Al menos 11 niños y adolescentes murieron desde 2008 en hornos ladrilleros cordobeses… Muchos otros trabajan y no van a la escuela… No hay datos oficiales. Hay 232 cortaderos.
La gruta que recuerda a Rodrigo Cueto Ramos está en el ingreso al cortadero donde murió, en octubre de 2012, cuando tenía dos años. Como él, al menos otros 10 niños y adolescentes fallecieron desde 2008 en cortaderos de ladrillos cordobeses, en contextos vinculados con el trabajo de sol a sol, o por las propias características de las viviendas que habitan, ubicadas a pocos metros del horno, que generalmente no son más que taperas sin aberturas ni instalaciones de agua o electricidad.
La pobreza extrema es el eje de la matriz productiva sobre el que se monta la fabricación de los ladrillos artesanales en la mayoría de los 232 cortaderos que actualmente rodean a la ciudad de Córdoba, condiciones que condenan a los niños y adolescentes que viven allí a repetir circuitos de marginalidad, expulsándolos del sistema educativo y exponiéndolos a peligrosas condiciones de supervivencia que ponen en riesgo su vida.
Al menos 11 niños y adolescentes murieron desde 2008 en cortaderos de ladrillos.
Hasta la publicación de esta investigación, las autoridades provinciales y la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (UOLRA), el sindicato ladrillero, tenían registradas 10 muertes de niños desde el inicio del conteo, ocho años atrás. Sin embargo, Chequeado detectó un caso más: un niño de cinco años murió un sofocante día de diciembre de 2015, ahogado en un estanque en el que se refrescaba: Michel Lucas León Castellano se hundió en aquel rústico embalse del que se proveen las ladrilleras de la zona, en la frontera entre la ciudad de Córdoba y los municipios de Toledo y Bouwer. Como ocurre en esta actividad de manera frecuente, Michel había quedado “al cuidado” de otros niños, tan chicos como él. La omisión de los registros es sólo una muestra de la precariedad de una situación que ni siquiera contabiliza a sus víctimas fatales
Ese es el dato más cruel de este informe: las 11 vidas que quedaron allí, en los socavones. De estas víctimas de la industria del ladrillo, sólo una murió trabajando efectivamente: en enero de 2013, un adolescente de 15 años fue aplastado por un tractor que se desplazaba por el campamento ubicado en el lote 21 de la calle 128, luego de que él cayese desde lo alto del vehículo.
Estos 11 niños muertos eran parte del último eslabón de la cadena productiva del ladrillo artesanal. Fueron víctimas de la “situación de trabajo” en las que sus vidas transcurrían: ahogados en los “pozo-balde” que acumulan agua, materia prima del ladrillo; asfixiados en incendios al quemarse los ranchos que iluminaban con velas; o atropellados por los vehículos que llevan y traen leña y ladrillos.
Las dos únicas especialistas que integran actualmente la Comisión Provincial para la Prevención del Trabajo Infantil (Copreti), Mariana Roigé y Nora Verde, coinciden: la primera infancia es el grupo más vulnerable en la vida cotidiana de la ladrillera. Atados a las espaldas de sus madres o deambulando sin la supervisión de adultos, los más pequeños no abandonan esos guetos de barro en todo el día.
Ag. de Noticias: La Voz
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