El 22 de marzo se celebra, a instancia de las Naciones Unidas, el Día Mundial del Agua. La fecha fue elegida en 1992 y este año la campaña mundial se centra en el objetivo «Agua para las ciudades: respondiendo al desafío urbano».
Esto es así porque la atención está centrada sobre el impacto del rápido crecimiento de la población urbana, la industrialización y la incertidumbre causada por el cambio climático, además de los conflictos y los desastres naturales sobre los sistemas urbanos de abastecimiento de agua.
No se puede ignorar que las ciudades están creciendo a un ritmo exponencial, y muchas veces tiene tal aceleración que lo hacen sin contar con una infraestructura acorde.
Por primera vez en la historia de la humanidad se tiene la certeza de que la mitad de la población mundial vive en las ciudades y esa cifra sigue creciendo.
El problema es de tal magnitud, que en julio del año pasado Naciones Unidas aprobó que el acceso al agua potable sea incluido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El tema tiene cifras para el espanto y el horror: se calcula que por año mueren más de dos millones de personas a causa de la falta de acceso al agua potable y la mayoría de ellos son niños.
Por eso la escasez de agua potable es un problema alarmante y en constante crecimiento. Siguiendo con los datos de Naciones Unidas, se calcula que para el año 2015 el 47 por ciento de la población mundial (casi la mitad) vivirá en zonas áridas, y para 2030 se prevé que más de 700 millones de personas podrían dejar sus lugares de origen por la escasez de agua y falta de saneamiento básico.
Esta fecha es oportuna para denunciar e insistir que el modelo de sociedad que se sostiene es contrario a la vida. Por ejemplo: para las industrias, el agua dulce es un recurso gratuito, abundante y constituye una de sus materias primas más importantes. Mientras que para los seres humanos, el agua dulce es un recurso oneroso, finito y es considerado indispensable para la vida al ser su primer alimento. Este punto contradice a quienes defienden –por ejemplo- a la planta de celulosa Botnia (hoy UPM) como sustentable.
Además, se debe proteger los recursos de aguas subterráneos, especialmente en el Acuífero Guaraní, que proporcionan las principales fuentes de agua potable para millones y millones de personas.
La contaminación de los recursos hídricos y el acceso al agua potable de la población son considerados como problemas estrictamente locales, aunque muchas veces su resolución deba contar con financiamiento provincial, nacional y/o internacional. La cuestión del acceso al agua no es meramente un problema de recurso escaso, es un problema de eficiencia y responsabilidad para asegurar un derecho básico que permita alcanzar niveles más justos de desarrollo humano. Pero para materializar ese concepto no hay otro camino que un Estado con capacidad técnica y fundamentalmente con decisión política para erradicar la contaminación. No hay otro camino.
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