El 84% de los adolescentes cordobeses en conflicto con la ley penal reconocieron que no aceptan los límites, y para el 86% de sus padres es un problema aplicarlos. Especialistas advierten que se trata de un tema que atraviesa a todas las familias.
La dificultad que muestran los adultos para poner límites y la que presentan los chicos para acatarlos surgieron como grandes emergentes en un trabajo que recopiló el Centro de Estudios y Proyectos Judiciales del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba.
El 86 por ciento de las familias entrevistadas – en su mayoría, adultos con hijos en conflicto con la ley penal– reconocieron problemas para poner límites, en un universo de 567 entrevistas realizadas durante 2015.
Los chicos entrevistados se expresaron de igual modo: el 84 por ciento reconoció no aceptar los límites y un 88 por ciento fue etiquetado con “dificultades de expresión”. “Con esto, nos referimos a los chicos que no se sienten con confianza para plantear sus dudas, sus malestares; comparten una familia en lo formal, pero adentro no tienen respuestas y las buscan afuera”, describe Martha Ray, coordinadora del grupo que buscó sistematizar las prácticas realizadas por el Equipo Técnico de las Asesorías de Niñez, Juventud y Violencia Familiar a partir del cambio de la ley, en agosto de 2011.
En 2015, las asesorías recibieron 3.643 casos: el 57 por ciento correspondió a casos de violencia familiar; 32 por ciento, a chicos en conflicto con la ley penal; y 6,6 por ciento, a niños privados de su círculo familiar, entre otros. Pero el trabajo de las entrevistas se focalizó, en el 90 por ciento de los casos, en los chicos en conflicto y en sus familias.
Allí aparecieron otras problemáticas. El 56 por ciento de las familias dijeron enfrentarse a criterios dispares a la hora de criar a los hijos; 28 por ciento, estar ante actitudes abandónicas o expulsivas; 23 por ciento, ante una falta de compromiso con los menores; y 21 por ciento, con paternidades sin reconocimiento legal, entre otras.
Entre los chicos de 14 a 18 años, además de la dificultad para expresarse y acatar límites, 84 por ciento dijo asumir conductas de riesgo; 76 por ciento, haber abandonado la escuela; 70 por ciento, tener padres separados; 67 por ciento, consumir sustancias adictivas; 62 por ciento, haberse fugado o ser expulsado del hogar; y 52 por ciento, atravesar conflictos familiares violentos, entre otros.
“Advertimos una relación más de horizontalidad que de verticalidad respecto de los progenitores, a los que les cuesta marcar la autoridad”, dice la coordinadora Ray. Asegura que ha encontrado las dos cosas: por un lado, padres y madres que no tienen interés por acercarse a sus hijos; y por el otro, otros que muestran la imposibilidad de poner esos límites, pese a que lo intenten. Y si bien no adjudica una relación directa entre falta de límites y comisión de delitos, reconocen que el delito “tiene que ver con no acatar una norma, y eso es un límite social”, agrega.
“Relación entre falta de límites y delito hay, pero no es lo único. Detrás hay un problema social, económico y cultural muy grave; muchas veces los chicos ven que a sus familias les cuesta conseguir un plato de comida”, apunta Ibarra. La psicóloga reconoce que la mayoría de los adultos consultados “tienen cultura de trabajo”, pero saben que por falta de educación han tenido malos empleos.
A todos por igual
Pero la ausencia de límites es una problemática que atraviesa de manera transversal a todas las familias, sin importar condiciones educativas, sociales o económicas.
“El límite es una forma de decirle al hijo ‘estoy presente, te quiero, me preocupo por vos, te estoy cuidando’. El niño que no los tiene, se siente desprotegido”, dice Gloria Álvarez, coordinadora del Taller para Padres que se dicta en la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf). Su hipótesis es directa: “Un chico que no ha tenido límites tiene una autoestima débil y por eso deja la escuela, entra en la droga y delinque. Y hace todo eso porque es su forma de llamar la atención”, dice.
Remarca que el comportamiento es la forma que tiene el niño de expresarse. “Los chicos hablan desde el comportamiento, no hablan por la palabra; si en la escuela manifiesta mal comportamiento, hay que prestarle atención”, advierte.
Los especialistas remarcan que los límites tienen que estar siempre, desde la primera infancia, aunque aseguran que nunca es tarde para aplicarlos.
“Los niños pequeños tienen que irse a dormir a determinada hora y saber que hay momentos para cada cosa: comer, dormir, hacer la tarea”, ejemplifica Diana Ibarra, una de las psicólogas del equipo que participó en el trabajo. Ya más grandes, la responsabilidad de ir a la escuela, estudiar y respetar a los padres. “El límite más difícil se tiene con los horarios de las denominadas ‘juntas’, como se les dice a los amigos”, agrega.
Ibarra cree que el abandono escolar –llamativamente masivo en el segundo año del secundario– es el gran síntoma que indica que una familia abandonó la lucha. “Detrás de eso, hay una familia que claudicó, por una razón u otra”, dice.
Para la educadora Eva Rotenberg, limitar no es decir no. “No hay recetas, y para hacerlo hay que formarse, pero no se hace castigando, ni poniendo penitencias, ni sacando la plata. Hay que escucharlos y ayudarlos a que desarrollen potencialidades internas para enfrentar la situación que les toque vivir”, dice. “Muchos padres creen que escuchan a sus hijos, pero cuando participan de los talleres se dan cuenta de que no estaban escuchando”, ejemplifica. Rotenberg critica la compra de cosas materiales en reemplazo del vínculo: “No está mal comprar, está mal si es para tapar una ausencia”. Y relata que lo mejor es hablar. “Los padres no hablan con sus hijos”, cierra.
Talleres para padres
Abiertos. Los talleres para padres y tutores de jóvenes en conflicto con la ley penal son dictados por la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf), dependiente del Ministerio de Justicia de la Provincia de Córdoba. Se llevan adelante desde 2010 y son dictados por profesionales de la psicología y la pedagogía, entre otras disciplinas. Están abiertos al público en general, en especial, para padres o familiares de adolescentes y jóvenes.
Gratuitos. Los talleres se dictan los días miércoles y viernes, a las 15.30, en Tránsito Cáceres y Corrientes, frente a la Terminal de Ómnibus. Trabajan en grupos de aproximadamente 25 personas. Se comparten experiencias, y los profesionales ofrecen alternativas de abordaje para situaciones conflictivas, métodos de prevención de las relaciones violentas y consejos para evitar adicciones. Los talleres no tienen costo alguno, pero es necesario inscribirse.
Fuente: La Voz
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