La historia del club Fortuna de Córdoba y del de Alemania. No todo es suerte. Un amante del rock y el fútbol alemán. Un potrero cordobés. Y la historia de la insólita conexión entre el humilde club de barrio Fortuna Ituzaingó y el Fortuna Düsseldorf de Alemania.
La primera vez que Alejandro Mansilla escuchó una canción de la banda de punk alemana Die Toten Hosen tenía 16 años. Vivía en la calle Julio Méndez al 5740 en barrio Ituzaingó. Y tocaba la guitarra como un loco. Lo hacía en algunos pequeños grupos de su época, como Intoxicación. Practicaba karate de niño y jugaba al fútbol en el club Cibi, a media cuadra de su casa.
Hoy, con 37 años, Alejandro Mansilla todavía escucha a Die Toten Hosen y sigue viviendo en la calle Julio Méndez. Ya no toca la guitarra –“estoy retirado”– y se gana la vida como profesor de karate en el club Cibi. Pero esa extraña rueda de la fortuna que es la vida le tenía guardado un premio: la conexión de sus pasiones, el rock y el fútbol, revoluciona a un humilde sector ubicado al sureste de Córdoba
Hace siete meses, Ale unió a todos los pibes y pibas de su barrio que no tenían posibilidades de acceder a un club y a una cuota mensual. Y decidió armar un equipo barrial: el Fortuna Ituzaingó.
Alejandro fue siempre “el rockero” de un barrio que escupe tunga tunga desde todas las ventanas. Y desde esa banda de rock alemana Die Toten Hosen llegó hasta un club cuyos músicos son hinchas y también supieron colaborar cuando estuvo al borde de desaparecer: el Fortuna Düsseldorf.
El resto de la historia sigue así: un contacto en Facebook a Alemania. Una respuesta satisfactoria. Y una caja que viajó por el océano para llegar a una pequeña casita en Ituzaingó. Allí, fue abierta. Y desde esa caja salieron pelotas, camisetas, golosinas y la verificación que soñar todavía vale la pena.
El Fortuna de Alemania se emocionó al conocer la historia del Fortuna de Ituzaingó. Lo “adoptó”. Le prestó su logo y lo apadrinó.
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Es un viernes de agosto ventoso en barrio Ituzaingó. Y la tierra que se levanta de las calles castiga lindo. En la casa de los Mansilla está la puerta abierta. Al frente, se encuentra una plaza que se transformó en potrero casi desde su nacimiento. Adentro, hay una bandera roja gigante que tiene escrita en letras blancas “Fortuna Ituzaingó”. Varios chicos y chicas de entre 6 y 15 años que toman mates y conversan. Muchos de ellos van a la tarde al colegio. Otros, faltaron. “Vas a salir en el diario y se van a dar cuenta que te hiciste la rata, Brandon”, le dice Ayelén al pibe de 14 años que sonríe.
“¿Sabés cómo le dicen a Brandon?”, se abre Agustín. “Baile de la Mona… Ta ieno de canas”. La risa se traslada a todos en ese sector de ingreso de la casa de los Mansilla que se ha transformado en una mini sede del Fortuna Ituzaingó.
Allí está el corazón de este club que apenas tiene siete meses de vida. Y que está compuesto por unos 60 chicos “cuando vienen todos”, como dice Alejandro. Es una corajeada de Ale junto a su pareja, Isabel Ledesma, con quien llevan 12 años de novio y una vida de conocerse. Porque siempre fueron vecinos. “Él es de Talleres y yo de Belgrano. Fuimos juntos al colegio. Nuestros viejos eran amigos. Pero no nos queríamos de chicos. Después, se fue dando todo ya más de grandes”, dice Isabel, que esconde la profundidad de sus ojos detrás de unos lentes que no tapan su mirada sencilla. Humilde.
Ale e Isabel comandan una familia de tres niños: Ayelén, Ciro y Mariano. Los dos últimos llevan su nombre en honor a dos integrantes de la banda de rock Ataque 77.
Ellos dos, más la ayuda de algunas madres como Cristina, que charla apoyada en el marco de la puerta, comandan el Fortuna Ituzaingó.
“Yo siempre estuve insertado en la música y me gustaba mucho la banda Die Toten Hosen. Me gustó lo que hicieron ellos, cómo apoyaron al club en una época muy jodida. Me hice hincha por ellos. Por ellos se unen estas dos pasiones. Sus pasiones fueron las mías”, cuenta Alejandro, que luce una remera negra con el logo de la banda. “Este es un proyecto muy nuevo. Pero se dieron muchas cosas rápido. Yo hace seis años que soy profesor de karate y siempre me mezclé con los pibes del barrio, que muchos quedaron marginados del club Cibi por la cuota que cobran. Por eso decidí organizar algo. Para los chicos es muy importante jugar un campeonato barrial, con camiseta, árbitro… Esto es todo a pulmón y decidimos armarlo con mi señora. Esto que pasó con el Fortuna de Alemania nos ha dado un impulso hermoso”, dice Ale.
¿Cómo sucedió la conexión? Por medio de la red social Facebook, Alejandro se contactó con los dibujantes de la mascota del club Fortuna, al que apodan Toni. “Queríamos pedirle permiso para usar ese dibujo”. Lo demás, se dio solo. Los dibujantes se contactaron con el club alemán. También con Otelo, el principal sponsor. Y la historia del Fortuna Ituzaingó tocó las fibras íntimas del Fortuna europeo.
