La Rioja revive su tradición religiosa con el “Tinkunaco”. Cada 31 de diciembre, el “encuentro de dios con el pueblo” conlleva la emoción indescriptible de buscar protección y agradecer a la vez por las plegarias recibidas.
El Tinkunaco, “encuentro de dios con el pueblo” en lengua quechua, conlleva la emoción indescriptible de buscar protección y agradecer a la vez por las plegarias recibidas. Bajo un radiante sol riojano -al promediar el mediodía-, el pueblo de la Provincia de La Rioja elige al Niño Divino como Alcalde del mundo y, a San Nicolás como su lugarteniente en la tierra.
Hace 421 años, en la provincia del norte argentino, diciembre no sólo significa el final del calendario de un año transcurrido, sino también la fecha para renovar las promesas pedidas al Santo Patrono, San Nicolás de Bari, anhelando iniciar un nuevo período, y aceptando con humildad que el Niño Jesús Alcalde es la única autoridad ante quienes rendirán honor y pleitesía cada día que comience, a partir de allí.
La fecha se establece como recuerdo de los acontecimientos vividos durante la Pascua de 1593, donde los españoles bajo las órdenes de don Juan Ramírez de Velasco, fundador de la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, recurren a los oficios de Francisco Solano, jesuita que -con su crucifijo, violín y breviario de plegarias- logró restablecer la armonía entre colonizadores y diaguitas, quienes habitaban estas tierras. Desaparecería entonces la opresión del renovado poder español que oprimía a los colonizados.
La historia rememora que a las 12:00 horas de ese 31 de diciembre, día en que los españoles renovaban sus autoridades, comenzaría a cambiar la historia para un pueblo netamente religioso, donde los padres jesuitas recogerían en detalle cada tramo de la ceremonia que restableciera la paz entre dos civilizaciones, revalorizando los sentimientos populares originarios a través de una celebración religiosa. El Monumento al Tinkunaco fue creado por el artista plástico Mario Aciar. Se encuentra ubicado frente a la Iglesia de Las Padercitas.
El encuentro histórico
Desde el templo de San Francisco de Asís parten los Aillis (cofradía en que se organizaron los diaguitas), son los devotos del Niño Alcalde (Jesús Niño) portando su imagen en la procesión (Ailli es una voz quechua que significa triunfo, victoria), vistiendo vincha y poncho y en ambos atuendos un espejito. Presididos por el Inca (cargo renovado hereditariamente), cantan al compás de su caja y del arco un antiguo himno “Año Nuevo Pacarí”, como usaba el Inca del Perú.
Desde la Iglesia Catedral parten los alféreces (cofradía en la que se organizaron los españoles), usando banda y alzando una bandera en forma de globos como bandera arriada en tiempos de paz. El Alférez Mayor (cargo electivo que se renueva todos los años), es acompañado por 12 Apóstoles y 12 Aspirantes con sus correspondientes estandartes.
A las 12 en punto ambas procesiones se encuentran frente a Casa de Gobierno. La imagen de San Nicolás, con todo el pueblo reunido, se arrodilla tres veces ante el Niño Alcalde, reconociendo en él, al Señor. El colorido ancestral de las vestimentas de Aillis y Alféreces se conjuga con los sentimientos populares reviviendo año tras año los pasos de la tradicional ceremonia y replanteando su hondo significado.
Los Aillis entonan un tradicional canto aborigen, en quechua y en castellano. Sin embargo Aillis y Alféreces se igualan tomando una misma actitud, para que haya fusión o encuentro entre esos dos pueblos. Estrecharse en un fuerte abrazo con quien está al lado simboliza la alegría de haber alcanzado el objetivo, Diaguitas y Españoles han dado origen a una nueva comunión: el Pueblo Riojano.
Se reconocerá la autoridad superior en el Niño Dios y, entregará por ello la Llave de la Ciudad, para que el 3 de Enero se despidan las imágenes concluyendo las fiestas. El Jefe Municipal capitalino recibirá –como cada año- de parte del Niño Jesús Alcalde, la Biblia con el acompañamiento del rezo del Pueblo: “Según esta Ley queremos ser gobernados”.
La tradición del Niño Alcalde
La imagen del Niño Jesús Alcalde fue encontrada por San Francisco Solano, en un momento trascendente de la historia de la Provincia de La Rioja, donde más de 20.000 diaguitas cansados de las injusticias que padecían por parte de los españoles se levantaron en armas para destruir la ciudad. El padre jesuita imponía entonces la imagen del Niño Dios como alcalde de la ciudad y verdadera Autoridad del Pueblo. Esta celebración tan particular, que data desde hace 421 años, emociona al pueblo peregrino no sólo riojano sino también a quienes desde distintas latitudes llegan buscando la protección de Dios como único y supremo.
Joaquín V. González relataba en su obra “Mis Montañas” que “los padres jesuitas dieron forma litúrgica y social al hecho histórico, organizando una cofradía de indígenas devotos al milagroso apóstol y, a su divino protector. Eligieron el más respetable de los indios convertidos, y lo cubrieron con la regia de los Incas; dieron el gobierno inmediato de todas las tribus sometidas y el carácter de gran sacerdote de la institución, como un trasunto del que revestía el emperador del Cuzco. Los caciques obtuvieron el nombre y oficio de alféreces, o caballeros de la improvisada orden, especie de guardia montada que obedecía idealmente al Patriarca conquistador”.
El Tinkunaco en Malligasta
También el oeste riojano revive el Tinkunaco. En Malligasta, departamento Chilecito, se reúne una multitud que durante una semana se prepara respetando el legado de quienes comenzaron a celebrar este culto religioso. Esta festividad se realiza en la Iglesia de la Inmaculada Concepción, que posee imágenes traídas desde el Cuzco, Perú por Don Florencio Gordillo, como la del Niño Alcalde.
Sin embargo – relatan antiguos moradores malligasteños- la imagen de San Nicolás moreno fue comprada a través del sistema de trueque por el Cacique Don Rosendo Díaz, de la tribu de los Mallis en una reducción jesuita que se encontraba en Campanas, Departamento Famatina en los años 1700 aproximadamente.
La Iglesia Inmaculada Concepción fue construida alrededor de 1650, de regulares dimensiones y pórtico labrado. Edificada con adobe sobre cimientos de piedra, perduró hasta 1781. Debido al deterioro estructural, fue demolida en 1784, por orden del sacerdote Villacorta. La nueva Iglesia, cuya estructura original se conserva actualmente -salvo las modificaciones en 1902- posee una nave central, crucero con una capilla a cada lado –una para el Señor de la Agonía y la otra para La Peregrina–, sacristía y contra sacristía, altar mayor, retablo y presbiterio.
Los pobladores de esta localidad integrante de la Ruta del Vino y de la Producción, usaban armar las tradicionales Ramadas (improvisaban un rústico techo y en ocasiones las mismas vides servían de sombra), para resguardar a los feligreses del supremo calor en cielo riojano, fundamentalmente al promediar el Encuentro. Allí compartían almuerzos a la canasta y auguraban ventura para un Nuevo Año. Con el paso de los años, esas Ramadas fueron adquiriendo mejoras no sólo a nivel edilicio sino respecto a gastronomía, además de incorporar espectáculos de danza y música que armonizarán el descanso de la multitud concurrente.-
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