Rodolfo Rada recorrió el continente a bordo de «Laurita», un Golf modelo 87 que funciona con aceite ya usado para freír papas. Lleva como bandera el cuidado del medio ambiente.
Algunos tenemos el karma de llegar a fin de mes con 10 pesos en el bolsillo, después de haber pagado la luz, el agua, el alquiler del departamento y el de la cochera del auto. En cambio otros, como Rodolfo Rada, tienen algo muy distinto en mente: conseguir aceite de cocina ya utilizado en algún restaurante para encender a «Laurita», un Volkswagen Golf modelo ’87 con el que viene recorriendo el continente desde 2002.
La comparación no tiene el cometido de afirmar cuál de los dos estilos es más sacrificado. En ambos la vida se presenta como un desafío. La diferencia es que las coordenadas del tiempo y del espacio son distintas en un caso que en el otro. Y la noción de las limitaciones –de lo que se puede hacer o no–, también.
Rodolfo, chileno nacido en Punta Arenas, tenía 10 dólares en el bolsillo cuando se propuso recorrer el continente. Pero no quiso andarlo porque sí, sino para concientizar a los jóvenes con un mensaje de cuidado del medio ambiente. Y en particular de los ríos. La bandera «No a las represas» se extendió, a bordo del Laurita, desde Vancouver (Canadá) hasta la Antártida.
«Yo era un instructor de kayak en Futaleufú, Chile. En ese entonces, un activista comenzó a hablarme sobre la importancia de cuidar los ríos y sobre las nefastas consecuencias que generaban las represas. Esos megaemprendimientos buscan generar energía pero a costa de los ríos. Modifican su cauce, generan sedimentos y destruyen la fauna y flora autóctona. Lo mismo sucede con las comunidades que viven de los ríos. La gente deja de sustentarse a través de la pesca. Los mandan a vivir a casas de cinco metros cuadrados», afirma Rodolfo.
Después de la charla en Futaleufú, se propuso recorrer el continente llevando el mensaje de «No a las represas». Llegó con unos centavos hasta Vancouver, donde organizó un campeonato de kayak para juntar fondos. «Con 4 mil dólares, compramos un Golf modelo ’87, motor 1.6. El auto ya era diesel, pero le colocamos un sistema que le permite funcionar con aceite de cocina. Al sistema lo venden los países desarrollados y uno lo consigue en Internet», cuenta.
El motor de «Laurita» es igual que el de un auto común. Se trata de un coche híbrido que se enciende en diesel. El motor calienta el agua del radiador que luego enciende el aceite. Y no hay diferencia para el auto, excepto que se pierde el 15 por ciento del rendimiento pero se ahorra en combustible. «En dos años utilizamos 8 mil litros de aceite y nos ahorramos 10 mil dólares», resume.
Y la hazaña sigue. Después de varias pruebas, la primera expedición continental del Laurita arrancó en Vancouver el 28 de octubre de 2008. Llegó a ., al sur de Chile, el 14 de agosto de 2010. En el camino, los compañeros de travesía (Rodolfo junto a otros cuatro aventureros) conocieron en persona a Chespirito, al presidente de Ecuador Rafael Correa, a los cantantes de Aterciopelados y a Miss Mundo de Colombia. Todos dejaron su firma en Laurita, como un contrato de copropiedad. «Si lo firmás te hacés dueño. Te podés subir cuando quieras», reitera.
En todos estos años el proyecto se sostuvo con el aporte de voluntarios. Los dueños de restaurantes aportan el aceite. Y en cada ciudad donde paran, dictan charlas por un precio «a la canasta». Pero sin dudas, el mayor inconveniente lo tuvieron con los controles policiales.
«En dos años nos pararon policías en 350 ocasiones. La negociación más difícil fue con los argentinos en Neuquén, en el paso por Osorno. Nos pedían que dejáramos el aceite. Nos decían que era combustible y nos cuestionaron que el auto tuviese firmas en las ventanas. Como si los polarizados no contaran en Argentina», agrega.
Después de 15 minutos de negociación, se produjo con el policía aquel maravilloso punto de inflexión que los comunicadores llaman rapport. «Cuando le dije que el aceite nos servía para hacer funcionar el auto, y que de esa manera impedíamos que se contaminara el ambiente, el hombre me miró. Se quedó pensando unos minutos y gritó: ‘¡Pero si vos sos el pibe que salió en Discovery Channel! Pasen muchachos’. Y respiramos aliviados».
Reloj sin arena. Al tiempo de Rodolfo no lo determina el reloj. Por más que quiera, nunca podría poner un horario de partida y programar: «Me voy a las 8 o a las 10». Laurita parte sólo cuando un alma caritativa aporta el aceite.
«En muchos países está prohibido tirar el aceite de cocina. Contamina el medio ambiente. El problema es que no existe regulación y entonces la gente lo tira por la canilla y el círculo no tiene fin. Nosotros reciclamos el aceite y además contaminamos menos, porque tiene un 60 por ciento menos de emisión de gases que un combustible común».
Rodolfo es el tercero de una familia compuesta por cuatro hermanos. Todos tienen empleos estables en el exterior. Su padre, un activista opositor a Pinochet, lideraba el centro de estudiantes de la Universidad de Magallanes cuando, el 11 de septiembre de 1973, ocurrió el golpe contra Salvador Allende.
Este joven nació en la dictadura pero sus ansias de libertad lo llevaron a desconocer fronteras. «En varias oportunidades me quedé sin un peso pero nunca me faltó quien me diera una mano».
Hasta mañana. Rodolfo Rada estará en la ciudad de Córdoba hasta mañana. Busca contactarse con universitarios interesados en la problemática ambiental. Más información, www.rioslibres.org
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