Tras un golpe, ella pierde la memoria a diario. Hace seis meses pensaba en bajar los brazos pero la llegada de un particular perro callejero renovó sus deseos de vivir… Astrid y Silvina se tienen una a la otra. La primera es bien morocha y de contextura robusta. Algunos miran con desdén su origen, es que de modo burlón le dicen “cruza de calle con vereda”. La otra carga su historia con la fortaleza de los que se adhieren a la vida porque saben que es una sola.
Esta joven y su perra van forjando una amistad particular todos los días. “Me cambió la vida. Estaba cansada de no poder ser independiente y creía que ya no había solución para mí, pero Astrid llegó y aunque me cueste recordarla, todo va mejorando”, reconoce Silvina Ponce sobre la compañía de su perra entrenada para la asistencia terapéutica.
La amistad entre ambas lleva solo seis meses y pese a que Silvina no retiene los recuerdos a corto plazo, el vínculo con Astrid se cimienta y tiene el poder de “sanarlo” todo. La vida y lo demás.
Silvina Ponce ostenta unos jóvenes 33 años pero, fruto de un golpe en la cabeza, desde los 16, batalla con un trastorno cognitivo llamado Síndrome orgánico cerebral grado III. Éste fue causando algunos daños en su memoria, generando dificultades en el habla y en sus recuerdos: “Principalmente me pierdo y no sé cómo volver. Tengo problemas para leer y recordar a las personas o lo que sucedió ayer”, explica y siempre regalando una cuota de humor agrega: “Me anoto lo que tengo que cocinar para poder cambiar el menú en la semana. Sino a mi marido le cocino siempre lo mismo”.
Pese a su discapacidad – que es reflejada en la película “Como si fuera la primera vez”- ella gracias a un acompañamiento familiar y profesional ha adquirido herramientas para enfrentar la pérdida de recuerdos: “Tengo todo en el celular con alarmas que me ayudan a saber qué hacer o dónde estoy. Además junto con mi marido vemos videos y fotos para traer esos momentos de nuevo”, explica a Día a Día sus estrategias.
Ella es una “valiente” dice María Ester, su mamá, y no duda en asegurar lo complejo que sería para cualquiera transitar su dificultad. “Es muy fuerte de verdad. Pero algunos malos momentos que vivió lejos de ayudar le hicieron retroceder en su autonomía causando miedos y fobias”, relata mientras hace hincapié en lo “vulnerable” de su condición que la llevó a dejar de creer en las personas y hasta pensar en internarse. Llegar para cambiar.
Astrid es un nombre de origen griego y quiere decir “estrella”.
Y como su identidad lo describe, este particular perro callejero, llegó y todo comenzó a brillar. “Empezamos a pensar la alternativa de un acompañamiento terapéutico con un animal. Y ahí conocimos a Aldo Cecchi que nos ofreció entrar en el Programa Delta en el que se entrenan animales callejeros para brindar un servicio social”, cuenta Maria Ester el inicio de esta amistad imborrable.
A su lado Silvina asiente con la cabeza y agrega con humor que “para mí siempre llegó hace poquito”. Quizás, las dimensiones no se alcanzan a comprender pero gracias a Astrid recuperó la independencia ya pérdida. Basta colocarle su correa, para que se vuelva inseparable y ningún paseo sea imposible de enfrentar.
Astrid tiene el trabajo de volverse amorosa brújula para su dueña. Su compañía, como perro de terapia no solo a transformado sus días sino también sus noches: “Algunas veces puedo sufrir ataques de angustia al dormir, pero desde que ella está solo sucedió una vez. Lo presiente y se anticipa. Se sube a la cama, me contiene y me siento segura. Así se baja la ansiedad y todo mejora”, comparte feliz los avances. Día a Día .
Silvina comienza cada mañana con una alarma y la voz de su mamá, la que sí recuerda además de algunos sonidos y los olores. Esa voz le dice que todo está bien y le presenta a Astrid como su amiga. En esta familia los días se vuelven una oportunidad y aseguran que eso es a causa de contar con un perro de terapia. Mientras Silvi lucha con su frágil memoria, Mari todo lo registra y atesora. Ella es testigo de cada paso y está dispuesta a celebrarlos. “Si ustedes supieran como le cambio la vida a mi hija. Hace apenas 6 meses estaba oscuro para ella y parecía no tener retorno. Pero la perrita vino a alumbrarlo todo.
Y en poco tiempo va regresando a ser ella misma con su independencia; ágil y arriesgada”, reconoce Mari a la vez que cree que lo más importante no se ha olvidado: “Silvina sabe y recuerda su esencia, Silvina junto a Astrid lucha para ‘ser’”.
Más que apariencia
Astrid fue entrenada en el Programa Delta que propone el cordobés Aldo Cecchi.
Ese proyecto busca rescatar animales de la calle y entrenarlos nada más y nada menos que para un servicio social. Ya sea como perro de asistencia o de terapia.
Astrid, con “estirpe” de compañera, además fue entrenada en una penitenciaria donde los presos pueden aprender el oficio de adiestradores.
Abanderada de la vida
Silvina es dueña de muchas habilidades. Entre ellas el arte con las manos y hace poquito se recibió en la UNC de los talleres de cerámica industrial. Por su desempeño tuvo el honor de llevar la bandera. Con la ayuda de Astrid pudo vencer su fobia social y enfrentar al público. “Pasamos al frente todo el acto con Astrid pegada a mí. La gente tenía miedo que la perra saliera corriendo y mi familia que yo fuera la que corriese”, relata con alegría lo que sin su perra jamás hubiese alcanzado.
Ag. de Noticias: Dia a Dia
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