Un informe de científicos de la UNC profundiza las razones por las cuales pasó lo que pasó. Y además, señala las causas geológicas de los anegamientos.
Encabezados por la investigadora Alicia Barchuk junto con Víctor Díaz y Alberto Daghero, dos miembros de las comunidades afectadas por las inundaciones de Sierras Chicas, la Universidad Nacional de Córdoba, a través de su portal Unciencia, dio a conocer un interesantísimo trabajo que explica por qué se produjeron las catástrofes que azotaron a la zona, luego de las lluvias que alcanzaron entre 270 y 300 milímetros en la jornada del 15 de febrero.
El estudio tuvo dos instancias: una de análisis a partir de sistemas de información geográfica y la otra con muestreo de campo.
Primero se utilizó una imagen satelital de toda la cuenca de Río Ceballos, correspondiente a julio de 2014, obtenida a partir de un convenio con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae). Con este material, se analizaron el estado de los bosques y la magnitud del desarrollo urbano, es decir, cómo se usó y ocupó la tierra.
En la segunda parte de la investigación, qse contempló el registro de los daños producidos, realizado en la semana del 20 al 23 de febrero en Villa Allende, Mendiolaza, Unquillo, Saldán y Río Ceballos.
En esta instancia, se tomaron muestras en 102 puntos identificados con geoposicionador satelital (GPS), se hicieron encuestas a pobladores y se realizó un registro fotográfico de cada sitio.
Parte de las conclusiones.
Uso y abuso del suelo. Las urbanizaciones en Sierras Chicas, tanto las antiguas como las actuales, están ubicadas en las zonas de mayor riesgo de inundación. A esto contribuyó el desmonte de bosque nativo. Según estimaciones del propio equipo del ISEA, en siete años se perdieron dos mil hectáreas de bosque en esta zona.
Los mayores riesgos de inundación recaen sobre las ciudades, porque el agua tiene pocos obstáculos en su recorrido. Y lo opuesto sucede en la zona de mayor cobertura vegetal.
Villa Allende, la salida del agua. En las horas pico de la inundación del 15 de febrero, las calles centrales de Villa Allende se convirtieron en ríos. Esto tiene que ver, también, con la geografía de la región. La «puerta” de salida del agua de toda la cuenca es la ciudad de Villa Allende.
Un tobogán. Los especialistas denominan “pendiente” a la cantidad de declive de un terreno, su inclinación en relación con un plano horizontal. Por ejemplo, si en una zona hay 10% de pendiente, significa que el suelo se eleva 10 metros cada 100. Y la cuenca estudiada es una región de altísima pendiente.
Ello se puede observar en el mapa de riesgo de esta variable donde se identifican miles de hectáreas con niveles de pendiente que van entre el 18 % y más del 60%.
En Río Ceballos, la inundación llegó hasta los dos metros de altura. Arrancó árboles de gran porte, destruyó viviendas, pasarelas, calzadas y muros costaneros
De esta forma, esta zona de las Sierras Chicas se convierte en una especie de “tobogán” por el que se desliza el agua de las lluvias, lo que se ve potenciado por la escasa cobertura boscosa y la gran presencia de piedras y superficie urbanizada que facilitan el escurrimiento del agua. En las zonas de baja pendiente, ubicadas mayormente en las ciudades, el agua tiende a estancarse.
Altura. Otra variable que aporta a una explicación integral de lo sucedido, es la altura en relación al mar. En las zonas altas, el agua baja rápidamente por el propio efecto gravitatorio. Y en las zonas bajas ocurre lo contrario, es más probable que se estanque.
En las Sierras Chicas, evaluadas según la altitud de su terreno, es posible ver que las regiones más altas tienen mucho menos riesgo de inundarse que las más bajas. Los límites de altitud en que ocurrió el fenómeno se ubicaron entre 500 msnm (Villa Allende) y 800 msnm (Río Ceballos).
Demasiado cerca. El último aspecto que se midió es, quizás, la causa más importante de los desastres ocurridos. Se trata de las construcciones en proximidades de las orillas de los ríos y de los arroyos más importantes.
En ese sentido, resulta simple comprobar que la mayor densidad de urbanizaciones sigue el camino del agua. Ante una crecida intensa como la registrada, se verificó que el agua llegó hasta 300 metros de la margen de los cursos de agua (que fue incluso mayor en algunos puntos específicos). El impacto del agua decrece a medida que las urbanizaciones se alejan de los ríos.
Mapa de las inundaciones. Integradas entre sí, las cinco variables estudiadas conforman un mapa de la cuenca que delimita claramente cuáles son las zonas con distintos niveles de riesgo de inundación. Hay 12.052 hectáreas “sin riesgo” de inundación, principalmente las zonas donde se conservó el bosque y los pastizales roquedales, y donde se registra mayor altura sobre el nivel del mar y altos niveles de pendiente. Luego, existen 4.804 hectáreas con “bajo riesgo” y otras 1.968 hectáreas con riesgo “medio”.
El aspecto que sobresale son las 859 hectáreas con riesgo “alto” y las 330 hectáreas con riesgo “extremadamente alto” de inundarse: es principalmente aquí donde se despliega el trazado urbano. En estas más de mil hectáreas es donde están ubicadas las casas, los comercios y las instituciones.
En Unquillo, el río rompió totalmente las riberas y la ruta intermunicipal, saliéndose 200 metros de su cauce. Según Barchuk, el factor que más influyó en las inundaciones fueron las elevadas pendientes de la zona, que facilitaron el escurrimiento rápido del agua cuesta abajo. “Esta gran cantidad de agua turbulenta arrastró en la corriente todo a su paso, facilitados por la gran superficie urbanizada”, señala Barchuk.
“La excesiva urbanización, hasta incluso en orillas y dentro de cauces de arroyos y del Río Ceballos, fue la determinante de la pérdida de vidas humanas y materiales ocurridas el 15 de febrero de 2015”, señala.
Según los especialistas, para impedir que esto vuelva ocurrir es indispensable impedir las urbanizaciones en las zonas de alto y muy alto riesgo de inundación, así como recuperar, en estas áreas, la cobertura vegetal.
Estudio completo y el mapa interactivo elaborado por los investigadores en la revista Unciencia haciendo clic aqui.
Fuente: Día a Día – La Voz
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