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Nano Mansilla aún es recordado en barrio Ituzaingó. Fue el papá de Alejandro y quien en la década del ‘80 armó el primer equipo barrial de la zona. Fueron conocidos como “Los 11 Corazones”. Y causaron sensación hasta los ‘90, haciendo de local en el potrero donde hoy entrena el Fortuna Ituzaingó.
“Mi viejo tuvo la idea de juntar a los chicos que andaban por el barrio y unirlos. Ese equipo se llamaba ‘Los 11 Corazones’ y él los dirigía. Nosotros le decimos la canchita de Los 11 Corazones. Nunca supimos si tenía nombre o no la plaza”, asegura, quien hoy continúa con aquel trabajo de su padre. Y con esa máxima de que la puerta de casa “siempre está abierta”.
Ahora pelotean ahí Braian, Agustín, Ayelén, Brandon, Franco, Celeste, Agustina, Celeste (la Colo para todos), Ciro y Marianito. Son algunos de los chicos que componen los cinco equipos del Fortuna Ituzaingó (cuatro de chicos y uno femenino). Ya organizaron dos torneos con otros equipos barriales y hasta hubo un viaje a Río Tercero que llenó de felicidad a los chicos.
Hace unos días, vieron todos juntos el video que enviaron desde Alemania donde los jugadores del Fortuna les enviaban saludos.
“Hola, me llamo Juanan. Soy jugador del Fortuna. Me alegra saber que tenemos fans tan lejos, en Argentina. Por ello vamos a regalarles una camiseta firmadas por los jugadores. Hemos metido algunas cosas para entrenamiento. Si entrenáis duro, quien sabe, algún día puedan estar aquí. A nosotros nos alegra que sea así. Con mucho trabajo, todo se puede conseguir”.
“Todo eso fue un incentivo para los chicos, aunque todavía no alcanzan a caer. Y para el Fortuna es un orgullo que desde tan lejos un equipo les rinda culto. Para nosotros lo más importante es que sepan que existimos y que se hayan fijado en nosotros. Todo esto surgió desde mi locura. Y es hermoso”, cierran desde Ituzaingó.
Alejandro e Isabel se abrazan. Los chicos siguen corriendo detrás de la pelota en la canchita Los 11 Corazones. Quién sabe dónde los llevará la rueda de la Fortuna.
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El sábado, festival a beneficio. El sábado, a las 18, se llevará a cabo en el club Cibi (Mazza 7000, en barrio Ituzaingó –colectivos N, N8 y D2) un recital de rock solidario para ayudar a esta escuelita de fútbol.
Las bandas que se prendieron en la movida solidaria son muchas y habrá rock para todos los gustos: Los Bastardos, ALMA, Dale Mecha, Parte Menor, Negra Café y Prófugos Inauditos. “Como yo me manejaba en el ambiente del rock, se ha sumado mucha gente para ayudar. De la gente de Alma Rock van a armar un festival a beneficio de nuestro club. Sin querer, es como sucede lo mismo que le pasó al Fortuna de Alemania, pero a nuestra escala barrial. Nos hacen falta redes, pelotas, camisetas… Es bienvenida cualquier ayuda y si quieren traer sus pibes, también”, expresó Alejandro.
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Die Toten Hosen, una banda muy futbolera. Die Toten Hosen (“Los Pantalones Muertos” en alemán) es una banda de punkrock teutona. Formada en Düsseldorf y que toca desde 1982. En la actualidad está compuesta por los músicos Campino, Andreas Meurer, Michael Breitkopf, Andreas von Holst y el inglés Vom Ritchie. La banda es uno de los grupos extranjeros que más visitó Argentina.
Su relación con el Fortuna, modesto club alemán hoy en segunda división, se afianza en 2001, cuando la institución estaba a punto de quebrar.
“El manejo del club era tan desastroso, que un día recibí un llamado en el que me decían que necesitaban pagar un millón de euros en 24 horas o, de lo contrario, quebraban”, cuenta Campino, su vocalista.
La banda arregló un contrato con una cervecería por un millón de euros y llevaron adelante el rescate financiero. En agradecimiento, el equipo lució en su camiseta el emblema de Die Toten Hosen durante dos años.
Según señala una nota publicada en la revista Un Caño, firmada por Juan Ignacio Provéndola, “el mérito eterno de Die Toten Hosen será haberse sentado a la mesa cuando ya no quedaba ni el postre: en 1988 (un año después del descenso a Segunda) los integrantes de la banda decidieron destinar a las arcas del club un marco por cada entrada vendida en la extensa gira con la que presentaron Ein kleines bisschen horrorschau (1988), uno de sus discos más célebres”.
“Todo lo que ayude al Fortuna, es legítimo”, agrega Campino. Actualmente financian las divisiones juveniles de dicha institución.
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Postales de un club barrial que nació para ayudar a los pibes que no puede acceder a la cuota social de otras instituciones. Entrenan los fines de semana en la plaza/potrero y la “sede” funciona en la casa de los Mansilla. Para ayudarlos, comunicarse al: 153944596.
Fuente: Día a Día
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