Bessie Coleman nació en Texas en una familia de 13 hijos. Caminaba cuatro millas todos los días para ir al colegio; era una lectora compulsiva y excelente en matemáticas. Lograba equilibrar sus estudios con la ayuda a sus padres en las cosechas de algodón.
Aunque Coleman no vivió para cumplir su sueño de fundar una escuela de aviación para entrenar a gente de color, inspiró a una generación. Como dijo el teniente William J. Powell: «Debido a Bessie Coleman, hemos superado lo que era peor que las barreras raciales. Hemos superado las barreras dentro de nosotros y nos hemos atrevido a soñar».
A los 23 años, Coleman se mudó a Chicago donde se empleó en dos trabajos para ahorrar suficiente dinero para inscribirse en la escuela de aviación. Después de cinco años se mudó a París para estudiar, ya que ninguna escuela de Estados Unidos la admitía debido a su raza y género. Apenas un año más tarde, Coleman se convirtió en la primera mujer piloto de ascendencia afroamericana y nativa americana, y la primera en obtener una licencia de aviación internacional de la Fédération Aéronautique Internationale.
Con el fin de ganarse la vida, Coleman hizo un plan para convertirse en una piloto de acrobacias y ganar plata. Sin embargo, de nuevo le negaron la entrada a instituciones norteamericanas. Así que, en 1922, viajó a Francia y Alemania para capacitarse.
A su regreso a su país natal, Coleman sobresalió en vuelo de exhibición (la realización de trucos complejos en el aire). Fue durante este tiempo que adquirió el apodo de «Reina Bessie». Fue una audaz y querida piloto, hasta su muerte prematura a la edad de 34 años.
Ag. de Noticias: La Nación
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