sorpresas para los Palacio. En lugar de uno, nacieron dos varones: Nehemías y Misael.
Tras el embarazo, más episodios de tensión alta la complicaron. Terminó internada de urgencias. No pudo resistir el cuadro y murió.
Edgar quedó solo con los 7 chicos. El luto lo tiene en la tristeza de sus ojos, pero no hay tiempo para nada más que pensar en los nenes y en lo que necesitan. “Como papá quiero darles todo, con todos los gustos que pueda en mi vida. Nadie me lo va a impedir”, dice Edgar.
Sus primeros tres hijos del corazón lo llaman papá, y aunque tienen a su padre biológico, está dispuesto a criarlos si es lo que desean los niños. “Lo que ellos quieran”, afirma, porque para él siempre tendrá 7 hijos. Es tan humilde que le cuesta decir que le falta casi todo, pero no pierde las esperanzas. Tiene sólo una cama grande, en la que duerme con los melli, y una cucheta para el resto.
Cuando llegamos a visitarlo en Quintas de San Jorge, la Policía nos pidió que entráramos al barrio con custodia. Cuando nos detuvimos en la puerta, salió Gladis, la mamá de Edgar y la madraza con todas las letras de sus 9 hijos y 21 nietos. Ahí estaba este hombre, rodeado de sus nenes. ¿Y los melli?, preguntamos. “Están de la vecina, enfrente, porque ella tiene ventilador y acá hace mucho calor. No tenemos ventilador y no quiero que sufran”, responde Edgar en medio de un calor agobiante.
Verónica, la vecina que les da una mano, trajo enseguida a Nehemías y Misael. Dos morochos, de ojos grandotes, que son el calco de sus hermanos mayores. “No tiene nada mi hijo, pensamos en llamar a la radio porque no tenemos ni un changuito”, dice Gladis, quien se anima a contar que necesitan una mano. Son gente de trabajo, por eso no les salen las palabras tan fáciles para pedir lo que les hace falta. “Si alguien tuviera un changuito doble, y dos cunitas porque no tenemos… Los melli duermen conmigo en la cama grande. También unos pañales, no tengo”, se anima Edgar.
El hombre ya fue visitado por una asistente social del Ministerio de Desarrollo Social, pero aún no hay nada más que unas pocas ropitas. “Siempre trabajé, pero con todo esto no me quedó nada. Si fuera posible un ventilador. La leche que le di no les cayó bien. Uno necesita la Nan y el otro, la Sancor B1”, explica el hombre. “No me quiero quedar, espero que mis otros chicos se quieran quedar, ellos me dicen papá. Tengo una pieza donde vivíamos de mi suegra. Si alguien tuviera materiales para hacerles un baño, gracias”, dice, rodeado de sus pollitos.
Cómo ayudar. Se puede llamar al celular de Edgar Palacio: 0351-156762174; o al Gladis, su mamá: 0351- 155072581.
Necesita una mano. Cochecitos, cunas, pañales, leche y ropita para los mellizos. Un ventilador y camas. Edgar tiene el oficio de albañil.
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Misael afrontará varias operaciones
El más chiquitín de los mellizos, Misael (un nombre hebreo que significa enviado de Dios) nació con una malformación en sus genitales. Le espera un largo camino de operaciones. Edgar lo llevó al Hospital de Niños, donde una junta médica le dará la respuesta de las intervenciones en tres meses. Tendrán que hacerle una reconstrucción completa de su miembro y reubicarle los testículos. Edgar fue él mismo a hablar con los médicos.
“Por ahora, no necesito algo especial para Misael. Pero si alguien tuviera unos cochecitos”, dice Pironcho, como lo conocen. En el día le dan una mano su mamá y Verónica, su hermana que limpiavidrios y lo ayuda con monedas; y en la noche duerme en la pieza que se hizo de su suegra.
Fuente Día a Día
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