Leonardo Valentín Bazán es del humilde barrio Cerro Norte, en Argüello, y brilla en un mundo ajeno: el del golf. Es número 1 de la provincia en la categoría menores de 7 años. Una historia de lucha y superación.
En un patio de tierra y champas de césped del barrio Cerro Norte, en pleno Argüello, Leonardo Valentín Bazán agarra un palo de madera, se acomoda una gorra azul y juega a algo parecido al golf en una siesta cualquiera. Pero, en lugar de esa diminuta pelotita blanca hay una tapita de gaseosa.
Una cocina oxidada que ya no funciona y una pila de ladrillos completan la imagen, junto con dos perros que buscan la salida hacia la calle Cashuati al 8.200, que aún no conoce de pavimento.
Ellos, la cocina, los ladrillos y los perros, son los “espectadores” de lo que está por suceder.
Aunque falta algo: en la mitad del patio del hogar de los Bazán, un hoyo. Un hueco.
Es entonces cuando Leo Bazán, de seis años, pone la cara que ponen los golfistas que mira en la televisión, se acomoda la gorra y le da justo con el palo de madera a la tapita de Coca, que viaja por el aire y cae adentro. Perfecta.
Así empezó esta historia, que hoy tiene al sorprendente Leonardo Valentín Bazán como número 1° del ranking en la categoría Menores de 7 años de la Federación Cordobesa de Golf.
“Silencio, que va a tirar el Leo Bazán”, se escucha ahora en el Lomas de la Carolina Country Club, un sitio al que la familia de Leo jamás pensó que entraría.
En esa cancha de 9 hoyos que pertenece al country del mismo nombre, ubicada sobre la margen derecha del camino que lleva a La Calera, este niño proveniente de un barrio pobre de Córdoba juega al deporte considerado como de las clases sociales más altas.
Su papá se llama Andrés, le dicen Pipi, y se gana la vida vendiendo insumos para piletas de natación. Una amistad con uno de los hijos de Ángel Pato Cabrera, leyenda del golf cordobés, provocó una tentación por acercarse a ese deporte tan lejano.
Pero, su vida de laburante y de esfuerzo le impidió arrimarse a ese “otro mundo”.
Ese bichito estaba ahí y por eso Leonardo, el menor de los tres hijos que tuvo con su señora Carolina (además son papás de Elio y Agustina), recibió esa oportunidad a finales del año 2013.
“Yo soy amigo del hijo del Pato Cabrera… También soy amigo del sobrino del Gato Romero. Jamás jugué al golf. En la familia no hay antecedentes. Sólo fútbol. Nadie agarró jamás un palo de golf. Yo por amistades estaba relacionado y me llamaba la atención el deporte, aunque no sabía nada de nada. Yo por mi trabajo nunca pude jugar ni acercarme. Pero, se me dio un día por llevarlo al Leo para ver qué pasaba, si le gustaba”.
“En principio, la idea era probar dos meses y ver qué pasaba. Tenía cinco añitos. Así arrancó… A los tres meses ya estaba compitiendo”, cuenta su papá Andrés, que se pone el traje de caddie y acompaña a su hijo a sol y sombra.
Juntos, viajan tres veces por semana para entrenar en Lomas de la Carolina y aprendieron los detalles de un deporte extraño, que desconocían.
“Yo voy a todos los torneos con él, soy su caddie. Desde la mañana temprano estamos preparando todo cuando hay competencia… Lo disfrutamos mucho juntos. Caminar la cancha y salir, es algo muy lindo. Ver la distancias, todo… Yo me metí muchísimo, me entusiasmé. No tenía ni idea de golf, pero fui aprendiendo a la par del Leo. La idea era que probara para ver si le gustaba. Pero, empezó y se entusiasmó. A los tres meses ya lo subieron a competir. Este año ya compitió en todos los torneos, siempre estaba peleando y cerca de ganarlos. Se dio en Villa María, su primer triunfo… Sacó 575 puntos en todo el año y ya quedó primero en el ranking. Compitiendo con chicos más grandes, está primero a nivel provincial en su categoría”, dice, orgulloso, papá.
Y así fue. El 23 de agosto de este año logró su primer título, en Villa María. Pero, ya desde antes venía llamando la atención de propios y extraños por su precoz talento.
Leo aún no puede competir a nivel nacional porque tiene que tener siete años, edad que cumplirá el 8 de marzo del año que viene. Aunque ya ha recibido invitaciones para participar en eventos en Buenos Aires.
Una historia que se repite
Alejandro “Chino” González es su profesor en Lomas de la Carolina. Y quien lo guió desde un primer momento. “El profe es especial con Leo, desde un primer momento vio algo en él”, asegura su mamá Carolina.
