Científicos argentinos investigan en la Antártida la reparación de suelos contaminados con derivados del petróleo, mediante microorganismos que los metabolizan, lo que ubicó a Argentina entre los países líderes en biotecnología a nivel latinoamericano, informaron fuentes del Instituto Antártico Argentino (AAA).
«La biorremediación apunta a ‘reparar’ o ‘sanar’ suelos contaminados por combustibles, por medio de la utilización de microorganismos que los ‘digieren’ o ‘metabolizan'», dijo Walter Mac Cormack, jefe del grupo de Microbiología del organismo.
El proyecto Genoma Blanco, que logró la descripción de una nueva especie bacteriana aislada de aguas antárticas y la primera secuenciación completa de su genoma, junto con el proyecto de biorremediación, son dos de las líneas de investigación científica más fuertes del IAA.
En el marco de los 60 años de la creación del IAA -la primera institución de investigación científica antártica del mundo-, por el presidente Juan Domingo Perón, sus científicos lograron significativos avances en áreas como la biorremediación y la bioprospección en biotecnología.
Mac Cormack señaló que hace tres años se realizó el mapeo del genoma de la bacteria «Bizionia argentinensis» y que «la búsqueda, el aislamiento y la identificación de esta nueva especie constituyeron objetivos iniciales del Proyecto Genoma Blanco y fueron previos a la realización de la secuenciación».
«Esto no fue casual -subrayó-, en ciencia, la investigación no es azarosa, sin dudas es un gran orgullo dejar instalado que el esfuerzo y el estudio rinden sus frutos. Por eso seguimos investigando».
El grupo de Microbiología del IAA, que depende de la Dirección Nacional del Antártico (DNA), desarrolló una activa tarea de investigación en el campo de la degradación biológica de hidrocarburos en áreas antárticas durante las dos últimas décadas.
En ese lapso, los científicos lograron aislar «numerosas cepas bacterianas sicrófilas (que trabajan a muy bajas temperaturas) y que han probado ser muy eficientes para utilizar diversos tipos de hidrocarburos como única fuente de energía», indicó Mac Cormack.
«Se trata de bacterias que se ‘alimentan’ de hidrocarburos, con todo lo que ello implica como herramienta contra la contaminación ante un posible derrame», siguió.
A continuación destacó que «esto significa que en vez de recurrir a químicos, que por un lado remedian y por otro también generan un significativo impacto ambiental, se pueden aprovechar las capacidades naturales de los microorganismos autóctonos».
El científico señaló que existe una tendencia reconocida a nivel mundial «en las investigaciones científicas sobre el potencial genético de los organismos que viven en ambientes extremos (extremófilos), que los capacita para vivir en condiciones ambientales excepcionales», intolerables para los demás.
El grupo de investigación a su cargo trabaja sobre dos estrategias de biorremediación, denominadas «bioestimulación» y «bioaumento».
«La idea -sostuvo- es o bien facilitarles a las bacterias autóctonas la actividad de ‘comer’ los contaminantes o, en su defecto, aumentar el número de ‘comensales’, a fin de que ‘colaboren’ con la actividad de las bacterias autóctonas cuando no son suficientemente efectivas».
Al respecto, explicó que «la bioestimulación consiste en el ajuste de las variables fisicoquímicas claves del sitio a tratar, a fin de optimizar el desarrollo de las comunidades bacterianas degradadoras de hidrocarburos ya presentes en el suelo».
«El bioaumento, por su parte, consiste en la inoculación de bacterias al sitio a remediar para hacer más eficiente el proceso de degradación», profundizó Mac Cormack.
En el marco del trabajo para ahondar en el conocimiento de la estructura y dinámica de las comunidades microbianas antárticas, existen otras líneas de investigación de la DNA, que lograron resultados relevantes a nivel internacional en la búsqueda de nuevos compuestos y actividades de interés biotecnológico.
Entre ellos se destaca el Proyecto Genoma Blanco, en colaboración con la empresa Biosidus, para el aislamiento e identificación de más de 300 cepas bacterianas antárticas de diferentes ambientes y regiones geográficas del continente blanco.
Esta tarea incluyó la descripción de una nueva especie y la secuenciación completa de su genoma, algo que nunca antes se habíoa realizado en el país.
El desarrollo de este proyecto permitió la construcción de una importante colección de bacterias, de las cuales -tras numerosos estudios bioquímicos y moleculares- se seleccionó una que parecía ser diferente a cualquiera otra previamente descripta.
Luego de un profundo estudio de esta cepa, fue oficialmente aceptada como una nueva especie a nivel internacional y bautizada como «Bizionia argentinensis».
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