Cuando la violencia y la droga se filtran en las aulas. Docentes de diferentes escuelas primarias ubicadas en sectores con un alto índice de agresividad cuentan cómo es educar en un contexto cada vez más desfavorable.
La droga y la violencia atraviesan los muros de las escuelas. Se filtran hasta llegar a las aulas, donde los más chicos expresan una angustia contenida que llevan, junto a los útiles, desde sus hogares.
Se trata de una dinámica propia de varios colegios primarios ubicados en sectores críticos en cuanto a violencia urbana.
Según pudo establecer este diario, en diálogo con docentes de diferentes puntos cardinales de la ciudad de Córdoba, hoy estas escuelas intentan contener una realidad que las desborda.
“Mi mamá estuvo cocinando esa porquería”, les contaba la pequeña de 11 años a sus maestras, meses atrás.
El consumo y fraccionamiento de drogas de los adultos tiene sus secuelas en niños muy pequeños. En el jardín vemos nenes que manifiestan malestares o síntomas por participar de ámbitos familiares donde circula la cocaína, por ejemplo”.
R., maestra y profesora en un instituto de formación docente, asegura que cada vez se observan más casos de alumnos de salas de 4 o 5 años y de primer grado que manifiestan algún tipo de intoxicación.
Los estudiantes de magisterio, que hacen prácticas en escuelas, revelan que se sienten impactados por lo que ven en las aulas en determinados sectores de la ciudad de Córdoba.
“Hay niños que se duermen en clase. Si están expuestos a ambientes con polvillo o a determinadas sustancias es lógico que se desvelen en su casa y tengan sueño al respirar aire puro”, refiere R.
Fuente: La Voz
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