Los chicos con drogas preocupan a las autoridades, Ivon, de 13 años, llevaba en su corpiño un envoltorio con 4 gramos de marihuana, cantidad que podría transformarse en cuatro porros al estirarse con yerba o guano. Araceli, de 11, guardaba 150 pesos en billetes de baja denominación, mientras que su mamá transportaba siete envoltorios de cocaína, para la venta.
Los vínculos de ambas niñas con el narcomenudeo están en la sentencia que en abril del año pasado condenó a una banda que operaba en Chaco Chico, en el este de la ciudad de Córdoba. Y los suyos no son los únicos casos.
De las 161 bandas que la Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA) considera desmembradas en Córdoba entre 2015 y 2017, la mitad tenía una “composición familiar”, una característica propia del narcomenudeo en Córdoba: la comercialización se realiza generalmente en casas de familia. En dos años y medio, desde que opera la FPA, se allanaron 860 puntos de venta en toda la provincia, y se secuestraron (a valores corrientes) dinero, droga y bienes por un monto de 136 millones de pesos.
El número de menores involucrados directamente en organizaciones de narcomenudeo, de acuerdo con los registros informados por la FPA a La Voz, es de 23 (entre 2015 y 2017): 13 fueron aprehendidos en la ciudad de Córdoba y 10, en el interior. Todos quedaron a disposición de la Justicia Penal Juvenil, y su peso proporcional en el sistema es ínfimo. Sin embargo, lo que preocupa es la medición cualitativa: más violencia, más derechos vulnerados.
Un termómetro del vínculo entre menores y las drogas es el Hospital de Niños, donde el año pasado ocho preadolescentes quedaron internados, intoxicados con cocaína (cuatro casos), marihuana (tres) y éxtasis (uno). Fueron casos extremos, en los que la vida estuvo en riesgo. Además, 15 menores fueron atendidos intoxicados con marihuana, aunque no en un estado desesperante, como aquellos que quedaron en la sala.
Nilda Gait, referente de toxicología infantil del Hospital de Niños, advirtió de que los consumos de cocaína y marihuana están en el mismo nivel en este grupo de menores de 15 años y de que el uso de la marihuana está “naturalizado, como si fuera tabaco”. “La historia es siempre la misma: a los chicos, primero, le regalan la droga para hacerlos adictos”, dice la médica.
Gait ata las anécdotas: aquel niño de 11 años que llegó a la sala de urgencias con un revólver en la cintura; o ese otro, de 12 años, aprehendido durante el intento de robo a un supermercado, que llevaba en la media una jeringa con la orina de otro niño, para esconder ante el análisis de rigor que había fumado marihuana, como lo confirmó un segundo estudio.
“Ante situaciones como esa, hemos protocolizado el circuito de la orina para asegurar la calidad de la muestra: cada vez que una niña o un niño debe realizarse un análisis de orina, ante la sospecha de que consumió drogas, un profesional del mismo sexo lo acompaña al baño”, dice Gait.
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