Alejandro González es hijo de un entrenador muy reconocido en el ambiente, la “Anguila” González, quien supo entrenar a Ángel Cabrera y a Eduardo Gato Romero en sus comienzos.
Hoy por hoy, la “Anguila” suele observar los entrenamientos de su hijo y elogió a Leo: “Tiene un swing muy lindo”, sentenció, dejando en claro que hay puntos en común que parecen unirse de manera mágica.
Ni el Pato Cabrera ni el Gato Romero tuvieron orígenes sencillos. Pero, sobre la base de su talento y esfuerzo lograron ganarse un lugar enorme en el golf internacional. Son historias de superación.
Ese camino empieza a transitar Leo Bazán, aunque su familia no quiere ponerle ninguna presión y solo desea “que se divierta”, como dice su mamá.
Mientras tanto, apenas llega del colegio Gerónimo Graguera donde cursa primer grado en su barrio, agarra sus palos de golf y la pelotita para hacer lo que lo apasiona, en tardes interminables.
“Después del colegio, su vida son los dibujitos y el golf”, dice Carolina.
“Los nenes son todos iguales, aunque hay niños de mucho dinero. Pero, lo han sumado a Leo como uno más, por más que nosotros no seamos de ese ambiente ni estemos en esa altura económica. Pero se ha dado algo lindo, porque donde va el Leo todos lo quieren. Se ha hecho querer”, cuenta su papá Andrés.
“No es fácil convivir en este ambiente tan distinto a lo nuestro”, agrega su mamá.
Lentamente, y gracias a la ayuda de los profes, pudo ir comprando palos usados y también un bolso, que cuidan como oro. Antes de cada entrenamiento o competencia, Leo los limpia y los deja relucientes para salir a jugar.
“Gracias a Dios fuimos consiguiendo algunos palos, también el bolso, todo usado, porque nos sería imposible comprarlos… Y gracias a la ayuda de la gente que nos han regalado ropa y accesorios para Leo. Es un deporte caro para una familia como nosotros, pero hacemos el esfuerzo y pagamos esos 600 pesos por mes para que pueda entrenar”, agrega su mamá, que disfruta ver la felicidad en el rostro de su hijo cuando juega, aunque a ella el golf la pone nerviosa.
Leo apenas habla, pero sonríe. Es tímido y es entendible con sus seis añitos, aunque revela que su ídolo es el Pato Cabrera.
“Me gusta ver los torneos de golf en la televisión… Mi ídolo es el Pato Cabrera. Me gustó mucho jugar desde que mi papá me llevó”, dice, mientras esconde sus ojos negros con la gorra.
“El Pato no salió del ambiente del golf, y como él hay muchos. Varios chicos fueron caddies, arrancaron desde abajo. Y créeme que eso se nota en la cancha. Hay chicos que tienen tanta plata, que los padres los mandan a mil disciplinas. Y jugar al golf es como mandarlos al colegio… No le dan realmente el valor que tiene, lo que cuesta. Para el Leo es solamente el golf, es su vida, él pone todo acá”, cuenta Andrés, quien agrega: “El Leo está desarrollando su personalidad. Al principio era muy tímido. Había nenes que le pateaban la pelota en la cancha y no decía nada. Ahora va a pegar el Leo y se hacen a un costado. ‘Va a pegar Leo, cállense’, se escucha. Es muy querido por los compañeros y hemos hecho una buena amistad con los padres, más allá de que seamos de distinto ambiente”.
Sus padres hablan y Leo vuelve al patio. Agarra el palo y busca embocar la pelotita en el hoyo. Una y mil veces.
“Un día había agarrado una tapita de coca y no sabés como la levantaba. Eso fue apenas empezó, acá en el patio de casa. Me parece que tiene algo especial… Quiere ir a todas las clases. No falta nunca. Hay veces que llego cansado de trabajar y digo, hoy no lo llevo. Y el Leo viene, ‘dale, papá, vamos papá’. Y lo termino llevando. Es su pasión”, dice Andrés.
Después de cada torneo, los lunes lleva el trofeo obtenido al colegio por pedido de su señorita Lili, para mostrárselo a sus compañeritos.
“Es el único que juega en el colegio, sus compañeritos no tienen ni idea lo que es el golf. Le preguntan y le pide que les explique cómo se juega”, cierra su mamá.
Leo sigue y seguirá jugando en el patio de su casa, hasta que se haga de noche. Con una tapita o una pelota. Eso será lo de menos.
Fuente: Dia a Dia
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